El sendero asciende entre grandes pinos.
Pinos altos, esbeltos, oscuros,
que, en los días de niebla,
son sólo esquemáticas siluetas negras.
En los días de niebla,
el camino recorre un paisaje de sombras,
un paisaje en blanco y negro.
Los pájaros y los insectos se callan
y el silencio y la niebla son una misma cosa,
son un canal abierto entre dos mundos,
son la respiración de los espíritus,
son el rastro que dejan los fantasmas.
La cuesta se empina.
El sendero se adentra en la niebla,
como si fuera un puente sobre un inmenso abismo.
Se escucha el paso de ganado invisible,
las esquilas resuenan en la blancura.
Un sonido intenso y dulce,
sonido de infancia, de inocencia, de calma,
sonido de nostalgia,
sonido de refugio y de consuelo.
El mundo queda lejos, abajo, en el valle,
en el valle que quizás ya no existe,
en ese extraño ámbito de agobios y de preocupaciones,
en el extraño ámbito de los seres humanos.
***
El monte, de unos 1.700 metros de altura,
se alza sobre los Jardines de La Granja.
A la sombra del pico Peñalara,
la mayor elevación de la sierra de Guadarrama.
En la cumbre hay una pequeña explanada
y en ella un gran berrueco
con una inscripción tallada:
“El 23 de agosto de 1848 se sentó
S. M. Don Francisco de Asís de Vorvón”.
La Silla del Rey.
Fue Francisco de Asís de Borbón
rey consorte, marido de Isabel II.
Un hombre meditabundo, melancólico.
Un hombre débil.
Este asiento de piedra era un buen oteadero
para contemplar, desde los montes de Valsaín,
el Real Sitio de La Granja.
El rey, aquí sentado,
parecería un espectro, inmóvil y abstraído,
escrutando el horizonte.
***
Durante unos minutos, un débil sol atraviesa la niebla
y, como en un hechizo, deja ver verdes trozos de bosque.
Y ahí están, mágicos, prodigiosos, los caballos,
unos caballos surgidos la niebla, pastando tranquilos.
Levantan las cabezas.
Miran, quizás, al espectro sentado.
Hasta que, lentamente, la niebla vuelve a ocultarlos,
junto a los demás seres maravillosos que habitan el bosque.
Que bonito. Esa zona me tiene enamorada.
ResponderEliminarPues en las próximas entradas, seguimos por Segovia...
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