Alcalá se halla a unos 30 kilómetros al Este de
Madrid.
Está situada en el límite con la comarca de la
Alcarria.
Se encuentra en el interior de un meandro del río
Henares.
El primer asentamiento fue la celtíbera Ikesancom Kombouto.
En la época romana
existió una villa.
Se estableció en el llano,
entre los dos ríos que delimitan la actual Alcalá,
con el nombre de Complutum,
que se supone deriva de “confluvium” (donde
confluyen los ríos).
La etapa hispano-romana de Complutum se cerró hacia
el año 305
con el martirio de dos niños complutenses : Justo y
Pastor,
durante la persecución anticristiana de
Diocleciano,
en las inmediaciones de Complutum,
en un campo donde serían enterrados.
Desde entonces los niños fueron venerados
y el lugar del martirio fue conocido como Campo Laudable,
denominación que los visigodos aplicaron
a la localidad que fue surgiendo en torno al
sepulcro.
Hacia el año 414 el arzobispo toledano Astúrico
Anulino
halló los restos mortales de Justo y Pastor
y levantó una capilla en dicho lugar
para proteger y venerar las reliquias.
Con ella se corresponde la actual cripta de la
iglesia Magistral.
Astúrico quedó tan impresionado por su hallazgo
que abdicó de la sede toledana
para permanecer el resto de sus días junto a las
reliquias,
y dejó vacante la arzobispal de Toledo hasta su
muerte.
Además creó la sede complutense,
de la que fue su primer obispo.
En la nueva sede episcopal se sucederán hasta
veintisiete obispos,
que aparecen en los distintos Concilios de Toledo.
Los musulmanes ocuparon la villa
y destruyeron la iglesia.
Los cristianos llevaron los restos de los Santos
Niños mártires
a un pueblo de un valle de Huesca
para evitar su profanación,
y no los regresaron hasta el siglo XVI.
Cerca de Complutum, los árabes levantaron una alcazaba:
Qal’at Abd al-Saläm, “Castillo de la paz”,
o Alkal'a Nahar, “Castillo sobre el Wadi Nahar”, el
río Henares,
fortaleza en torno a la cual creció una ciudad.
Los cristianos se referían a ella como Alcalá.
Al margen del enclave musulmán
siguió viviendo una minoría cristiana
en el Campo Laudable,
por el recuerdo de sus mártires.
Toledo había sido recuperado por los castellanos,
pero la Alcalá árabe permanecía amenazadora
en la retaguardia cristiana.
La misión de su conquista recayó en el arzobispo
Bernardo.
En 1118
el Arzobispo de Toledo, el borgoñón Bernardo de Sedirac,
reconquistó la plaza para Castilla.
El Arzobispo de Toledo Raimundo de Sauvetat
consiguió,
gracias a su amistad con el papa Urbano II,
que no se restituyera la diócesis de Alcalá,
y en 1129
obtuvo de Alfonso VII el Emperador,
la donación de Alcalá
(“el castro que ahora se dice Alcalá, pero
antiguamente Compluto”)
al arzobispado de Toledo,
pasando a ser la localidad un señorío eclesiástico.
Al convertirse así Alcalá
en señorío prelaticio de la sede primada de
España,
quedó vinculada a la historia de los arzobispos
toledanos.
En los siglos
XII y XIII, el culto a los Niños tuvo la consecuencia
de que la población de la zona
se desplazara definitivamente al sitio del martirio.
En el Campo Laudable, donde estuvo la primitiva
ermita,
se construyó una iglesia
(sobre la cual tiempo después se levantará la
Magistral)
en torno a la cual fueron extendiéndose las calles.
Y el nuevo asentamiento fue llamado Burgo de San Justo:
Burgo de Santiuste.
También se empezó a usar el nombre de Alcalá la
Nueva
(en contraste con la Vieja, junto al castillo).
Y posteriormente Alcalá de Sant Yuste o Santiuste,
con la aclaración geográfica de “Fenares” o
Henares.
A lo largo de los siglos XIV y XV
se consolidó el nombre actual de Alcalá de Henares.
***
Los arzobispos procedieron a amurallar la ciudad.
En el siglo XIII,
el Arzobispo Rodrigo
Ximénez de Rada (1209-1247)
dispuso que uno de los dos vicarios de Toledo
residiera en Alcalá,
con iguales prerrogativas que el de Toledo.
En 1209 hizo construir junto a la muralla una
fortaleza
que pronto se convertirá en Palacio Arzobispal,
residencia del prelado en la ciudad,
que adquirió la consideración de Corte Arzobispal.
En el siglo XIV, el Arzobispo Pedro Tenorio (1377-1399),
para reforzar la muralla, hizo construir más de
veinte torreones,
en algunos de los cuales figura el escudo del
prelado.
También incrementó la protección del Palacio
con un nuevo recinto, foso y baluarte.
Uno de los torreones, el más hermoso, lleva su
nombre,
Torreón de Tenorio.
Se halla entre las plazas de las Bernardas y del
Palacio Arzobispal.
Está decorado con saeteras y matacanes.
También hay en él, debido a la reforma de Manuel
Laredo,
un balcón decimonónico de estilo tudor.
Actualmente es la sede de la librería diocesana
y se puede visitar en horario comercial.
En el siglo XV, el Arzobispo Alonso Carrillo de Acuña (1446-1482)
construyó una segunda muralla
para proteger el nuevo caserío
formado extra-muros de la antigua villa,
incluyendo la plaza del Mercado (hoy plaza de
Cervantes).
Del recinto amurallado hoy sólo se conservan
los tramos que rodean el Palacio Arzobispal,
pero en su día abarcó toda la villa.
En un dibujo de 1565,
del paisajista flamenco Anton Van Den Wyngaerde,
se observa el amurallamiento completo.
Dieciséis de esas torres siguen en pie,
todas cuadradas menos una redonda,
y algunas de ellas se pueden visitar.
En 1778 el Arzobispo Francisco Antonio Lorenzana
(restaurador del rito mozárabe)
mandó construir la Puerta de Madrid.
Para ello, se derribó parte del recinto amurallado.
El modelo fue la madrileña Puerta de Alcalá.
Hay en ella una referencia a su fundador
y una mención al rey Carlos III,
que había encargado la Puerta de Alcalá
y había visitado la villa complutense
cuando Luis Fernández de Córdoba (1755-1771)
era Arzobispo de Toledo.
Así, si en la capital de España hay una puerta
llamada de Alcalá,
aquí hay una llamada Puerta de Madrid.
Se encuentra muy próxima al Palacio Arzobispal
y al lado de lo poco que queda de la muralla.
(Bajo los arcos de esa puerta
desfilaron las legiones de la película Espartaco,
de Stanley Kubrick, en 1956.
Se usaron como extras para el rodaje a soldados de
Caballería
que estaban haciendo el servicio militar en Alcalá).
La única torre albarrana fue destruida en 1834
para usar sus piedras como material de construcción
del cementerio.
La ciudad no desbordó el recinto amurallado medieval
hasta finales del siglo XIX,
cuando se empezó a construir
en los alrededores de la vía y la estación del
ferrocarril.
***
En el siglo XIV ocupó el arzobispado
el Infante don Juan de Aragón, hijo de Jaime II
(1319-1326).
Con él se celebró en Alcalá su primer Concilio
provincial, en 1325,
para tratar sobre prebendas, honestidad y disciplina
de los clérigos.
Le sucedió don Jimeno de Luna, tío del antipapa
Benedicto XIII
y primero de los arzobispos toledanos fallecidos en
Alcalá.
Sucedió a Luna el Arzobispo Gil de Albornoz
(1339-1350),
amigo y consejero de Alfonso XI
y que mandó encarcelar en Guadalajara al Arcipreste
de Hita.
Durante su gobierno,
en 1348 Alfonso XI convocó Cortes en Alcalá
y en ellas se promulgó el “Ordenamiento de Alcalá”,
compilación de Derecho romano y canónico
que se aplicaba en Castilla,
que estuvo vigente hasta 1889,
hasta las primeras Constituciones del siglo XIX.
A Albornoz le siguieron en la silla toledana tres
arzobispos:
Gonzalo de Aguilar, Blasco y Gómez Manrique.
Personajes que no dejaron huella en Alcalá.
A continuación ocupó la archidiócesis don Pedro
Tenorio.
En 1379 Tenorio presidió en el Palacio un Concilio
Nacional convocado
para definir la postura de la Iglesia española
ante el Cisma de Occidente
y en el que se adoptó la decisión
de no reconocer ni a Urbano VI ni a Clemente VII,
los Papas en litigio.
Siendo Arzobispo don Pedro,
el 9 de octubre de 1390 se produjo en las
inmediaciones del Palacio
la muerte de Juan I, por una caída del caballo.
El Arzobispo ocultó el hecho para ganar tiempo
y, en contacto con la reina, tomar las medidas para
asegurar
la sucesión de su hijo, Enrique III, que sólo tenía
11 años.
Pese a ello, no pudo evitar intrigas y revueltas,
durante las cuales el propio prelado fue preso.
En 1399, el año de la muerte de Tenorio,
tuvo lugar en Alcalá, bajo la presidencia del rey,
una reunión de doctores y prelados de Castilla,
en la cual se retiró el reconocimiento a Benedicto
XIII.
El sucesor de Tenorio fue don Pedro de Luna (1404-
1414),
sobrino de Benedicto XIII.
A éste le sucedieron Sancho de Rojas (1414-1422)
y Juan Martínez Contreras (1422-1434).
Don Álvaro de Luna consiguió el arzobispado de
Toledo
para su hermano uterino, don Juan de Cerezuela
(1434-1442).
