domingo, 20 de octubre de 2013

TOLEDO. Catedral (I). Reyes Viejos




La catedral de Toledo es obra del siglo XIII,
época del arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada
y del rey Fernando III el Santo.

Ximénez de Rada fue nombrado arzobispo de Toledo en 1209
y desde el principio de su mandato defendió
la primacía de la sede toledana.
Inicialmente la catedral se había instalado
en la antigua mezquita mayor
y a comienzos del siglo XIII el edificio se encontraba ruinoso.
Ximénez de Rada pensó en construir un nuevo templo
acorde con la importancia de una sede primada,
y se volcó con entusiasmo en el proyecto.

En 1227 el propio Fernando III
asistió en persona al inicio de las obras.

***

Alfonso VII de León,
hijo de la reina Urraca de León y del conde Raimundo de Borgoña,
fue el primer rey leonés de la Casa de Borgoña,
línea que se extinguirá con la muerte de Pedro I el Cruel.


Alfonso retomó la vieja idea imperial visigoda
y el 26 de mayo de 1135 fue coronado
Imperator totius Hispaniae (Emperador de España)
en la catedral de León,
recibiendo homenaje, entre otros,
de su cuñado Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona.
Murió en las inmediaciones de Despeñaperros en 1157.
Dispuso ser enterrado en Toledo, pues la ciudad
«antiquitus fuerat sedes episcopalis
tempore Ildefonsi archiepiscopi et Recaredi regis,
quando tota illa terra christianorum erat».

Su sepulcro fue colocado en la catedral,
en la Capilla del Espíritu Santo.

***

Sancho III el Deseado,
hijo de Alfonso VII y Berenguela de Barcelona,
sucedió a su padre en 1157.


En 1158 recibió de los templarios la renuncia
a mantener la defensa de la plaza fronteriza de Calatrava
que les había sido concedida por Alfonso VII en 1147,
y entregó la tenencia de la fortaleza
al abad Raimundo de Fitero y al caballero Diego Velázquez,
que fundaron la Orden de Calatrava.

Sólo reinó un año, de agosto de 1157 a agosto de 1158.
Murió en Toledo, con 24 años, pese a lo cual
el pintor José María Rodríguez de Losada,
que en siglo XIX hizo una serie de retratos de reyes
que se conservan en el Ayuntamiento de León,
lo representó como un anciano.
Le sucedió su hijo Alfonso VIII.

Fue enterrado junto a su padre
en la Capilla del Espíritu Santo de la catedral.

***

Sancho IV el Bravo
comenzó a reinar en 1284.
Era hijo de Alfonso X de Castilla
y de Violante de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador.


Sancho IV concibió la idea
de convertir la catedral de Toledo, con su condición de primada,
en panteón real.

En León y Castilla no existió un santuario exclusivo
como lugar de enterramiento regio.
Los reyes leoneses y castellanos
se hicieron enterrar en iglesias y conventos
construidos o elegidos por ellos.
Alfonso VIII ordenó erigir
el real monasterio cisterciense de las Huelgas de Burgos,
el panteón real por antonomasia de Castilla.
Pero Sancho IV lo sustituirá por Toledo.

A pesar de su permanente mala salud
y de la enfermedad que precedió a su fallecimiento,
don Sancho estaba convencido de que su óbito
no se debería a una dolencia natural,
sino que la causa de su muerte
serían sus numerosos y graves pecados:
«Ca bien cred que esta muerte que yo muero
non es muerte de dolencia,
mas es muerte que me dan mios pecados,
et sennaladamente por la maldición que me dieron mios padres
por muchos merecimientos que les yo merecí».
Así se lo comunicaba, arrepentido y apesadumbrado,
don Sancho a su primo don Juan Manuel
en una conversación mantenida
en el convento de las dominicas
de Santo Domingo el Real de Madrid,
un par de meses antes de fallecer en Toledo.

Don Sancho vivía obsesionado por el recuerdo de haber sido
maldecido y desheredado públicamente por su padre,
contra el cual Sancho se había sublevado.

Para compensar esa maldición,
don Sancho quería morir bien
y dar testimonio público de ello.

En 1284 fue coronado por cuatro obispos
en la catedral de Toledo.

En 1285 dispuso en un privilegio rodado
ser enterrado en la catedral de Toledo,
anulando una disposición anterior en la que mandaba ser inhumado
«en la casa del convento de los ffreyres menores de Toledo».

