La Capilla del Ochavo se halla en el lugar más
recóndito.
Un lugar inaccesible, el más escondido de toda la
catedral.
Y en él se guardan abundantes reliquias,
ocultas a los ojos de los fieles.
Su acceso está protegido por una antecapilla
y por la capilla de la Virgen del Sagrario.
La capilla del Ochavo está situada en lo más hondo.
***
En 1591, por iniciativa del cardenal Quiroga,
surge el proyecto de creación de un “Sacrarium”,
un sitio donde alojar las reliquias depositadas en
la catedral.
En 1604 el cardenal Bernardo Sandoval y Rojas
modificó el diseño primitivo.
Tras muchas vicisitudes
y fallecimientos de varios de los maestros de obras,
en 1628 Jorge Manuel Theotocopuli, hijo de El Greco,
presentó un nuevo proyecto, que fue aceptado.
El resultado es una construcción de estilo
herreriano.
Los muros están revestidos de mármoles de varios
colores,
con molduras de bronce dorado.
El “Sacrarium” dio nombre a la Patrona de la ciudad,
la Virgen del Sagrario.
El Relicario está situado detrás de la capilla de la
Virgen.
Antiguamente sólo separaba ambos espacios
una verja de bronce
que cerraba el arco donde hoy se ubica la imagen de
la Virgen,
que se situaba sobre ese arco,
por lo cual recibió la advocación del lugar sacro.
En uno de los laterales de la capilla de la Virgen
se encuentra el sepulcro del cardenal Sandoval y
Rojas.
Esta capilla ha servido de enterramiento
a un buen número de arzobispos de Toledo,
como Portocarrero, cuyo epitafio se hizo famoso:
“Hic iacet, pulvis, cinis et nihil”
(“Aquí yace, polvo, ceniza y nada”).
El altar de la capilla del Sagrario
está flanqueado por dos puertas.
A través de ellas se accede a la capilla del Ochavo
o de los Relicarios.
La planta de ésta es ochavada,
recordando que el “8” es símbolo de eternidad.
Está concebida como un gran relicario.
Su cúpula es obra de Jorge Manuel Theotocópuli
y está decorada con frescos de Francisco Ricci y
Juan Carreño.
En los retablos adosados a los muros,
en 7 arcosolios
(la octava “ochava” está ocupada por la puerta de
acceso),
cada uno de ellos compartimentado en varias
vitrinas,
se ubican los relicarios,
más de 100 obras de orfebrería de los siglos XIII al
XVIII,
distribuidas en nichos y hornacinas,
en ostensorios, cofres y figuras diversas.
En 1673 se efectuó
el traslado de las reliquias catedralicias al
Ochavo.
***
Hay todo tipo de reliquias:
En la Segunda Ochava
se encuentra una estatua de Fernando III
con restos del rey santo.
En la Cuarta Ochava
se custodia la cruz del Cardenal Mendoza,
la primera cruz que se puso sobre la más alta torre
de la Alhambra.
(La cruz arzobispal, propiamente dicha, se rehizo en
el siglo XVIII,
pero el varal sí es el original).
Como cruz patriarcal, precede al Cabildo Primado
en la procesión del Corpus Christi y otras
solemnidades.
En la misma Ochava se encuentra también
la arqueta del siglo XVIII
con las reliquias de San Raimundo de Fitero,
los restos mortales del fundador de la Orden de
Calatrava.
***
Raimundo de Fitero murió en 1163.
Fue inhumado en Ciruelos,
en el monasterio cisterciense, hoy desaparecido,
al que se había retirado.
En la iglesia conventual,
en una sepultura en el suelo,
en la entrada del coro, debajo de donde se tañen
las campanas,
según cuanta la Crónica del rey Sancho el Deseado.
Sus restos fueron objeto de veneración desde el
siglo XIII,
como testimonian Ximénez de Rada y Alfonso X el
Sabio.
El cuerpo fue requerido en vano durante la Baja Edad
Media
por la Orden de Calatrava
y los monasterios de San Pedro Gumiel y Fitero.
Pero en 1468 Luis Núñez de Toledo, arcediano de
Madrid,
obtuvo una bula del papa Paulo II
para trasladarlo al monasterio cisterciense de
Montesión,
situado a las afueras de la ciudad de Toledo.