Siguió a éste don Gutierre de Toledo (1442-1445).
Y a éste don Alonso Carrillo y Acuña (1446-1482).
***
El Arzobispo
Alonso Carrillo y Acuña
fue buen guerrero y gran intrigante.
Primero favoreció la candidatura al trono
de la princesa Isabel frente a su sobrina Juana,
pero después cambió de bando
y se alió con el rey de Portugal.
Tras la batalla de Toro, Carrillo fue perdonado por
Isabel
pero hubo de rendir a la Corona el castillo de
Alcalá.
Don Alonso había nacido en una población de Cuenca
pero llegó a sentirse muy vinculado a Alcalá.
En 1453 fundó en Alcalá
el Convento
de Santa María de Jesús o de San Diego,
de la Orden franciscana.
Fue el más antiguo de los fundados en Alcalá,
y se ubicó
fuera de sus murallas,
en la actual plaza de San Diego,
en el lugar en que se emplazaba
la parroquia de Santa María la Mayor,
que fue desplazada al fondo de la plaza del Mercado,
en una nueva construcción que englobaba
la ermita de San Juan
y la Capilla del Oidor (donde después será
bautizado Cervantes).
Al convento trasladó Carrillo en 1459,
tras solicitar y obtener una bula papal,
el Estudio General fundado por Sancho IV.
Tres Cátedras de Artes y Gramática.
Una de ellas se ubicó en el mismo convento
(para que pudieran estudiar los religiosos sin salir
del cenobio)
y las otras dos cerca del mismo,
para lo cual se fabricó una casa muy próxima al
convento
(en el espacio donde después se instalaría
el Colegio Mayor de San Ildefonso).
Estas cátedras serán integradas por Cisneros
en la nueva Universidad.
El Convento de Santa María de Jesús
fue siempre el predilecto de Carrillo.
El Arzobispo murió en Alcalá
y fue enterrado en su convento,
en el centro del altar mayor,
en un magnífico sepulcro de alabastro blanco.
Se ha relacionado la ejecución de este sepulcro
con el maestro Sebastián de Toledo
(formado en el taller de Egas
y colaborador de Juan Guas en Segovia),
quien, en 1489, contrató con María de Luna,
duquesa del Infantado,
los sepulcros de sus padres Álvaro de Luna y Juana
Pimentel
para su capilla funeraria en la catedral de Toledo,
citando como modelo el del Arzobispo Carrillo.
Asimismo se asocia con este maestro
el sepulcro de don Martín Vázquez de Arce, el
doncel de Sigüenza.
En el siglo XVII, don Juan de Acuña, descendiente de
Carrillo,
mandó tabicar la entrada de la capilla de los
Guzmanes,
y el arco de acceso a ésta quedó convertido
en una especie de arcosolio
bajo el cual se instaló adosado el sepulcro del
Arzobispo,
retirándolo del centro del presbiterio, donde
molestaba.
Así el sepulcro de Carrillo quedó
bajo el pelícano que había en la clave del arco.
Tras la Desamortización, el edificio fue demolido
para levantar en 1864 el Cuartel de Caballería de
San Diego,
posteriormente denominado Cuartel del Príncipe de
Asturias.
Este edificio fue cedido por Defensa a la
Universidad de Alcalá
en 2005.
En la actualidad está siendo remodelado
para convertirse en parte de las instalaciones
universitarias.
En 1856 el sepulcro de Carrillo fue trasladado a la
Magistral.
Al hacerlo, se consideró un monumento unitario
el sepulcro y el arco de entrada a la capilla
donde figuraba el pelícano abriéndose el pecho con
el pico
con su leyenda
“si el alma no se perdiera, lo que esta ave yo
hiciera”.
Fue así como se produjo el “hermanamiento”
de Carrillo con el pelícano
en un documento oficial.
El sepulcro sufrió graves daños
cuando la Magistral fue incendiada y saqueada en 1936.
Sólo han sobrevivido algunos fragmentos
que recientemente se han recompuesto;
parte de la figura yacente se conserva
pero del rostro no queda nada.
***
Sucedió a Carrillo en el arzobispado de Toledo
el Gran Cardenal don Pedro González de Mendoza
(1483-1495).
Bajo su prelatura, Colón fue recibido en Alcalá por
los Reyes Católicos
y Antonio de Nebrija, por encargo de Isabel,
publicó en Alcalá, dedicada a la Reina, su
Gramática.
Mendoza no tuvo especial interés por Alcalá,
pero fue el descubridor y protector
del franciscano Francisco Jiménez de Cisneros,
al que hizo confesor de la Reina
y, ya en el lecho de muerte, recomendó
para que le sucediera en la Primada de Toledo.
Entre tanto, muchas villas medievales
fueron adquirendo el carácter de realengo,
liberándose de su pertenencia a los señoríos.
No fue ése el caso de Alcalá,
ni aun cuando Carlos II le otorgue el título de
“ciudad”.
A cambio, el tener por señores a los prelados, con
su inmenso poder,
le aseguraba la obtención de numerosos privilegios.
Hubo incluso Arzobispos Infantes,
desde el siglo XIII, cuando a Ximénez de Rada le
suceden
don Sancho de Castilla, hijo de Fernando III,
y don Sancho de Aragón, hijo de Jaime I,
hasta el siglo XIX con don Luis María de Borbón.
Alcalá perteneció durante ochocientos años
a la jurisdicción de los arzobispos de Toledo.
Esto hizo que siempre estuviera en el centro del
poder religioso,
que durante siglos fue también poder político.
Muchos arzobispos toledanos sintieron preferencia
por “la su villa de Alcalá”
entre todas las que constituían su señorío
temporal.
Alcalá fue la corte de los arzobispos toledanos.
Gonzalo
Jiménez de Cisneros
(cambiará
su nombre por Francisco)
nació en la localidad madrileña de Torrelaguna en
1436.
Estudió en Alcalá,
en el Estudio Viejo anejo al convento de los
franciscanos,
y luego en Salamanca y Roma.
En 1471 fue nombrado arcipreste de Uceda por el
Papa.
Esto le llevó a un enfrentamiento
con el Arzobispo de Toledo, don Alonso Carrillo,
que reservaba el puesto para un familiar suyo.
Carrillo hizo encarcelar a Jiménez
y lo mantuvo confinado hasta 1480.
Entonces fue trasferido a la diócesis de Sigüenza
por el cardenal Mendoza
y allí inició su carrera eclesiástica y política.
“No crió Dios a Cisneros
para dejarle oculto en el desierto de los
claustros”,
se dice que dijo Mendoza.
Sin embargo, en 1484 Cisneros decidió hacerse
franciscano.
Ingresó probablemente
en el convento de San Juan de los Reyes de Toledo,
recientemente edificado por los Reyes Católicos,
y cambió su nombre por Francisco.
En 1492, cuando fray Hernando de Talavera
fue designado Arzobispo de Granada,
quedó vacante el puesto de confesor de la Reina
y el Cardenal Mendoza recomendó para este cargo a
fray Francisco,
quien comenzó así a intervenir en la vida política
como consejero de Isabel la Católica.
En 1495 falleció el Cardenal Mendoza
y Cisneros accedió al arzobispado de Toledo,
la máxima dignidad eclesiástica
y uno de los puestos políticos más importantes de
España.
El Viernes Santo de 1495, en Madrid,
la Reina Isabel entregó a Cisneros una bula
por la cual era designado Arzobispo de Toledo.
Cisneros al principio se mostró reacio,
pero aceptó ante un Breve Papal de Alejandro VI.
Será Arzobispo de Toledo de 1495 a 1517.
Pero además fue un gran político y militar,
fue tanto príncipe de la Iglesia como hombre de
Estado,
Cardenal que ocupó dos veces el trono de España:
Ostentó en dos ocasiones la Regencia del Reino
y fue consejero en la anexión de Navarra.
Y además dio un gran impulso a la cultura
y promovió la reforma religiosa
(para lo cual fundó tres conventos franciscanos en
Alcalá).
Fue un asceta reformador,
pero también un hombre renacentista,
generoso mecenas de instituciones y obras culturales
y científicas.
En 1504 falleció Isabel la Católica,
lo que planteó una crisis sucesoria en Castilla.
Según el testamento real,
la princesa Juana heredaba la Corona de Castilla,
pero el testamento incluía una cláusula
por la que Juana debía ceder sus derechos a su
padre, Fernando,
en el caso de trastornos mentales.
El Reino se dividió entre los partidarios de
Fernando
y los de Felipe el Hermoso, el esposo de Juana.
En 1505 se reconoció a Felipe como rey consorte,
pero éste murió en 1506.
Ello determinó la constitución de una Regencia
con los nobles más fieles a Isabel.
Esta Regencia fue encabezada por Cisneros,
quien se encargó de atajar las agitaciones
de quienes querían entregar el gobierno
al emperador Maximiliano de Austria (padre de
Felipe).
En premio a su fidelidad,
Fernando consiguió para Cisneros la dignidad
cardenalicia en 1507.
Comenzó entonces la participación de Cisneros
en las campañas de África del Norte,
cuya dirección le fue otorgada por el Rey,
y en 1509 intervino personalmente en la conquista de
Orán.
En 1516 falleció Fernando II de Aragón y V de
Castilla.
En sus últimos días, sus consejeros consiguieron
evitar
que nombrara como sucesor, en detrimento de Carlos,
a su nieto Fernando, por el que sentía un gran cariño
y que había nacido en Castilla, en Alcalá, en 1503.
Dejó como regente de Aragón y Nápoles
a su hijo natural, Alonso, Arzobispo de Zaragoza,
y como regente de Castilla al Cardenal Cisneros,
en espera de la llegada de su sucesor, Carlos I,
desde Flandes.