Y explicaba el porqué de su elección:
En Toledo, porque «la muy noble cibdat de Toledo
es cabeça de toda Espanna
e logar que amaron mucho los reyes
e fue siempre muy preciada e mucho onrrada de antiguedat a acá».
En la catedral, porque,
aunque fuera mucho su fervor por San Francisco,
mayor era su devoción a Santa María,
bajo cuya advocación se halla la catedral.

Y además «porque en esta sancta eglesia
recibiemos por la gracia de Dios la onrra de my coronamiento
guando fuemos recebido por rey».

En Castilla la ceremonia de la coronación
no se consideraba imprescindible para ser rey.
La de Sancho IV en Toledo constituyó un hecho excepcional,
la primera coronación desde 1111.
Pero para don Sancho, maldito y desheredado por su padre,
era esencial que sus súbditos lo vieran asumiendo la corona paterna,
la corona que Alfonso X había convertido
en símbolo de la legitimidad dinástica
al ordenar en su testamento que debía poseerla su sucesor legal,
que, a su entender, era su nieto Alfonso de la Cerda.
La coronación por los obispos legitimaba
el acceso de don Sancho al trono.
Y convertía la catedral de Toledo
en referencia simbólica de su reinado.

***

Don Sancho fundó en la catedral
una capilla en la que ser enterrado:
La Capilla de la Santa Cruz.

Una vez terminada, en 1289, ordenó el traslado a ella
de los restos de Alfonso VII y Sancho III,
que se encontraban en la Capilla del Espíritu Santo.

También fue trasladado al nuevo panteón,
según recogen los Anales Toledanos,
el cuerpo del cuarto rey de Portugal, Sancho II,
llamado Sancho el Piadoso
y también Sancho Capelo, por el sombrero que usaba,
y que murió en Toledo en 1248,
cuando estaba acogido a la protección del rey castellano Fernando III
porque su hermano le había usurpado el trono.

***

El primero en ser enterrado en el nuevo panteón
no fue un rey, sino un arzobispo de Toledo,
tío de Sancho IV:
El infante Sancho de Aragón,
hijo de Jaime I el Conquistador y de Violante de Hungría.

En 1266, a los 16 años, don Sancho
fue nombrado arzobispo de Toledo;
su padre asistió a su toma de posesión.
En 1275, a los 25 años,
murió degollado por los árabes en Jaén.

Su cadáver fue trasladado a Toledo
y enterrado debajo de las gradas del altar en la capilla real.

El ataúd fue abierto en 1503,
cuando se realizaron las obras de ampliación del presbiterio,
pero en la actualidad se desconoce la ubicación de los restos.

***

Es incluso posible que, con anterioridad a Sancho de Aragón,
fuera enterrado en la capilla otro arzobispo de Toledo
de linaje real:
El infante Sancho de Castilla,
hijo de Fernando III el Santo y de Beatriz de Suabia.

Don Sancho fue nombrado arzobispo en 1259,
cuando contaba 26 años.
Falleció en 1261.

Existe controversia sobre el paradero de sus restos,
que no se han encontrado.

Algunas fuentes aseguran que don Sancho recibió sepultura,
como miembro de la familia real castellana,
en la Capilla de la Santa Cruz de la catedral de Toledo.
El historiador Ricardo del Arco y Garay,
en la obra Sepulcros de la Casa Real de Castilla,
indica que los restos del infante-arzobispo
se encuentran en el presbiterio,
en una hornacina sin estatua yacente,
en el lado de la Epístola, junto al sepulcro de Sancho IV.
Sin embargo, el cadáver no se ha localizado.

Se ha apuntado que su lugar de enterramiento
pudo no haber sido Toledo
sino el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos,
en un sepulcro de piedra
que la tradición del cenobio atribuía a Alfonso X
(que en realidad está enterrado en la catedral de Sevilla,
junto a su padre Fernando III).

***

Sancho IV murió en 1295,
y recibió sepultura, tal como había dispuesto,
en la Capilla de la Santa Cruz.

Poco antes de morir,
tomó el hábito de la orden franciscana.

El sepulcro en el que fue enterrado
había sido labrado en vida del rey,
pero en 1308 su viuda, María de Molina,
lo sustituyó por otro más suntuoso.

