San Martín de Montalbán perteneció al llamado
Estado de Montalbán,
que comprendía lugares como La Puebla de
Montalbán,
Villarejo, Menasalbas, El Carpio de Tajo y
Mesegar de Tajo.
Se fundó San Martín hacia 1531.
Dependió administrativamente de La Puebla hasta
1665,
año en el que Felipe IV le concedió el título de
villa.
Sin embargo, su historia como núcleo de población
se remonta al Neolítico,
como lo prueba el dolmen de galería existente en
su término.
Después la zona estuvo habitada por una población
de origen celta,
de cuya existencia dan testimonio varias
viviendas subterráneas
halladas en la zona.
Pasaba por estas tierras una calzada secundaria
que unía Ciudad de Vascos y Toledo.
Un puente salvaba el río Torcón.
El puente Canasta.
El puente Canasta.
Aquí el agua corre entre impresionantes canchales
y rocas erosionadas por la corriente
que dan al paraje un aspecto fantasmagórico.
El río corre entre rocas blancas.
La erosión les ha dado formas misteriosas,
las ha convertido en fantasmas
que emergen de las aguas oscuras reflejándose en
ellas.
En verano el arroyo va casi seco
y son más visibles esas siluetas blanquecinas
que se proyectan en el agua escasa.
El paisaje tiene algo de irreal, de escenario de
sueño de Dalí.
Un país desconocido.
El paisaje es tan irreal como el puente.
En medio del páramo sin rastro humano, de pronto,
cuando el tajo del Torcón se hace más profundo,
aparece este estrecho y alto puente
que construyeron los romanos para unir ambas
orillas.
Y aquí sigue el puente, tantos siglos después,
perdido y ya sin uso, una construcción perfecta e
inopinada,
uniendo dos orillas desiertas.
Es un lugar solitario, muy solitario.
La calzada de la que formaba parte el puente, ha
desaparecido.
El puente ya no sirve para salvar el río.
Ya no tiene ninguna utilidad.
Es una extraña aparición, en medio del territorio
yermo.
Una construcción sin sentido.
Sólo estos fantasmas blancos que emergen del
lecho del arroyo
saben de la pervivencia de esta construcción
antiquísima.
Ya ni soldados ni monjes ni pastores
pasan sobre estos arcos
que sin embargo se mantienen en pie,
como si sostuvieran un peso ignoto.
Si se desmoronaran,
con ellos se hundiría un mundo invisible.
Ese puente que ya no conecta ningún camino
quizás conduce a un territorio misterioso.
Quizás cruzarlo sea atravesar el tiempo.
Quizás haya algún motivo por el que se mantiene,
por el que nadie ha tocado sus piedras,
por el que, durante siglos,
se ha mantenido esta estructura aparentemente
inútil
conectando dos páramos.
Un puente hacia un lugar desconocido.
El río corre por aquí encajonado entre paredes de
roca.
Kilómetros más allá, cauce abajo,
este mismo río servirá de foso natural
al castillo templario de Montalbán.
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