Cisneros tuvo que hacer frente
a la insurrección de los moriscos,
a la sublevación de las Comunidades de Castilla
y a los intentos de los colaboradores flamencos de
Carlos I
por intervenir en la política castellana.
Se ocupó también del ejército;
fomentó la artillería y la construcción naval.
Y se preocupó asimismo por que los indígenas
americanos
no fueran tratados como esclavos.
Pero el gran proyecto de su vida,
su gran obra y su gran legado,
fue la Universidad
de Alcalá,
plasmación de su personalidad y su pensamiento.
En 1293 el Arzobispo de Toledo don Gonzalo García
Gudiel
había obtenido licencia de Sancho IV
para crear en Alcalá un Studium Generale
(Estudio General,
como entonces se denominaban los estudios
universitarios),
“con las mismas franquezas, para los maestros y
escolares,
que estaban concedidas al Estudio General de
Valladolid”.
El Estudio de Valladolid había sido fundado en 1292
y el de Salamanca en 1218.
El de Alcalá fue el tercero de España.
Este Estudio será el germen de la Universidad.
Los Estudios medievales habían sido
centros aislados para el cultivo del saber.
Cisneros se planteó la apertura de estos centros,
su participación en la actividad social y en las
estructuras de poder.
El Cardenal Cisneros adecuó la Universidad a la
nueva época,
la Edad Moderna.
Iba a ser una Universidad renacentista y humanista
heredera de las medievales, y esencialmente
juristas,
de Salamanca y Valladolid.
Los Reyes Católicos y Cisneros conocían
la importancia de la educación y la cultura
dentro del proyecto reformador
que Estado e Iglesia habían emprendido.
Gracias a la colaboración
entre Isabel y Fernando, Cisneros y el Papa
Alejandro VI,
surgió el plan de creación de un nuevo centro
universitario en Castilla
que respondiese a los ideales educativos de los
nuevos tiempos
que todos ellos compartían.
Para ubicar este centro, Cisneros eligió Alcalá,
lugar sobre el que tenía jurisdicción como Arzobispo
de Toledo.
En el periodo de transición entre las Edades Media y
Moderna,
Europa vivió profundos cambios.
Es el tiempo del Renacimiento, de aparición del
Estado Moderno,
de la revolución educativa, de la laicización de la
sociedad
y también de los movimientos de renovación
espiritual y religiosa.
En el contexto de cambios de la España de los Reyes
Católicos,
hubo grandes personajes que protagonizaron
la creación de una política
religioso-cultural-universitaria
común a la Monarquía y a la Iglesia.
Su ideario se basaba en un programa reformador
y en un proceso de reconstrucción del Reino
de acuerdo con los postulados de centralización
y unificación del poder,
de creación de la Monarquía Hispánica.
Cisneros fue protagonista de este proceso
y de la reforma eclesiástica que se inició en
Castilla en el siglo XV.
El Cardenal dirigió personalmente su creación
universitaria,
pues quería que Alcalá fuese
uno de los pilares del poder en España:
el pilar cultural, junto al político y al religioso:
Alcalá sería el centro de formación que
proporcionaría
los mejores funcionarios y los mejores
eclesiásticos,
de acuerdo con los propósitos regeneradores.
Letrados capaces de dirigir
los complejos asuntos de la nueva monarquía;
clérigos que conocieran tanto la espiritualidad
cristiana
como las aportaciones de la antigüedad clásica.
La formación teológica y humanística,
uniendo tradición y modernidad,
daría como resultado
al nuevo hombre complutense que Monarquía e Iglesia
necesitaban,
puesto al servicio de Dios y de los Reyes
(el mejor servicio a Dios era el servicio a los
Reyes).
Cisneros concibió la nueva institución universitaria
como instrumento para llevar adelante su programa
reformador,
como respuesta a las necesidades de renovación
de los cuadros de poder religioso y civil y de la
sociedad en general.
Su idea era elevar el nivel intelectual y espiritual
por medio de un programa de enseñanza
con una orientación tanto teológica como humanística
y con un novedoso planteamiento de acceso a los
textos
que implicaba el dominio del hebreo, el griego y el
latín.
(proceso que permitió asumir
el mejor espíritu del humanismo cristiano
que cristalizó en la Biblia Políglota Complutense).
El proyecto era crear una Ciudad del Saber
y para ello el Cardenal planificó todos los detalles
de su creación,
desde el lugar más adecuado para su emplazamiento
hasta la motivación fundacional y los textos
normativos,
el plan de estudios y la financiación.
No se trataba sólo de fundar una Universidad en una
ciudad,
sino de acondicionar toda una ciudad
para ponerla al servicio de la institución
académica.
Así se diseñó el primer modelo de Ciudad
Universitaria,
con un trazado urbanístico
adecuado a las necesidades de la institución.
Cisneros concibió la creación de una ciudad para la
cristiandad,
en la que se hermanasen humanismo literario y
teología bíblica
y a la que acudiesen maestros y estudiantes,
frailes, escritores e impresores.
Basó su proyecto en los libros y su difusión,
y de ahí la importancia que dio
a la biblioteca del Colegio y a la imprenta.
La Universidad de Alcalá,
llamada “Praeclarissima Complutensis Universitas”,
fue la primera Universidad renacentista española
y la primera ciudad universitaria planificada del
mundo,
el primer campus universitario organizado,
con un amplio grupo de edificios y calles de trazado
moderno.
Fue el ejemplo de comunidad urbana ideal
que los misioneros españoles trasplantaron a
América,
y sirvió de modelo a muchas Universidades en Europa.
La Universidad fundada por el Cardenal en Alcalá
y el mismo Cisneros
tuvieron un papel trascendental en la formación del
Estado español
y en la divulgación del pensamiento y de la cultura
españoles.
La Universidad de Alcalá está íntimamente ligada
a los orígenes de la España moderna.
Con su plan renacentista,
el Cardenal creó una nueva fórmula educativa,
el Colegio-Universidad,
centrado en el Colegio Mayor de San Ildefonso.
La ciudad se desarrolló alrededor
del Colegio-Universidad
de San Ildefonso.
En 1488 ya pensaba Cisneros en la fundación de una
Universidad.
Para ello pidió autorización al Vaticano
y visitó Alcalá para escoger su emplazamiento.
Cisneros obtuvo para su proyecto
una bula pontificia, concedida en 1499
por el papa español Alejandro VI.
En ella se decía:
«Entre todo lo que el hombre mortal
puede obtener en esta efímera vida,
lo más importante es que logre alcanzar el tesoro de
la ciencia».
Con antelación a la obtención de la bula,
Cisneros, que ya era mayor y deseaba ver
materializada su idea,
ya había comenzado el acondicionamiento de terrenos.
El arquitecto alcalaíno Pedro Gumiel
trazó el plano del Colegio de San Ildefonso,
centro de la fundación.
La primera construcción,
debido a las urgencias del Cardenal,
fue un humilde edificio provisional de ladrillo y
mampostería.
materiales pobres pero que agilizaban la
construcción
(el ladrillo aún se puede apreciar
en los extremos laterales de la fachada principal).
En 1508 Cisneros inauguró el primer curso
en el Colegio de San Ildefonso.
Se dice que el Rey Fernando se burló
de aquella pobre edificación de adobe
y que Cisneros replicó:
“otros harán en piedra lo que yo he hecho en barro”,
y de ahí el lema que figura en el patio principal:
EN LUTEAM OLIM CELEBRA A MARMOREAM,
“fue de barro, será de mármol”.
Al frente del Colegio estaba el Rector,
colegial de San Ildefonso y nombrado por los
arzobispos toledanos,
auxiliado por un Canciller
(cargo vinculado al Abad de la Iglesia Magistral).
La Capilla
era el centro del Colegio.
La Capilla de San Ildefonso se construyó
como iglesia del Colegio Mayor, sede de la
Universidad.
Una Capilla con derechos de iglesia parroquial.
Allí se promulgaron las Constituciones
para el buen régimen de cátedras y estudios.
Allí se recibía anualmente al visitador
y se reunía el claustro de colegiales
que era el órgano de gobierno de la vida
universitaria
que dictaba las disposiciones que ejecutaba el
rectorado.
Allí los estudiantes de teología realizaban sus
sermones en latín
y allí se recibía a los vecinos de Alcalá en las
solemnidades religiosas,
en las que los sermones eran en castellano.
los colores de su escudo, el amarillo y el rojo,
el cordón franciscano,
un relieve en piedra con la imagen
de la imposición de la casulla a San Ildefonso,
y elementos decorativos que conjugan
Las campanas para la espadaña se hicieron con el
bronce
de los cañones tomados por Cisneros
en la conquista de Orán en 1509.
La Capilla está construida en el llamado estilo
Cisneros,
que combina el mudéjar, el gótico y el renacentista.
(La importancia de Cisneros fue tal
que su apellido sirvió para dar nombre a un estilo
arquitectónico,
estilo Cisneros, desarrollado en Toledo y Alcalá de
Henares
durante su etapa de gobernación;
las obras más significativas de este estilo fueron
la antesala capitular de la catedral de Toledo
y la capilla y el paraninfo de la Universidad de
Alcalá).
El interior de la Capilla es de una sola nave
y no ha sufrido alteraciones de importancia desde la
fundación.
Está cubierta por un artesonado mudéjar.
Los muros están decorados por abundantes yeserías.
Y allí quiso Cisneros ser enterrado:
«Donde quiera que me halle la muerte,
pido que mis restos sean trasladados a mi Capilla de
San Ildefonso
que yo fundé en Alcalá».