***

En 1338 fue inhumado en el panteón real
el infante Pedro, señor de Aguilar,
hijo ilegítimo de Alfonso XI de Castilla,
primero de los diez hijos que tuvo con Leonor de Guzmán,
y que murió con 8 años.

***

Desde Sancho IV, y hasta Enrique III,
Toledo se convirtió en lugar de enterramiento
de los monarcas castellanos,
sustituyendo así a otros lugares.

No se tiene un conocimiento exacto
de cómo era la catedral en esos tiempos,
ni se sabe cómo era la primitiva Capilla Real.
Los Anales Toledanos indican que se hallaba
detrás del altar mayor.
Lo único que se sabe es que el presbiterio primitivo
estaba dividido en dos partes:
la delantera, ocupada por el altar,
y la trasera, que acogería la Capilla Real.

***

A finales del siglo XV, en la época de Cisneros,
el presbiterio, donde se ubicaba la Capilla de la Santa Cruz,
se había quedado pequeño.

El Cardenal pidió permiso a los Reyes Católicos
para proceder a una reforma.


Una vez obtenido el consentimiento,
demolió la primitiva Capilla Real.


El culto funerario de los reyes fue trasladado
a una de las capillas de la girola, en el lado de la Epístola,
la capilla del Espíritu Santo,
espaciosa y cercana al altar mayor.


Capilla que pasó a denominarse de la Santa Cruz
(conocida después como Capilla de los Reyes Viejos).


Sobre la hoy desaparecida sillería
figura la siguiente inscripción:
ESTA CAPILLA DEL REY DON SANCHO DE GLORIOSA MEMORIA
FUE FUNDADA SO INVOCACIÓN DE LA CRUZ
DO ESTÁ AHORA EL ALTAR MAYOR DE ESTA SANTA IGLESIA,
Y, QUEDANDO LOS CUERPOS DE LOS REYES
A LOS LADOS DEL ALTAR,
FUE TRASLADADA AQUÍ
POR MANDADO DE LOS CATÓLICOS PRÍNCIPES
DON FERNANDO E DOÑA ISABEL, NUESTROS SEÑORES,
EN 18 DE ENERO DE 1498 AÑOS.


Así pues, si bien se trasladó la capilla,
los cuerpos permanecieron en el enterramiento inicial,
convertido en altar mayor.


Cisneros mandó edificar la actual Capilla Mayor
en el lugar que ocupaba la Capilla de la Santa Cruz.

Para alojar adecuadamente
los restos de los reyes allí sepultados,
encargó al escultor Diego Copín de Holanda
unos mausoleos que fueron colocados en el nuevo presbiterio.

Allí continúan pues los restos mortales
de los reyes Alfonso VII, Sancho III y Sancho IV
y del infante don Pedro.


De las rejas laterales que cerraban la capilla en el siglo XIII
sólo se conserva la del lado de la Epístola.
La del lado del Evangelio fue sustituida hacia 1500
por el sepulcro del Cardenal Mendoza,
por encargo de Isabel la Católica.


Cierra el frontal de la capilla una reja renacentista
rematada con el escudo de Carlos I.

***

En 1947 el gobierno portugués de Oliveira Salazar
solicitó los restos del destronado rey luso Sancho II.

Se le suponía enterrado en la primitiva Capilla Real,
junto a los reyes castellanos.


Se abrieron entonces las cuatro tumbas del presbiterio,
se revisaron los restos, comprobándose sus identidades,
y se sacaron de los ataúdes algunos objetos.
Pero no se encontró el cuerpo del rey portugués.
Tampoco se encontraron los restos
de los dos arzobispos de Toledo de linaje real,
Sancho de Castilla y Sancho de Aragón.

***

Sobre los enterramientos de los llamados Reyes Viejos
se han escrito muchas imprecisiones.

Juan Francisco Rivera Recio,
canónigo-capellán mayor de la capilla de reyes,
presenció la apertura de las tumbas
y en 1985 trataba de aclarar confusiones.


Según la descripción de Rivera,
la ubicación de los restos es como sigue:

En el lado del Evangelio:
Alfonso VII en la parte inferior,
Sancho III en la superior.
En el lado de la Epístola:
Sancho IV en la parte inferior,
Don Pedro en la superior.

***

Se trata de dos monumentos funerarios
situados a ambos lados del presbiterio, enfrentados.


