La Puebla de Montalbán fue en origen una “habitación
judía”
sobre la que los templarios del cercano castillo de
Montalbán
crearon la villa hacia 1276.
En la actualidad aún conserva un “Barrio de los
Judíos”.
***
Fernando de Rojas nació en La Puebla de Montalbán
y La Puebla no lo ha olvidado.
Todo en la población recuerda a Rojas
y a su única obra La Celestina.
Un festival, un museo, un monumento,
frases grabadas en placas colocadas en las calles,
el nombre de las casas rurales...
La Puebla es un lugar humilde
y seguramente nadie tendría noticia de él
si no fuera porque aquí nació Fernando de Rojas.
Él mismo da a conocer su nombre y su origen
en el acróstico que puso al frente de la edición de La Celestina.
Rojas nació hacia 1470 en la Puebla de Montalbán,
que en la época tendría unos 800 habitantes.
Nació en el seno de una familia de judíos conversos
de condición económica holgada
pero que pasó por varios procesos inquisitoriales
por acusaciones de criptojudaísmo.
Su padre fue condenado a la hoguera en Toledo en
1488.
Ese mismo año Fernando se trasladó a Salamanca
para estudiar Leyes.
Él mismo se declara estudiante de Derecho
en la “Carta del auctor a un su amigo”
que precede al texto de su obra.
En 1497 obtuvo el grado de Bachiller en Leyes.
El de Bachiller era un título intermedio de la
carrera,
y no final (como Licenciado),
aunque suponía 6 años de estudio
(precedidos de otros 3 de Artes).
Cuando publica La
Celestina, se presenta ya como Bachiller
y manifiesta que su principal ocupación es la de
jurista
y que había escrito la obra como mera
“distracción”.
Cuenta que, estando en Salamanca, durante unas
vacaciones,
halló un manuscrito inacabado de un primer autor
y decidió continuarlo
en vez de volver a su pueblo, como hacen sus
“socios”,
y que, una vez completado,
lo envió a un amigo coterráneo suyo (quizás de La
Puebla),
más rico y a quien debía favores
y que se hallaba, como él, fuera de su tierra,
y estaba necesitado de consejos por padecer de amor.
No se sabe si este amigo era real o fue una ficción.
Hay en la Tragicomedia
recuerdos de La Puebla de Montalbán,
como las alusiones a Mollejas el Hortelano en el
Auto XII,
ya que queda constancia de la huerta de un tal
Mollejas en la villa.
Obtenido su título, Rojas regresó a La Puebla.
En 1499 se imprimió por primera vez su obra.
Rojas vivió en La Puebla durante algunos años,
y cuando se vaya seguirá manteniendo contacto con
ella
por unas posesiones que tenía.
En 1507, a causa de un altercado fiscal con un
vecino,
se trasladó a Talavera de la Reina.
Allí contrajo matrimonio con Leonor Álvarez de
Montalbán,
hija, igualmente, de conversos de La Puebla,
y con la que tendrá 7 hijos.
El 14 de junio de 1508
tomó posesión como alcalde ordinario de Talavera de
la Reina,
según aparece documentado
en los Libros de Acuerdos del Ayuntamiento:
«Este dicho día el dicho señor liçençiado
presentó por alcalde de la dicha villa
al bachiller Ferrando de Rojas, vezino de La Puebla,
e los dichos señores le reçibieron,
e el dicho bachiller Ferrando de Rojas juró en
forma, etc.
E luego los dichos señores le mandaron
que dé fianças llanas e abonadas para el dicho
cargo.
E luego pareçieron presentes
Diego Núñez e Ferrando Álvarez de Montalván,
escrivanos públicos,
e se obligaron de mancomún e cada uno dellos
e de sus bienes por sy insolidum e por el todo,
por el dicho alcalde,
segund como de derecho se requyere».
En el acta de juramento figura aún como vecino de La
Puebla.
pero en 1509 es testigo en un pleito
y se le designa ya como vecino de Talavera,
a donde se ha trasladado definitivamente.