En la Capilla se halla el sepulcro del Cardenal,
elaborado en mármol de Carrara en 1521
(sepulcro que no corresponde a la voluntad de
Cisneros,
que quiso una sepultura sencilla).
Los restos mortales de Cisneros se encuentran
bajo una lápida en la Iglesia Magistral, en sitio no
visible.
También están enterrados en la Capilla de San
Ildefonso
La Capilla contó con ocho capillas menores en los
dos laterales,
en las que fueron enterradas figuras relacionadas
con la Universidad,
los artífices de la Biblia Políglota,
el gramático Elio Antonio de Nebrija
y otros destacados profesores:
Diego López de Estúñiga; Juan de Vergara;
el médico Antonio de Cartagena
y el médico de Felipe II,
Francisco Vallés de Covarrubias, llamado “el
Divino”,
cuyos restos se han encontrado en la reciente
rehabilitación,
dentro de una urna de plomo en una de las paredes.
Dentro del Colegio de San Ildefonso,
el paso interno se ordena a través de tres grandes patios:
el de Santo Tomás de Villanueva, el de Filósofos y
el Trilingüe.
El patio principal, llamado primero de Escuelas
(Tomás García Martínez,
alumno de la primera promoción de estudiantes,
posterior arzobispo de Valencia
y primer santo salido de estas aulas,
inicialmente se realizó en ladrillo
En la parte superior del mismo,
figuran las palabras latinas
atribuidas por la tradición a Cisneros:
EN LUTEAM OLIM, CELEBRA A MARMOREAM.
A continuación se encuentra el patio de Filósofos,
Poco queda de este claustro,
al haber sido empleado en el siglo XIX para usos
industriales,
En este patio estaba ubicada la cárcel de la
Universidad,
ya que los alumnos debían cumplir una serie de
normas
durante su estancia estudiantil,
como el toque de queda o la castidad,
En el patio había dos puertas, a la izquierda y a la
derecha,
de la que sólo se conserva la de la derecha,
llamada “Puerta de la Gloria”,
pues cuando los alumnos aprobaban pasaban por ella
y eran aclamados y vitoreados;
al lado opuesto estaría la “Puerta de los Burros”,
que era por que la que salían los alumnos que
suspendían
y eran abucheados y ridiculizados.
El tercero es el patio Trilingüe,
que perteneció al Colegio de San Jerónimo
Recibe el nombre por haber acogido
a estudiantes de latín, griego y hebreo.
Se halla contiguo a la Hostería del Estudiante.
en el clausurado edificio del Colegio de San Jerónimo.
Al patio Trilingüe da la puerta principal del Paraninfo.
y donde se celebraban los actos académicos solemnes.
Ahora es el espacio donde se entrega cada año, el 23
de abril,
el Premio Cervantes de Literatura.
Entre la Capilla y la Universidad existe un cuarto
patio,
el patio de las Lenguas.
A él se puede acceder tanto desde el primer patio
universitario,
el de Santo Tomás de Villanueva,
como desde la propia Capilla.
La Capilla de San Ildefonso, el Patio Trilingüe y el
Paraninfo
son los únicos lugares que se conservan
de los que se construyeron en vida del Cardenal.
Pedro Gumiel fue el arquitecto no sólo del Colegio
de San Ildefonso
sino de todo un complejo inmobiliario.
Cisneros quiso que en la Universidad
pudieran estudiar no sólo los ricos
sino también alumnos pobres,
por lo que se establecieron ayudas económicas,
similares a las actuales becas.
Para ello junto al Colegio Mayor se crearon
varios colegios para estudiantes humildes,
los Colegios
Menores.
Cisneros decidió la creación de seis colegios:
Madre de Dios, para teólogos y médicos;
Santa Catalina, para físicos;
Santa Balbina, para lógicos;
San Eugenio, para gramáticos y estudiantes de latín,
San Isidoro, para gramáticos y estudiantes de griego
(ambos en el siglo XVII se fundieron en uno solo,
San Ambrosio);
San Pedro y San Pablo,
para los frailes franciscanos -la Orden de Cisneros-
(el único vinculado a una orden religiosa).
Sabiendo que en vida no podría ver desarrollado
todo su plan complutense,
Cisneros dejó establecidos en su testamento
los detalles acerca de su futura evolución.
El proyecto de Cisneros se fue ampliando con la
creación
de un gran número de colegios mayores y menores,
iglesias, conventos, seminarios, hospitales,
biblioteca, imprenta,
viviendas para maestros, estudiantes y sirvientes de
la Universidad
y un elevado número de obras de caridad y
beneficencia.
Una ciudad nueva de la que Francisco I dijo:
«Un solo fraile ha hecho en España
lo que en Francia hubieron de hacer muchos reyes».
Cisneros cambió el modelo de Universidad que había
hasta entonces.
La de Alcalá fue pionera en cuanto a funcionamiento,
ya que hasta entonces no había ninguna
que diera formación académica
y a la vez ofreciera alojamiento a sus estudiantes,
por lo que fue un sistema imitado en años
posteriores
por el resto de Universidades del mundo.
Se convirtió en referente mundial
y en una de las Universidades más importantes de
España,
junto con las de Salamanca y Valladolid.
Cisneros y los Reyes Católicos eran conscientes
de la importancia de la imprenta
para la difusión de sus proyectos político-culturales.
En Alcalá, a instancias de la Reina Isabel,
Unos años después, en el Taller de Arnao Guillén
Brocar,
se compuso el primer tomo de la Biblia Políglota Complutense.
La Biblia Políglota fue la mejor expresión
del proyecto teológico-humanista de Cisneros
El mismo Cardenal manifestó:
«Aunque hasta el presente he llevado a cabo
muchas empresas duras y difíciles por la nación,
nada es más de mi agrado,
por lo que debáis felicitarme con más efusión,
que por esta edición de la Biblia».
Cisneros reunió al mejor equipo de filólogos y otros
eruditos
para formar a los colegiales de San Ildefonso
y preparar la edición de la Biblia Políglota.
En 1504 comenzó a organizar Cisneros los trabajos
para llevar a cabo una edición de la Biblia en sus
lenguas originales.
En ella participaron, entre otros,
los conversos Alonso de Alcalá, Pablo Coronel y
Alfonso Zamora,
que se encargaron de la parte hebrea y aramea.
De la parte griega se encargaron
el cretense Demetrio Lucas y Hernán Núñez, el
Pinciano.
Antonio de Nebrija se ocupó de la corrección de la
Vulgata,
el texto latino de San Jerónimo.
Arnao Guillén de Brocar realizó
uno de los alardes tipográficos más notables
Los tipos griegos son considerados
como los más bellos jamás creados,
y los hebreos sirvieron de modelo a los de la Biblia
Regia,
segunda Políglota, impresa por Plantino,
en Amberes, entre 1569 y 1573.
La Complutense consta de seis tomos en folio.
Los tomos I al IV corresponden al Antiguo Testamento
y comprenden: el texto arameo, el Tárgum de Onkelos
(ambos con traducción latina interlineal) y la
Vulgata.
El tomo V contiene el Nuevo Testamento griego,
la versión latina literal y la Vulgata.
El tomo VI es un apéndice con vocabulario hebreo y
arameo
y una gramática hebrea.
La totalidad de la obra se imprimió
entre 1514 y 1517.
entre 1514 y 1517.
El 8 de noviembre de 1517 murió Cisneros
en el pueblo burgalés de Roa,
de camino al encuentro del nuevo monarca Carlos I.
Fue enterrado con grandes honores en Alcalá,
a cuya Universidad dejó la mayor parte de su
fortuna.
Se abrió el proceso de canonización,
al cual se dedicó mucho tiempo y dinero, pero sin
éxito.
En el epitafio de su sepulcro dice:
«Yo, Francisco, que hice edificar a las Musas un
Colegio Mayor,
Yazco ahora en este exiguo sarcófago.
Uní la púrpura al sayal, el casco al sombrero,
Fraile, Caudillo, Ministro, Cardenal,
Junté sin merecerlo la corona a la cogulla
Cuando España me obedeció como a Rey».
Fue en tiempos de Carlos I
cuando se rehizo la obra inicial del Colegio Mayor,
con espléndida fachada plateresca
realizada por Rodrigo Gil de Hontañón.
Dos escudos del Cardenal Cisneros.
El escudo del Emperador.
La imagen de San Ildefondo, patrón de la
Universidad.
Dos representaciones de Hércules sujetando las
columnas.
Las esculturas de la mitología clásica de Perseo y
Minerva.
La imagen de Dios con el globo terráqueo.
Una mezcla de temas religiosos y políticos,
así como de mitología clásica, de moda en el
Renacimiento.
En época posterior a la de Cisneros se construyeron
nuevos Colegios Menores
que, a diferencia de los fundados por el Cardenal,
estarán vinculados a otras instituciones,
aunque con cierta dependencia del Colegio Mayor.
Quedaron vinculados a:
- Órdenes militares.
- Órdenes religiosas:
cistercienses, dominicos, agustinos, carmelitas,
jesuitas,
basilios, mercedarios, trinitarios...
- Diócesis
(como el Colegio de San Clemente Mártir o de los
Manchegos).
- La Casa Real
(como el de San Felipe y Santiago, fundado por
Felipe II).
- Fundaciones privadas
(como el de Santiago o de los Caballeros Manriques,
el de Santa Catalina Mártir o de los Verdes,
el de San Ciriaco y Santa Paula o de Málaga,
el de San Jorge o de los Irlandeses).
La ciudad universitaria llegó a contar con 30
Colegios Menores.
La época de mayor esplendor de la Universidad Complutense
fueron los siglos XVI y XVII, el “Siglo de Oro
Español”.