La disposición de ambos mausoleos es similar.
Cada uno de ellos contiene dos estatuas yacentes bajo arcosolios.
Las estatuas aparecen en un plano oblicuo
para facilitar su contemplación.
Las imágenes están ejecutadas en madera labrada y policromada.


Alfonso VII es retratado con barba,
corona, túnica, manto y chapines.

Sancho IV figura lampiño,
con hábito franciscano y descalzo,
y su mano derecha esboza un “mea culpa”.

***

Cuando se abrieron las tumbas,
se encontró lo siguiente:


El cadáver de Sancho IV estaba momificado.
Vestía sólo unos calzones
y llevaba a la cintura un cordón de San Francisco
y los pies cubiertos con calzado de cuero.
Don Sancho fue el primer rey castellano
en romper con la tradición de enterrarse
con el manto escarlata y los ropajes bordados en oro, plata y seda.
Llevaba, eso sí, corona, espada y espuelas.

El cuerpo se encontraba envuelto
en una rica colcha de valioso tejido oriental.
Este edredón no se ha devuelto a la tumba.
Conserva en su mitad una mancha oscura,
consecuencia del proceso de descomposición del cadáver,
y un olor a cadaverina imposible de eliminar,
pese a haber sido ventilado durante años.


El otro ataúd del lado derecho
contenía los restos de un niño,
del que sólo se conservaban los zapatos.
Se supuso que correspondían al bastardo de Alfonso XI.


En los dos sarcófagos del lado izquierdo
se encontraron cenizas de gusanos necrófilos.

Entre los restos de Alfonso VII había, casi intacto,
un almohadón aún mullido,
forrado con una tela decorada con leones y flores de lis.


El entonces cardenal-arzobispo de Toledo
dispuso que el cadáver de Sancho IV
fuera vestido con un hábito franciscano,
y depositado de nuevo en su cenotafio.


Se retiraron para su futura exhibición,
además de la mencionada colcha mortuoria,
la corona, la espada y las espuelas de Sancho IV,
la almohada de Alfonso VII
y las espuelas del infante don Pedro de Aguilar.
Todo ello se conserva en el cabildo de la catedral.

***

La corona es probablemente la misma
con la que don Sancho fue coronado.


Generalmente cada rey se hacía su corona para su coronación,
pero Sancho utilizó la corona de su padre,
la que Alfonso X legó en su testamento
a «aquel que con derecho e por nos heredare León».

Es una pieza única en España,
puesto que los franceses saquearon los sepulcros de las Huelgas,
donde podría haber más joyas de este tipo.

Está hecha de plata dorada,
con cuatro zafiros y cuatro camafeos de ónice.
El modelo de placas articuladas es bizantino.
El remate de castillos de tres torres es gótico.

El zafiro es una de las piedras preciosas
más valoradas en la Edad Media;
los de esta pieza, por tamaño y color, son excepcionales;
uno se encuentra en bruto
pero los demás han sido tallados con forma geométrica:
cuadrada, rectangular y octogonal.
Los camafeos son de los siglos I y II;
los reyes hispanos desde la época asturiana
son muy aficionados a coleccionar piezas antiguas,
de época romana o visigoda,
que reutilizan en sus propias joyas.

***

La espada es de acero y bronce,
con esmaltes rojos y blancos y cristal de roca.
La vaina es de madera, cuero rojo, tejido color verde y bronce.

Mide 101 centímetros de longitud total,
siendo 83 centímetros la longitud de la hoja.

Su estilo es una síntesis de lo cristiano y lo islámico.
La empuñadura es de tipo musulmán.
Hay adornos de escritura cúfica.

La empuñadura está tallada en madera,
adornada con escudos de Castilla y León,
esmaltados sobre una lámina de oro
protegida por una placa de cristal de roca incrustada en la madera.

La hoja está deteriorada por la corrosión
y en ella se aprecian restos de una inscripción en letra gótica.


No es una espada de combate,
dada la fragilidad de los materiales de la empuñadura.
La vaina es sencilla en comparación con la calidad de la espada,
lo que sugiere que era de uso diario;
probablemente se trata de la espada favorita del monarca.

***

En el monasterio de las Huelgas, en Burgos,
se conservan dos sepulcros
en los que la tradición del cenobio sostiene
que descansan los restos de Alfonso VII y Sancho III.

Pero en dichos enterramientos quienes están sepultados
son el infante Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X,
y su hijo primogénito Alfonso de la Cerda.
Los sepulcros están adornados
con los escudos de armas de ambos.

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