El cargo de “alcalde” en la época no equivalía al de
hoy.
El alcalde actual es el corregidor de entonces;
los concejales de hoy son los antiguos regidores.
Los alcaldes de la época de Rojas
(varios eran titulados “ordinarios” y uno “mayor”)
eran juristas contratados por los Ayuntamientos
a los que el Consistorio encargaba la defensa de sus
intereses
en los litigios que le afectaran.
Para ejercer su tarea, los alcaldes cobraban
salario, costas y dietas de desplazamiento,
que les pagaba, bien el Ayuntamiento, bien el Señor
de la villa.
Rojas fue alcalde ordinario y alcalde mayor,
cargo que le facultaba para ejercer justicia:
atender pleitos, oir a los litigantes y dictar
sentencia.
Un documento de 1514 señala,
a propósito de un nombramiento,
que «el bachiller Rojas es buen letrado y persona
que lo hará bien».
En Talavera, entonces Villa y Tierra
perteneciente al Señorío Arzobispal de Toledo,
Fernando de Rojas fue persona honorable,
hidalgo notorio y reconocido,
Alcalde Ordinario, Alcalde Mayor,
letrado, notario y procurador
y defensor de los intereses de la ciudad
en los múltiples asuntos que le encomendó el
Ayuntamiento.
Actuó Rojas en juicios menudos y diarios
sobre variados aspectos del vivir cotidiano de
Talavera.
Actuó en algún caso de sodomía.
Actuó también en conflictos jurisdiccionales
y deslindes territoriales,
en relaciones de Talavera con el Concejo de la Mesta
y en asuntos de la Santa Hermandad.
Defendió los intereses de Talavera
ante la Chancillería de Valladolid.
Intervino en un par de procesos inquisitoriales.
En calidad de notario, testificó todo tipo de
documentos.
En estas tareas, fueron asiduos colaboradores suyos
Pedro de Cervantes (tío-abuelo de Miguel de
Cervantes)
y Diego Girón (padre de Pedro Girón, cronista de
Carlos V).
Tuvo tratos con Pedro Martínez de Mariana,
secretario y canónigo de la Colegial de Talavera
y tío del Padre Juan de Mariana.
Se relacionó con las personas más importantes de
Talavera
y con el Señor de la villa, el Arzobispo de Toledo,
a la sazón el Cardenal Cisneros.
Además, Rojas mantuvo negocios
con los miembros más eminentes de la sociedad
talaverana.
En su testamento queda reflejado el volumen de sus
negocios,
que le proporcionaban pingües beneficios.
Recibía en su casa frecuentes visitas.
Cazaba por los montes del entorno,
le gustaba jugar al ajedrez
(su condiscípulo Luis de Lucena
había escrito un "Arte de Axedrez").
No parece que después de La Celestina
Rojas escribiera ninguna otra obra.
Se dedicó exclusivamente a su profesión de jurista
y consiguió juntar un considerable patrimonio
y llevar una vida acomodada.
Ni siquiera mostró interés por el devenir de su
única creación.
Hijo y yerno de conversos, procesados ambos,
se ha dicho que Rojas vivió amargado,
en el constante temor de que pudiese ocurrirle algo.
Sin embargo, lo cierto es que durante media vida
desempeñó importantes cargos públicos
y en Talavera acumuló bienes, intereses, casas,
alquileres,
una torre albarrana en la muralla de la ciudad,
solares, cultivos y molinos.
A la vista del inventario póstumo de sus riquezas
se diría que era dueño de media ciudad.
Su situación no fue la de un converso perseguido
sino la de un hombre respetado y acaudalado.
Su suegro, Álvaro de Montalbán,
fue procesado dos veces por la Inquisición,
en 1480 y en 1525.
En el proceso de 1525,
Álvaro de Montalbán nombró
«por su letrado al bachiller Fernando de Rojas,
su yerno, vecino de Talavera, que es converso»
(señalándolo además como autor de La Celestina
lo cual demuestra que el libro debía ser ya famoso
por entonces).