La Universidad de Alcalá se transformó
con ampliaciones y mejoras tanto arquitectónicas
como artísticas.
Alcalá de Henares fue una gran ciudad en el Siglo de
Oro,
un gran centro del saber mundial del momento,
el gran centro de excelencia académica.
La Universidad de Alcalá fue, con Valladolid y
Salamanca,
una de las tres grandes de la España de la época
y llegó a ser el principal foco del humanismo de
España
y uno de los grandes puntos de referencia
intelectual en Europa,
especialmente en los estudios de Teología,
y a sus aulas asistieron muchos estudiantes
flamencos e irlandeses.
El prestigio de sus estudios la convirtió en el
modelo
sobre el que se constituyeron las Universidades
en la América hispana.
En esta época estudiaron en la Universidad
los que serían grandes escritores de la literatura
española
y algunos de los que más tarde fueron santos.
En sus aulas estudiaron y enseñaron
algunos de los grandes nombres de la historia y la
cultura españolas:
Antonio de Nebrija (1441–1522),
profesor de Retórica y Gramática Latina.
Santo Tomás de Villanueva (1488–1555),
arzobispo de Valencia.
Juan Ginés de Sepúlveda (1490–1573),
humanista y filósofo.
San Ignacio de Loyola (1491–1556),
fundador de la Compañía de Jesús.
Ambrosio de Morales (1513-1591),
bibliotecario de El Escorial.
Francisco Vallés de Covarrubias (1524–1592),
médico personal de Felipe II.
Benito Arias Montano (1527–1598),
teólogo, hebraísta y escritor políglota.
Juan Huarte de San Juan (1529–1588),
autor de “Examen de ingenios”.
Juan de Mariana (1536–1624),
jesuíta e historiador.
Antonio Pérez (1540–1611),
secretario personal de Felipe II.
San Juan de la Cruz (1542–1591),
místico y poeta.
Mateo Alemán (1547–1615),
autor de la novela “Guzmán de Alfarache”.
Francisco Suárez (1548–1617),
teólogo, jurista y filósofo.
Félix Lope de Vega y Carpio (1562–1635),
literato del Siglo de Oro.
Tirso de Molina (1579–1648),
literato del Siglo de Oro.
Francisco de Quevedo y Villegas (1580–1645),
literato del Siglo de Oro.
Pedro Calderón de la Barca (1600–1681),
literato del Siglo de Oro.
Beato Juan de Palafox y Mendoza (1600–1659),
obispo en Méjico y en Osma.
Julio Mazarino (1602–1661),
cardenal y sucesor del Cardenal Richelieu en
Francia.
Y otros muchos.
Durante el Siglo de Oro,
fueron excepción las figuras de la Historia de
España
– religiosas, políticas, artísticas, literarias o
científicas –
que no estuvieron vinculadas de un modo u otro a
Alcalá de Henares.
En el siglo XVIII, la Ilustración supuso
la mengua del poder que había tenido el Colegio de
San Ildefonso.
Sin embargo, fue la época en que estudió aquí
Gaspar Melchor de Jovellanos (1740–1811), Ministro
de España.
Y cuando, por primera vez en España,
una mujer recibió el grado de Doctora,
en la facultad de Artes y Letras:
la Doctora en Filosofía María Isidra de Guzmán y de
la Cerda.
En América, a comienzos del siglo XX,
se tomaba como modelo el edificio de la Universidad
de Alcalá
para dos construcciones:
El Teatro Cervantes de Buenos Aires,
teatro clásico español, patrocinado por la Casa Real
española
y por la actriz también española María Guerrero,
para construir el cual incluso los materiales y las
piedras
fueron llevadas expresamente de España a Argentina.
La Universidad Tecnológica de Texas, en la localidad
de Lubbock,
que copió la fachada de la Universidad alcalaína
pero con la simbología de los Estados Unidos.
Sin embargo, a partir del siglo XVIII
la Universidad alcalaína sufrió un gran deterioro.
En 1814 las Cortes de Cádiz
sentaron los principios de la enseñanza liberal
y se produjo un primer intento de suprimir la
Universidad de Alcalá.
En 1836, tras la Desamortización,
la Universidad de Alcalá fue cerrada
y las facultades fueron trasladadas a la capital,
cambiando su nombre por el de Universidad Central de
Madrid.
En 1849 se trasladó la biblioteca a la calle de San
Bernardo.
En 1970 adoptó el nombre de Universidad Complutense
de Madrid.
En 1845 los edificios que habían albergado la
Universidad,
de gran riqueza histórica y artística,
se subastaron y pasaron a manos particulares.
El sepulcro y los restos de Cisneros
fueron trasladados a la Magistral.
(También se puso a la venta el Palacio Arzobispal,
pero no se encontró comprador).
La subasta incluía los siguientes edificios
universitarios:
Colegio de San Ildefonso,
Colegio de San Jerónimo o Trilingüe, con sus patios
y Paraninfo,
Colegio de San Pedro y San Pablo,
Colegio de la Madre de Dios,
Colegio de Santa Catalina o de los Artistas
y edificios colindantes a la plaza del Mercado
que eran dependencias de la Universidad:
cárcel, carnicería, cuadras y viviendas de personal
subalterno.
Los compró, por 50.000 reales,
un empresario llamado Joaquín Alcober,
que pretendía establecer en el Colegio Mayor de San
Ildefonso
una plantación de moreras, un criadero de gusanos de
seda
y un telar.
Sus planes no se llevaron a cabo
y en 1846 vendió por 70.000 reales el complejo
universitario
al zaragozano Joaquín Cortes.
Y éste, en 1850, lo revendió
a Francisco Javier de Quinto y a su esposa, Elisa de
Rodas.
Francisco Javier de Quinto y Cortés
fue un político a quien la reina Isabel II nombró
conde de Quinto.
Don Francisco Javier llevó a cabo en Alcalá un
auténtico expolio,
llevándose numerosas obras de arte
(cuadros, retablos, rejas...)
y transformando y destruyendo elementos
arquitectónicos
(así, desmontó la balaustrada del Patio Trilingüe
para trasladarla a su palacio madrileño
y demolió el arco de la calle Pedro Gumiel,
que unía la Universidad con el edificio de
enfrente).
Hoy en la fachada de la Capilla de San Ildefonso, de
gran austeridad,
destaca la espadaña, con tres huecos para campanas,
en la que se asientan varios nidos de cigüeñas.
En esos huecos había tres campanas,
hechas con el bronce de los cañones tomados en Orán.
El conde de Quinto se las llevó a su finca
aragonesa.
Hoy están en iglesias de varios pueblos.
Una de las pinturas que había en la Capilla,
“La imposición de la casulla a San Ildefonso”, de
Juan de Borgoña,
fue comprada por el magnate estadounidense Algur
Meadows,
quien en 1962 la donó a la Universidad de Dallas.
La Desamortización produjo una decadencia
que la ciudad no superaría en muchos años.
Así describía la situación Esteban Azaña:
«El estado de ruina de Alcalá,
en cuyas calles crecía la yerba como en el campo,
cuyo sombrío y triste aspecto,
al que contribuía la soledad de sus edificios,
daba a la ciudad el tinte de un pueblo encantado;
por doquiera ruinas,
por doquiera edificios abandonados y casas
deshabitadas,
hacían predecir la despoblación de Alcalá».
Y Quintana Ripollés:
«Universidad y conventos alcalaínos,
que habían gozado de igual suerte en los días
fastos,
les toca ahora morir al mismo tiempo.
La parte monumental de Alcalá
se convierte en una gigantesca almoneda.
Históricos edificios, ofrecidos en venta al buen
postor,
quedan vacíos y ruinosos,
se llenan de vulgares inquilinos».
Ante este panorama,
y cuando además corrió el rumor de que el conde
tenía la intención
de desmontar la fachada de la Universidad,
los alcalaínos se alarmaron.
Alcalá era entonces una ciudad de unos 7.000
habitantes.
El 28 de octubre de 1850 un gran número de ellos
remitió al alcalde un escrito pidiéndole audiencia
para tratar del establecimiento de medidas
para detener el expolio de la ciudad.
Ese mismo día, en el Palacio Arzobispal, el alcalde
recibió
a una representación formada por la fuerzas vivas de
la ciudad.
En esa reunión se acordó
el nombramiento de una Comisión integrada por siete
notables,
entre los que estaba el Arzobispo de Toledo, Juan
José Bonell Orbe.
Esta Comisión fue la encargada de realizar las
gestiones
para recuperar para la ciudad los edificios de la
Universidad.
Se trataba de crear una Sociedad que los comprara.
Aún no existían ni el Código Civil ni el Código de
Comercio,
así que la misma Comisión redactó las bases
por las que se regiría la Sociedad.
Se originó así la Sociedad de Condueños.
El precio establecido para la compra fue de 90.000
reales.
La Comisión recaudó el dinero
de los complutenses que quisieron participar en la
adquisición:
Se emitieron 900 acciones de 100 reales cada una,
participaciones en la propiedad que denominaron
láminas,
que sólo podrían ser transferibles entre vecinos de
Alcalá
y con la obligación de que nadie pudiera poseer más
de 10.
El 12 de diciembre de 1850 se efectuó la
compraventa.
El 12 de enero de 1851 se firmó ante el notario de
la ciudad
la escritura de constitución de la “Sociedad de
Condueños
de los edificios que fueron Universidad”,
con el único fin de conservar el patrimonio
artístico de Alcalá.
Fue la primera asociación privada sin ánimo de lucro
que se creó en toda Europa, ex profeso,
para la conservación del patrimonio histórico de una
ciudad.
Sociedad surgida de la reacción de los vecinos
ante la desidia de la administración.