La bula se presentó al arzobispo de Toledo don
Alonso Carrillo.
En 1471
se comunicó la orden al cura de Ciruelos
y se procedió al traslado de los restos a Montesión.
El lugar de la iglesia de Ciruelos
en donde estuvo enterrado varios siglos el cuerpo de
San Raimundo
siguió siendo objeto de veneración durante muchos
años
y en 1768 Carlos III mandará colocar una reja
para proteger aquel santo lugar.
El cuerpo fue depositado en Montesión,
en una urna, debajo del altar de la capilla de la
Visitación,
patronato de don Luis Núñez de Toledo.
En 1485 los caballeros de Calatrava
solicitaron los restos de su fundador
por medio de su gran maestre don Garci López de
Padilla,
pero los monjes se negaron a entregarlos.
El maestre, en honor del abad,
entregó al monasterio una escultura de éste,
hoy desaparecida,
probablemente la primera representación del futuro
santo.
La fama de su santidad y de sus milagros se iba
divulgando.
En 1590
un monje del monasterio de Montesión,
fray Marcos de Villalba,
entonces abad de Fitero y por tanto sucesor de
Raimundo,
mandó hacer a su costa un nuevo monumento
funerario,
que se ubicó en la capilla mayor de Montesión.
Bajo un arco de medio punto
se colocaron los restos en una urna dorada.
La inscripción rezaba:
“Aqui yace el Bienaventurado Fr. Raymundo,
monge de esta Orden, primer abad de Fitero,
por quien Dios ha hecho muchos milagros;
el qual de licencia del Rey Don Sancho el Deseado,
defendió a Calatrava de los Moros
y instituyó en ella la Orden Militar de Calatrava.
Murió año de mil y ciento y sesenta y tres.
Trasladóse aquí año de mil quinientos y noventa”.
Fray Marcos, mecenas del nuevo sepulcro,
consiguió una reliquia del abad, que donó al
monasterio de Fitero
(conservada en la parroquia de Fitero,
en un relicario con forma de brazo
en el que se lee:
“Beati Raymundi primi Abbs. fiteriensis”).
En 1600 la Orden de Calatrava
volvió a reclamar el cuerpo de su fundador
y los monjes de Montesión volvieron a negárselo.
En 1721,
en base a un acuerdo entre Montesión y los calatravos,
sancionado por el rey Felipe V,
la Orden de Calatrava encargó unas urnas de plata
en las que se repartieron los restos del abad,
que había sido canonizado a comienzos de siglo.
Montesión se quedó con la parte principal
y pequeñas reliquias se enviaron a varios conventos:
el Sacro
Convento de Calatrava
(que se llevó dos huesos, de un brazo y de una
pierna),
las Calatravas
de Madrid,
las Calatravas
de San Felices de la ciudad de Burgos
y las monjas cistercienses de San Clemente de Toledo
(en el archivo de cuyo monasterio se guarda
la documentación relativa a la reliquia).
El reparto tuvo lugar en Montesión,
con asistencia de la comunidad de bernardos,
el comendador de Zorita,
el administrador de las Calatravas de Madrid,
el procurador de la Orden de Calatrava
y el general de los cistercienses.
La urna que se llevó a Calatrava
aún se conservaba en tiempos de la
Desamortización,
según consta en los inventarios.
En la actualidad ha desaparecido.
La urna de las Calatravas de Madrid
se halla hoy en el monasterio de Calatravas de Moralzarzal.
La urna que quedaba en Montesión
es la que hoy se guarda en la Capilla del Ochavo.
En el siglo
XIX, con motivo de la exclaustración
determinada por las leyes desamortizadoras,
las reliquias de Montesión fueron llevadas a la
catedral primada.
En 1993
el arzobispo de Toledo Marcelo González Martín
entregó una reliquia del santo
a la iglesia
parroquial de Ciruelos.
En 2007
el cardenal Antonio Cañizares
dio una reliquia del santo a la Orden de Calatrava
para ser guardada
en la iglesia
de la Concepción Real de Calatrava,
en la calle
Alcalá de Madrid.
***
Es de lamentar que los restos de Raimundo de Fitero
se encuentren escondidos, y olvidados, en la
catedral.
No deberían estar escondidos.
No deberían estar en la catedral,
sino en algún enclave calatravo,
donde pudieran ser visitados,
donde pudieran ser recordados.
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