Pero dicha defensa no se llevó a cabo
porque no se le permitió a Rojas actuar de abogado
en el caso,
bien por la relación de parentesco,
bien por ser cristiano nuevo.
La Inquisición rechazó a Rojas y pidió al procesado
que nombrara a otra persona “syn sospecha”.
Pero ése parece haber sido
su único “problema” con la Inquisición.
Además, en su testamento,
redactado en 1541, pocos días antes de su muerte,
se manifiesta una muy clara actitud católica:
«Creyendo como creo firmemente en la Santísima
Trynydad,
Padre, Hijo, Espiritu Santo, tres personas e un solo
Dios verdadero;
y creyendo todo aquello que tiene y cree la Santa
madre yglesia
como bueno e fiel xpiano,
en la qual fee y creencia protesto de bivir e morir,
en que primeramente mando y encomyendo my anima a
Dios Padre
que la crio e hizo a su semejança
e a su precioso Hijo Ihu Xpo,
que la redimio por su santa e preciosa sangre,
e al Espiritu Santo que la alumbro,
y el cuerpo a la tierra donde fue formado».
Tras declarar que creía en el Dios de los cristianos
y que había vivido según los preceptos de la
Iglesia,
expresa la voluntad de ser enterrado en un convento
a cuya cofradía pertenecía:
«Que mi cuerpo sea sepultado
en la yglesia del monasterio de la Madre de Dios
desta dicha villa de Talavera».
«Que sea enterrado en el abito de señor San
Francisco».
(Hábito franciscano que costó 600 maravedíes,
que pagó su viuda).
Y aún añade unas cláusulas en las que encarga
numerosas misas en diferentes monasterios de
Talavera:
la Madre de Dios, San Francisco, la Santísima
Trinidad...
y en su parroquia, San Miguel, “donde yo soy
parrochiano”.
Del centenar de libros de su biblioteca,
los libros de leyes los deja a su hijo mayor
y los libros de romance a su mujer.
Murió ese mismo mes, en abril de 1541, en Talavera.
Tenía unos 70 años.
En su biblioteca guardaba un ejemplar de La Celestina,
que conservó su esposa;
al morir ésta, se lo quedó el escribano,
por no quererlo sus hijos.
***
Durante siglos se perdió la memoria
del lugar exacto de la sepultura de Fernando de
Rojas
dentro del monasterio.
En marzo de 1936 visitó Talavera el estudioso Luis
Careaga
para buscar la tumba.
Realizó excavaciones en la pequeña iglesia del
convento
y localizó los restos de Rojas
en un enterramiento en el centro del presbiterio:
un esqueleto un poco inclinado,
con la cabeza reposando sobre la mano izquierda.
El señor Careaga recordó una frase
de los preliminares de La Celestina
en la que el autor se retrata a sí mismo:
«asaz veces retraído en mi cámara,
acostado sobre mi propia mano».
Se encontraron también restos
de tela de hábito franciscano.
Se midió su altura: 1,70.
En 1968, cuando era inminente
la definitiva demolición del convento de la Madre de
Dios,
los huesos de Rojas fueron exhumados
y guardados en una urna de cobre
que permaneció custodiada en el Ayuntamiento.
En 1980, se abrió un nicho
en el claustro de la Colegial de Talavera,
en la pared que lindó en su día con la casa en donde
murió Rojas.
En una ceremonia popular, los restos de Rojas
fueron depositados allí.
El día 2 de diciembre de 1999,
como conclusión del año dedicado
a conmemorar el V Centenario de La Celestina,
el Ayuntamiento de Talavera,
al que Rojas sirvió impecablemente durante años,
lo reconoció como alcalde honorífico.
En 1980, cuando se efectuó el traslado de los
restos,
la ciudad de Talavera donó a La Puebla de Montalbán
algunas “reliquias” del Bachiller,
que se conservan en un modesto monumento
situado en el centro de una plazuela.
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