Y que se ha mantenido viva hasta nuestros días.
Gracias a ella, se han salvado
la manzana universitaria y los edificios aledaños.
(El Ayuntamiento por su parte logró salvar la Biblia
Complutense).
Para gestionar los edificios, y en concreto el
Colegio Mayor,
lo cedieron sucesivamente a distintas instituciones:
la Academia de Caballería,
el Colegio de Padres Escolapios,
el Instituto Complutense de Enseñanzas Medias.
Con todo, la situación distaba de ser óptima.
Unamuno la describía:
en De mi País
(Capítulo “En Alcalá de Henares”):
«Hoy ha venido a menos la vieja Alcalá de San
Justo.
La Universidad, vendida con sus anejos por el estado
por 24.000 pesetas,
ocupan con su colegio los Escolapios;
el hermoso Palacio de los arzobispos,
se convirtió en Archivo General del Reino...
El recuerdo del pasado hace a todo más triste la
realidad presente,
y apenas si a los alcalaínos quedan bríos
para deplorar la grandeza perdida
y salvar sus despojos de la anemia...
En Alcalá es hoy todo tristeza,
y si se fuera la guarnición, quedaría desolado
el cadáver terroso de la corte de Cisneros».
Durante la Guerra
Civil, la Universidad sufrió grandes daños,
al ser usada como cuartel,
al igual que la Magistral.
En 1937 el sepulcro de Cisneros
fue llevado al Museo Arqueológico Nacional
y los restos del Cardenal fueron guardados
por el Obispado de Madrid.
En 1959 se instaló en el Colegio
el Instituto Nacional de Administración Pública
(1959-1977).
El INAP lo restauró
y lo utilizó como su sede
y para la realización de cursos para funcionarios.
Entonces el sepulcro de Cisneros volvió a la Capilla
de San Ildefonso.
En 1975 se establecieron en Alcalá algunas
facultades
dependientes de la Universidad Complutense de
Madrid,
con el objeto de descongestionar ésta.
En 1977, a partir de dichos centros, se fundó
la “Nueva Universidad de Madrid con sede en Alcalá
de Henares”.
Ese mismo año, los restos de Cisneros volvieron a
Alcalá,
pero no a su sepulcro, sino a la Magistral,
donde siguen enterrados.
En los ochenta se reconoció la denominación
“Universidad de Alcalá de Henares”.
A partir de la reinstauración de la Universidad de
Alcalá en 1977,
la Sociedad cedió a ésta los edificios por un
alquiler simbólico.
En la actualidad el Colegio Mayor
es la sede del rectorado de la Universidad de
Alcalá.
Así, la Universidad alcalaína volvió a existir como
tal,
en sus antiguos edificios,
que no se habían perdido gracias a la Sociedad de
Condueños.
En 2013 ha concluido la rehabilitación
de la Manzana Cisneriana.
Los propietarios siguen siendo
los herederos de los vecinos de Alcalá que
efectuaron la compra.
En 1996, la Sociedad de Condueños hizo entrega al
Ayuntamiento
de una lámina y una medalla
por las que se hacía al consistorio miembro de la
Sociedad.
Otras iniciativas de la Sociedad de Condueños
fueron:
- La construcción del Teatro Salón Cervantes,
levantado en el tiempo record de 29 días, a fines
del siglo XIX,
en la huerta de lo que fue el Convento de
Capuchinos,
en la calle de Cervantes.
- La construcción del Hotel Cervantes,
en 1914, en la plaza de Cervantes
(en la actualidad es el Colegio de Santo Tomás).
- La cesión al Patronato de Turismo, en 1929,
del Colegio de San Jerónimo o Trinlingüe,
que, tras su restauración, se convirtió en la
Hostería del Estudiante.
Al lado del Hotel Cervantes, en la plaza,
en tiempos del cardenal Cisneros se hallaban
las casas de los estudiantes.
En 1893 la Sociedad construyó en el solar de las
casas
el Círculo de Contribuyentes y Sociedad de
Condueños,
que en la actualidad sigue siendo sede de ésta,
además de acoger el restaurante El Casino,
cuyo nombre proviene de uno de los antiguos usos del
local.
Frente a la Hostería del Estudiante,
en la calle Colegios,
a un paso de la plaza de Cervantes,
el Colegio-convento
de dominicos de Santo Tomás de Aquino,
adscrito a la Universidad,
sufrió gran deterioro durante la Guerra de la
Independencia.
Después de la Desamortización,
se convirtió en cuartel de caballería.
En 1852 se transformó en cárcel de hombres,
y llegó a haber en ella 1.000 presos.
En 1933 estuvo encarcelado en ella el banquero Juan
March,
que logró fugarse,
y en los años 60 estuvo preso allí El Lute.
Como cárcel estuvo funcionando hasta 1990, cuando se
cerró
debido a los desperfectos ocasionados por un
incendio.
Los restos quedaron abandonados
hasta que en el siglo XXI se inició la construcción
de un Parador,
convirtiendo en habitaciones las antiguas celdas
carcelarias.
En 2009, se inauguró
el Parador de Turismo de Alcalá de Henares,
el segundo más grande de España, tras el de León.
***
La principal obra de Cisneros en Alcalá fue la
Universidad,
pero su primera empresa de envergadura en la ciudad
fue la reconstrucción de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor,
santuario de veneración de los Santos Niños.
Sobre la primitiva iglesia construida en el Campo
Laudable,
don Rodrigo Ximénez de Rada había levantado un nuevo
templo,
la Parroquia de los Santos Justo y Pastor.
El Arzobispo Carrillo la hizo reconstruir
y la elevó a la dignidad de Colegiata,
gobernada por un abad y un cabildo.
Cisneros ordenó su derribo
y la construcción de una iglesia mejor.
Se encargó de ello Pedro de Gumiel,
vecino y natural de Alcalá.
Las obras duraron de 1497 a 1509.
El proyecto se inspiró en la catedral de Toledo.
En la construcción participaron
los hermanos Antón y Enrique Egas.
A solicitud de Cisneros,
el Papa concedió a la iglesia la dignidad de
Magistral.
Título que significa que todos los sacerdotes del
cabildo
tenían que ser magistri,
profesores del Colegio Mayor de San Ildefonso,
doctores en Teología por la Universidad alcalaína.
Con ello, el proyecto cisneriano fijaba su jerarquía
(y además se solucionaban los problemas económicos
de los doctores en Teología).
La iglesia alcalaína
y la iglesia de San Pedro de Lovaina (Bélgica),
son los dos únicos templos en el mundo
que poseen el rango de Magistral.
En ella fueron bautizados
Catalina de Aragón y Fernando de Habsburgo,
ambos nacidos en el Palacio Arzobispal de Alcalá.
En 1936
la iglesia fue incendiada
y sus obras de arte rotas a martillazos.
Su interior quedó enormemente dañado,
desapareciendo la casi totalidad de sus capillas.
Después se ha ido reconstruyendo
y presenta alguna similitud con lo que fue,
pero con gran sobriedad,
ya que todos los tesoros que contenía han
desaparecido
y ahora ofrece un aspecto funcional para el culto.
Aún se puede ver en un lateral
el sepulcro renacentista del canónigo Gregorio
Fernández.
El túmulo funerario del obispo Alonso Carrillo fue
destrozado,
pese a lo cual sus fragmentos es de lo poco que se
conserva.
Bajo el presbiterio, en la cripta subterránea se
guardan
en un arca de plata, las reliquias de los dos niños
santos,
y, enfrente de ella, el ara de piedra donde tuvo
lugar el suplicio.
En la última década del siglo XX
fue reinstaurada la diócesis complutense,
sede episcopal que se había extinguido con la
reconquista de la villa.
Hoy comparte con Madrid la titularidad del
arzobispado,
con carácter casi puramente honorífico.
Con ello, la Iglesia Magistral se ha convertido en
Catedral Magistral.
***
Cisneros también fundó en Alcalá algunos conventos.
En 1508 fundó el Convento de San Juan de la Penitencia,
para religiosas franciscanas,
colegio de doncellas y hospital de mujeres,
convento llamado popularmente de “Las Juanas”.
Fue el primero de los que el Cardenal ordenó abrir
y era uno de sus predilectos.
Cuando murió dejó a las religiosas
importantes efectos personales, como su cetro de
ébano.
Ellas se denominaban a sí mismas “clarisas de
Cisneros“.
Cerca, en el Palacio Arzobispal,
al final de la misma calle de San Juan
que conecta el Palacio y la Iglesia Magistral,
se celebró la primera entrevista que tuvieron
Isabel la Católica y Cristóbal Colón.
Para conmemorarla se le ha dado a este edificio tal
nombre:
Casa de la Entrevista.
Los edificios de la actual Casa de la Entrevista,
antigua iglesia del Convento de San Juan de la
Penitencia
y hoy sala de exposiciones y biblioteca,
y el vecino colegio de enseñanza primaria “Cardenal
Cisneros”,
formaron uno solo.
Con el paso del tiempo, el edificio se fue
deteriorando
hasta el punto de que las monjas decidieron
abandonarlo.
Hoy queda sólo la iglesia del convento y el
claustro.
La primera es la actual Casa de la Entrevista
y el segundo es el patio del colegio adyacente.
La construcción estuvo abandonada hasta que,
gracias al antiguo Instituto de Cultura Hispánica
-hoy Agencia Española de Cooperación Internacional-,
en 1968 se restauró y se destinó
a sala de exposiciones artísticas y a Biblioteca
Iberoamericana.
***
Cerca, en la Calle Mayor,
al lado de la casa
natal de Cervantes,
se encuentra el Hospital
de Antezana, del siglo XV,
en donde debió trabajar el padre del escritor.
