jueves, 21 de julio de 2011

DESPEÑAPERROS



Sigue siendo sobrecogedor.

No importa que la modernidad

en forma de autopista

y de vía de ferrocarril

lo haya taladrado.

No importa el constante tráfico

de grandes camiones

y numerosos automóviles.

No importan los lamentables restaurantes

de carretera

en los que paran los autobuses de viajes turísticos

y se organizan largas e impacientes colas

para hacerse con algo de comer.

Sigue siendo sobrecogedor.


Las grandes paredes rocosas

siguen pareciendo una amenaza,

un peligro.

En esas tremendas paredes

sigue acechando el miedo.


De repente, después de atravesar

la quieta llanura,

los plácidos campos de viñas,

de repente se abre esta enorme brecha.

De repente, el vértigo.

De repente, esta construcción descomunal

de algún gigante

hecha para amedrentar al hombre.

De repente, estas paredes espantables,

salvajes, abismales.


Pese al esfuerzo

por reducirlas a la medida humana,

siguen siendo el lugar del misterio,

un lugar pavoroso,

un lugar de una belleza terrible,

sobrehumana.

Ahora lo atravesamos veloces,

en tren o en automóvil,

con lo que profanamos lo sagrado

de este ámbito imponente.

Los constructores de la modernidad

no tuvieron en cuenta

que éste era un lugar para efectuar

el rito de paso,

destruido ahora por la autopista.


Los constructores de la modernidad

deberían haber preservado

un camino

para atravesar este abismo

a pie, como ser humano y no como máquina,

para efectuar el rito de paso,

para llevar a cabo

el proceso de aprendizaje que supone

atravesar estas puertas terribles.

Ahora las cruzamos veloces, sin esfuerzo,

y desperdiciamos la profunda enseñanza

que encierra este tránsito.

Junto a la autopista, los constructores de la modernidad

deberían haber respetado el sendero ancestral,

la senda peligrosa,

la senda que proporciona enseñanzas,

la senda que produce cambios

en quien se atreve a recorrerla.




Este desfiladero es una sobrecogedora puerta


de acceso al conocimiento,

una puerta que hemos cerrado

al eliminar el sendero humano.


Sentada en mi asiento

en el destartalado tren,

procuro concentrarme en el tránsito

para recibir algo de la enseñanza,

para no perder del todo

el antiguo mensaje.


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