Aquí también vivió, y trabajó en su cocina,
Ignacio de Loyola en su época de estudiante.
El Hospital fue fundado por disposición
testamentaria
de don Luis de Antezana y doña Isabel de Guzmán
como institución benéfica
para la atención de menesterosos y peregrinos
misión asistencial gratuita que continúa cumpliendo
siendo el hospital más antiguo del mundo
que sigue en funcionamiento.
La Calle Mayor era parte de la judería de Alcalá.
Une la Plaza de los Santos Niños (donde se encuentra
la Catedral)
en un lateral de la manzana universitaria.
Existe desde el siglo XIII, extra-muros,
como plaza del mercado semanal
y lugar donde se celebraban las fiestas importantes,
incluidas corridas de toros, hasta el siglo XIX.
Actualmente sigue acogiendo muchas festividades
locales.
El centro de la plaza es la estatua de Miguel de Cervantes,
al lado del edificio del Círculo de Contribuyentes,
se encuentran los restos de una iglesia y una torre
solitaria.
En este lugar había una ermita
llamada de San Juan de los Caballeros o de Letrán,
donde, en el siglo XV,
Pedro Díaz de Toledo, Oidor o Relator de Juan II de
Castilla,
fundó una capilla como panteón familiar.
Aquí trasladó en 1453 el Arzobispo Alonso de
Carrillo
la Parroquia
de Santa María la Mayor,
que se fusionó con la ermita y sus capillas.
La iglesia de Santa María la Mayor
fue saqueada e incendiada durante la Guerra Civil,
y sólo quedaron las capillas del Oidor y de Antezana
y la torre.
Los restos de la iglesia destruida
fueron empleados para reparar otros edificios,
pero no se tocó la torre, de ladrillo, menos
utilizable.
En 1982 la Capilla del Oidor se rehabilitó.
Pueden verse los arcos
bajo los que se hallaban los sepulcros familiares.
En 2005, con motivo
del cuarto centenario de la publicación de El
Quijote,
se transformó en el Centro de Interpretación
“Los universos de Cervantes”.
La torre de Santa María,
construida en el siglo XIX en sustitución de la del
siglo XV,
se acabó de restaurar en 2009
y hoy se pueden subir los 109 escalones de su
escalera de caracol.
En la base de la torre se encontraron los restos de
la pila
donde Miguel de Cervantes fue bautizado el 9 de
octubre de 1547.
Con ellos se reconstruyó la pila de bautismo,
que fue trasladada a su lugar actual en la Capilla
del Oidor,
cuando ésta se restauró.
En el Ayuntamiento se conserva,
junto con la Biblia Políglota Complutense,
el Libro de bautismos de la Parroquia de Santa María
la Mayor,
en el que está registrado el nacimiento de
Cervantes.
Alcalá cuenta con dos grandes torres:
la de la antigua iglesia de Santa María la Mayor
y la de la Catedral Magistral.
Simbolizan los dos centros de poder de la ciudad:
la Catedral Magistral representa el poder religioso
que siempre ejercieron los Arzobispos de Toledo
y la torre de Santa María representa,
por su emplazamiento vecino a la Universidad,
el poder civil que llegaría con el auge de la
institución docente
a partir del siglo XVI.
La plazuela aledaña a la Plaza de Cervantes
es el solar de la destruida iglesia de Santa María
la Mayor.
En ella se encuentran los restos de unas columnas
del interior.
Y al fondo lo que queda de la Capilla del Oidor.
***
En el otro lateral de la manzana universitaria
se sitúa la Plaza de San Diego,
a la que da la fachada de la Universidad.
Al otro lado de la plaza
se halla el Convento
de las Clarisas de San Diego.
El Convento fue fundado en 1671.
Pero sobre la puerta principal se encuentra el
escudo de Cisneros,
debido a que, con anterioridad, en aquellas casas
estaban instalados los talleres de la imprenta de la
Universidad,
lo que ha motivado que los historiadores piensen
que aquí se pudo imprimir la Biblia Políglota
Complutense.
Delante de la fachada, en la plaza,
está la estatua
del Arzobispo Alonso Carrillo,
realizada en bronce en 1987.
***
En la misma Plaza de San Diego
puede verse la estatua
del Cardenal Cisneros.
En 1864 se realizó en Roma, en mármol de Carrara,
una estatua del Cardenal.
Su autor fue el artista malagueño José Vilches,
durante una estancia becada.
La estatua es la más antigua de las esculturas
públicas de Alcalá.
Una estatua que ha dado muchos tumbos.
Primeramente, la Universidad Central de Madrid se
hizo con ella.
Pero la dejó arrinconada en un almacén.
En Alcalá, entre tanto, se habían venido promoviendo
varios intentos por dedicar una estatua a Cisneros,
que resultaron fallidos.
A comienzos del siglo XX el Ayuntamiento
supo de la existencia de la estatua romana,
y solicitó su donación.
El municipio de Torrelaguna, cuna del Cardenal,
también la pidió,
pero finalmente la estatua se entregó a Alcalá
y en 1910 se llevó a efecto el traslado.
El Ayuntamiento cedió su propiedad a la Sociedad de
Condueños.
En 1913 se instaló en el patio de Santo Tomás de
Villanueva,
con el pozo como peana.
A mediados del siglo XX
fue colocada en la Plaza de San Diego.
Demasiado expuesta, a merced de los gamberros.
En 2007 se la llevaron a restaurar a Paracuellos.
La restauración se llevó a cabo en cuestión de
meses,
pero el retorno de la estatua se fue demorando
porque el propósito de los Condueños, de acuerdo con
la Universidad,
es colocar la estatua en el interior de la
Cisneriana
para evitar que sufra más actos vandálicos.
Tras años de espera en el taller, en 2013 regresó a
Alcalá,
donde, tras barajar distintas ubicaciones,
se ha emplazado provisionalmente
en el patio del Convento de Las Juanas,
en la calle de Santiago, en lugar no accesible al
público.
Se quiere colocar en el Patio de Filósofos
cuando éste sea restaurado.
En la Plaza de San Diego, mientras tanto,
se mantiene una réplica de la estatua sufragada por
el Ayuntamiento,
instalada en 2007.
Alcalá estuvo durante siglos vinculada a Toledo y
sus arzobispos.
Los sucesivos prelados toledanos fueron
engrandeciendo
la primitiva fortaleza, hasta transformarla
en uno de los mejores palacios de España.
Desde el siglo XIII, el Palacio Arzobispal
fue residencia de los prelados de Toledo.
En él se alojaron generaciones de arzobispos.
En sus salones se reunieron Concilios, Cortes y
Consejos,
y desde sus balcones se presenciaron procesiones y
desfiles.
En él tuvieron lugar importantes acontecimientos
históricos.
Allí, en 1308, se firmó el Tratado de Alcalá,
por el que los reyes de Castilla y Aragón
se repartieron los territorios que iban
reconquistando.
Allí, en 1310, se inició
el proceso contra los templarios en el Reino de
Castilla.
Allí se reunieron las Cortes de 1348,
que promulgaron el Ordenamiento de Alcalá.
Y fue también alojamiento de miembros de la realeza.
Muchos fueron los monarcas y personajes de alto
relieve
que estuvieron aquí, aunque fuera de pasada.
En él murió en 1390 el rey Juan I de Castilla,
tras caer del caballo en sus cercanías.
En él se celebraron audiencias reales,
como cuando, el 20 de enero de 1486,
tuvo lugar la primera entrevista
entre Cristóbal Colón y la Reina Isabel
y comenzó
a fraguarse el viaje a las Indias.
En tiempos de Alonso Carrillo, los príncipes Isabel
y Fernando
residieron con frecuencia en el Palacio Arzobispal.
Fue el lugar donde los Reyes Católicos se alojaban
cuando acudían a Alcalá.
Y en él nacieron varios hijos de reyes:
En 1485, Catalina de Aragón,
hija de Isabel la Católica
y futura esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra.
En 1503, Fernando de Habsburgo,
hijo de Juana la Loca,
que será emperador como sucesor de Carlos V, I de
España.
Y que a punto estuvo de ser rey de España
en lugar de su hermano Carlos,
tal fue una de las últimas ideas que tuvo Fernando
el Católico.
Ximénez de Rada, Tenorio, Carrillo, Cisneros,
Fonseca, Tavera...,
fueron los arzobispos que más favorecieron el
Palacio.
Sucesivos arzobispos transformarán sus formas,
convirtiéndolo de fortaleza militar románica
en palacio gótico-mudejar, renacentista,
neoclásico...,
En el siglo XV, don
Juan Martínez Contreras (1423-1434)
amplió, reformó y enriqueció el interior del
Palacio,
una gran nave lateral adosada al cuerpo principal,
hoy desaparecida.
En el siglo XVI, el mecenazgo de los Arzobispos
Fonseca y Tavera
transformó la antigua fortaleza en una lujosa
mansión renacentista,
más acorde con el apogeo cultural
que la fundación de la Universidad había otorgado
a la villa.
El conjunto del Palacio terminó siendo
un conglomerado de edificaciones de diversos
períodos y estilos,
aunque la mayor parte llegada hasta nuestros días
fue debida a Fonseca y Tavera,
obra de Covarrubias y Berruguete.
Para sustituir a Cisneros, en 1518
Carlos I nombró a Guillermo de Croy (1518-21).
Éste no apareció por Alcalá.
Después de un periodo de sede vacante
fue elegido don
Alonso de Fonseca (1524-34),
un magnífico señor del Renacimiento,
al que le encantaba el fasto palaciego.
A Fonseca se debe la definitiva transformación del
edificio en palacio.
El Arzobispo Fonseca encargó a Alonso de Covarrubias
la ampliación y mejora del Palacio.
Covarrubias, Maestro Mayor de la Catedral y Diócesis
de Toledo,
proyectó la fachada principal,
el patio central, las escaleras y los jardines del
Palacio.
Fonseca hizo remodelar la Plaza de Armas
para convertirla en el acceso principal del
edificio,
e hizo abrir otro patio, el Patio de Columnas
(llamado Patio de Fonseca).
De toda la obra de Covarrubias,
La puerta central está coronada
Y sobre ella hay un balcón
con un enorme y ostentoso escudo barroco de
terracota,
el blasón del Cardenal Infante Luis Antonio de
Borbón,
hijo de Felipe V,
que sustituyó en el siglo XVIII al original de
Carlos I.
El piso bajo de la fachada fue realizado en tiempos
de Fonseca,
como lo indica la heráldica que recoge.
La parte alta se realizaría ya en época del sucesor
de Fonseca.
Al suceder a Fonseca el cardenal Tavera,
los trabajos aún no habían concluido.
Así, el resto del proyecto de Covarrubias fue
llevado a la práctica
en la época de don
Juan Pardo de Tavera (1534-1545),
que aportó a la remodelación gran lujo
ornamentístico.
En la parte escultórica intervino Alonso de
Berruguete.
El torreón de Tenorio,
que recuerda el primer uso del edificio como
fortaleza defensiva,
fue rematado por un chapitel de pizarra.
La escalera de honor que arrancaba del Patio de
Columnas,
en estilo plateresco, era excepcional,
“la mejor escalera de todo nuestro Renacimiento”,
según Chueca.
Pero todo ello se ha perdido.
Tras Tavera ocupó la silla primada
el preceptor del príncipe don Felipe, Juan
Martínez de Silíceo.
Silíceo y sus sucesores se limitarán a conservar lo
construido,
aunque Sandoval y Lorenzana harán aún algunas
obras,
pero ya no de carácter monumental.
A Silíceo le suceden
Bartolomé Carranza,
Gaspar de Quiroga y Vela,
el Archiduque Alberto de Austria
y García de Loaysa y Girón.
Casi ninguna fue la intervención de estos
arzobispos en Alcalá,
que entró en una etapa de “sede vacante”.
Ocupó a continuación el arzobispado
Bernardo de
Sandoval y Rojas (1599-1618),
protector de Cervantes.
Sandoval hizo construir junto al Palacio
el Convento
de San Bernardo.
Le sucedieron:
El Infante don Fernando, hijo de Felipe III,
Gaspar de Borja y Velasco,
Baltasar de Moscoso Sandoval y Rojas,
Pascual de Aragón
y Luis Manuel Fernández Portocarrero.
Alcalá acusó la decadencia de la segunda mitad del
siglo XVII,
se acabaron los grandes arzobispos vinculados a la
villa.
Llegaron días de éxodo hacia Madrid,
convertida en Corte oficial por Felipe II
y transformada con Felipe IV y Carlos II
en verdadera capital de España.
Alcalá se fue despoblando y empobreciendo,
con Ayuntamiento y Universidad
culpándose mutuamente de la situación.
Era una ciudad atípica, sin trabajadores ni nobles.
La segunda mitad del siglo XVIII
supuso el deterioro progresivo del Palacio,
sucediéndose años de abandono.
Los primados del siglo XVIII ya nada significaron
para Alcalá.
Fue Arzobispo el hermano de Carlos III,
don Luis Antonio de Borbón y Farnesio (1735-1754).
Le sucedió don Luis Fernández de Córdoba
(1755-1771);
en su época el rey visitó la ciudad
y halló el Palacio Arzobispal en la mayor
desolación
y hasta falto de mobiliario.
El siguiente Arzobispo fue
don Francisco
Antonio de Lorenzana (1772-1799),
hombre recto y protector de la cultura,
que albergó en el Palacio a más de doscientos
sacerdotes
huidos de la Francia revolucionaria.
En el Palacio realizó obras muy agresivas para su
riqueza artística.
Finalmente, opuesto a la Corte de Carlos IV y Godoy,
marchó a Roma.
El Cardenal Infante don Luis María de Borbón
(1800-1824),
único miembro de la familia real que permaneció en
España
durante toda la guerra contra los franceses,
fue designado Regente del Reino por las Cortes de
Cádiz.
En 1808 la ciudad fue invadida por las tropas
napoleónicas
y el Palacio Arzobispal se convirtió en cuartel de los
ocupantes,
lo que le ocasionó numerosos destrozos,
además de la pérdida de su valiosa biblioteca.
Durante su estancia en Alcalá,
los franceses incendiaron muchos de sus conventos
y robaron sus obras de arte.
Pedro de
Iguanzo y Rivero (1824-36)
fue el último Arzobispo que habitó el Palacio.
Su muerte coincidió con la Desamortización,
de la que se salvaron sólo siete conventos.
Hay once años de sede vacante en el arzobispado.
El Palacio empieza a amenazar ruina.
Nace la Diócesis de Madrid.
Universidad y Palacio languidecen al mismo tiempo.
Los edificios universitarios y conventuales
son vendidos, se arruinan, quedan vacíos
o se destinan a viviendas, prisiones, cuarteles o
talleres.
Las obras de arte desaparecen.
La Desamortización convirtió el Palacio Arzobispal
en propiedad estatal.
Se tasó para subasta en un millón de reales,
pero no encontró comprador,
por lo que fue ocupado por unas oficinas militares.
En el siglo XIX el edificio se hallaba en plena
decadencia.
En la segunda mitad del siglo
se busca un edificio espacioso y cercano a la Corte
para instalar el recién creado Archivo General
Central,
como ampliación del de Simancas.
En 1859 se inició la restauración del Palacio
alcalaíno.
Se encargaron el arquitecto Urquijo y el artista
Laredo.
En él se guardaron, además de los diocesanos,
todos los documentos de la Administración estatal
(archivo que hoy sigue en Alcalá,
al lado de la Puerta de Aguadores,
con el nombre de Archivo General de la
Administración).
En 1921, desde la biblioteca de la Universidad de
Valladolid,
se llevaron al Archivo los seis tomos de un ejemplar
completo
de la primera edición de la Biblia Políglota
Complutense,
impresa en Alcalá.
La Guerra
Civil provocó gravísimos daños
al patrimonio artístico alcalaíno,
cuyas iglesias y conventos fueron objeto de
destrucciones y saqueos.
Debido al carácter civil del Archivo,
éste se fue salvando de estas agresiones,
aunque la totalidad del recinto quedó militarizado
En marzo de 1939 entró en Alcalá el bando vencedor.
Éste mantuvo el control del Palacio.
Durante la Guerra
Civil el edificio fue cuartel de municiones.
En el Palacio, que seguía siendo archivo,
se habían almacenado materiales inflamables.
El 11 de agosto de 1939 se inició un incendio.
Las llamas, entre violentas explosiones,
desde el principio resultaron incontrolables.
Soplaba un intenso viento que avivaba la
combustión.
No había agua corriente,
para beber se acudía a la noria de una huerta
cercana.
El Archivo contaba con 22 extintores de incendios
y los militares disponían de 200.
Todos se usaron sin poder contener el incendio.
Alcalá no disponía de un servicio contra incendios
y los bomberos de Madrid tardaron más de una hora en
llegar.
Los vecinos no ayudaron sino que huyeron,
temerosos de las explosiones...
El auditor militar concluyó el sumario declarando
que el incendio fue provocado por el juego de unos
niños
que frecuentaban el edificio para recoger rancho:
Florentino Huertes Sanz, de 9 años, hijo de un
albañil,
había encendido con una cerilla un papel que
arrojó al estercolero.
Nadie resultó inculpado.
El niño y su familia abandonaron Alcalá unos años
después.
El fuego destruyó gran parte del edificio
y de su objetos de arte
y de la documentación de siglos allí guardada.
Se perdieron
el Salón de Concilios,
el Patio y la Escalera de Covarrubias,
el Patio de la Fuente, el Patio del Aleluya,
el Jardín del Vicario,
la fachada del Ave María...
Se mantenían en pie tan sólo
la imponente fachada principal del edificio
y el recio torreón de Tenorio.
La Biblia Políglota se salvó
gracias a que había sido sacada del Archivo durante
la Guerra Civil
y apareció dos años después de acabado el
conflicto
en el cuartel de la Guardia Civil de Alcalá.
Se trasladó al Ayuntamiento, donde se halla
actualmente.
Tras el incendio, hubo años de abandono.
Tiempo después se inició la rehabilitación de lo
salvable,
descartándose la reconstrucción de todos los
elementos artísticos
por lo costoso en dinero y en tiempo.
Algunos fragmentos que se pudieron rescatar
están expuestos en el claustro de la Magistral.
Quedan también restos del antiguo Palacio
en las cercanías del mismo,
en los terrenos denominados Huerta del Obispo.
El Palacio actual es solamente
una tercera parte de las dimensiones totales del
edificio.
Desde 1991 es la sede del obispado de Alcalá.
En 2011 ha sido reabierto.
Los daños sufridos por Alcalá durante la Guerra
Civil
fueron enormes:
Numerosos conventos fueron saqueados,
la Iglesia de Santa María la Mayor fue destruida,
la Iglesia Magistral perdió su patrimonio artístico,
la Universidad experimentó graves desperfectos.
El Palacio no desapareció durante la Guerra
pero sí a consecuencia de ésta...
Hoy Alcalá de Henares es, junto con la capital,
la única ciudad de la actual provincia de Madrid,
y continúa restaurando sus edificios.
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