En
1480, el tesorero y secretario de los Reyes Católicos,
Hernán
Núñez de Arnalte, otorgó poder testamentario
a
favor de su esposa, María Dávila, dama de la corte de Isabel I,
y
de fray Tomás de Torquemada, confesor de la reina
y
prior del convento de Santa Cruz de Segovia en ese momento,
para
que actuasen en su nombre
para
la fundación de un convento de dominicos en Ávila
dedicado
a Santo Tomás de Aquino.
Se
escogió para ello un lugar alejado del núcleo urbano,
en
el exterior del recinto amurallado, en los arrabales.
Doña
María y fray Tomás adquirieron al canónigo Fernán González,
con
el dinero legado para ello, unas casas y huertas, un solar
«apartado
de iglesias perrochiales
e
donde non se fasía agrabio a ninguna persona
e
avía anchura e logar donde el tal monasterio se fiesese
e
se pudiese estender la obra e edificios del dicho monasterio e casa»
(Archivo
del Convento de las Gordillas en Ávila,
“Cláusula
del testamento de Fernán Núñez
en
que haze ziertas mandas
para
la rredificazión del Convento de Santo Thomás de Ávila”).
En
1482 comenzaron las obras, que duraron hasta 1493,
con
los donativos dispuestos por don Hernán
y
posteriores aportaciones de los Reyes Católicos,
aunque
la fundación no llegó a constituirse propiamente
como
patronato real.
El
mismo Torquemada se ocupó de la dirección de los trabajos.
***
La
fachada de la iglesia queda delimitada por dos machones
unidos
por un arco escarzano,
dibujándose
así una gran “H” de “Hispania”.
Toda
ella está decorada con bolas de piedra
(que
también abundan en el resto del edificio
-así
como en otros monumentos de la ciudad-),
ornamentación
que recibe el nombre de perlado abulense.
A
ambos lados de la puerta hay diez estatuas de Gil de Siloé.
En
el frontón hay un gran escudo de los Reyes Católicos
sostenido
por un águila.
El
coro fue realizado por Martín Sánchez de Valladolid,
quien
talló también la sillería de la Cartuja de Miraflores en Burgos.
En
su decoración se repiten, entre otros motivos,
los
símbolos de los Reyes Católicos,
el
yugo y las flechas y la granada.
El
retablo mayor es una de las mejores obras
de
Pedro Berruguete, que realizó también
parte
del retablo mayor de la catedral de Ávila.
Fue
empezado en 1494,
un
año después de la terminación del monasterio.
Formaba
parte de un ciclo iconográfico ideado por Torquemada
en
relación con el convento como sede del Tribunal de la Inquisición.
El
templo fue escogido por los Reyes Católicos
como
lugar de enterramiento de su hijo el príncipe Juan.
Juan,
nacido en Sevilla en 1478 y fallecido en Salamanca en 1497,
fue
el segundo hijo de Fernando e Isabel y su único hijo varón,
y
por lo tanto el heredero de las coronas de Aragón y Castilla.
En
1492, Colón denominó a la recién descubierta isla de Cuba
Isla
Juana en deferencia al príncipe Juan.
Habría
reinado como Juan III,
y
habría sido el instaurador de la dinastía Trastámara
en
la España unificada.
Pero
murió antes de acceder al trono, con 19 años.
Casó
en abril de 1497, en la catedral de Burgos,
con
la archiduquesa Margarita de Austria,
hija
de Maximiliano I de Habsburgo y de María de Borgoña.
Falleció
en octubre de ese mismo año.
Según
la versión oficial, murió de tuberculosis,
aunque
se ha dicho que se debió a incontinencia sexual;
llevaba
seis meses casado con Margarita
(que
perdió a su hija en el subsiguiente parto).
La
reina Isabel dejó encargado en su testamento
un
sarcófago de mármol para Juan.
El
sepulcro es obra de Domenico di Alessandro Fancelli;
fue
esculpido en Génova hacia 1510 por encargo del rey Fernando
a
través de Íñigo López de Mendoza y Quiñones, conde de Tendilla
(tras
el éxito obtenido por el escultor
con
la sepultura del cardenal Diego Hurtado de Mendoza
en
la catedral de Sevilla).
Fue
traído a Ávila una vez terminado.
(Domenico
Fancelli será también el artífice
del
sepulcro de los Reyes Católicos de la capilla real de Granada,
capilla
fundada en 1504 en la catedral granadina por los Reyes
como
panteón real en el que ser enterrados;
la
reina murió en 1504 y en 1516 murió el rey;
ambos
fueron enterrados en el convento de San Francisco
a
la espera de que las obras de la capilla real se terminasen;
en
1514 el conde de Tendilla encargó a Domenico Fancelli
que
labrase en mármol un sepulcro doble, para ambos monarcas.
Fancelli
terminó el cenotafio en 1517).
El
túmulo de don Juan es una obra exenta,
responde
a la nueva tipología renacentista
y
presenta una caja prismática
sobre
la que se sitúa la estatua yacente del príncipe
con
las manos juntas sujetando la espada
y
la cabeza sobre un cojín.
El
príncipe, de rasgos jóvenes, serenos y hermosos,
reposa
vestido de guerrero,
pero
los guanteletes se encuentran a los lados del yacente,
significando
que no murió en batalla.
Los
detalles de su vestimenta son de gran perfección.
El
sarcófago está adornado con virtudes y alegorías;
algunos
de esos relieves fueron mutilados por los franceses
cuando
invadieron la Península.
A
los pies una inscripción recuerda las cualidades del príncipe
y
lamenta su muerte prematura;
el
epitafio dice:
«Juan,
Príncipe de las Españas,
de
virtudes y ciencia lleno, verdadero cristiano,
muy
amado de sus padres y de su patria,
en
pocos años realizó muchas obras buenas con prudencia y virtud.
Descansa
en este túmulo
mandado
hacer por su óptimo y piadoso padre Fernando,
rey
invicto y defensor de la Iglesia.
Su
madre, la Reina Isabel, purísima y depósito de todas las virtudes,
mandó
por testamento se hiciese tal.
Vivió
diez y nueve años y murió en 1497».
Durante
la guerra la tumba fue saqueada por los franceses
y
hoy el sepulcro está vacío y los restos desaparecidos.
El
cenotafio fue situado en el crucero de la iglesia.
En
los laterales de la nave hay ocho capillas,
cuyos
enterramientos también fueron rotos por los invasores.
En
una de ellas están enterrados los ayos del príncipe,
don
Juan Dávila y su esposa doña Juana Velázquez de la Torre,
en
sepulcros obra del escultor Pedro de Salamanca.
En
otra, el fundador del monasterio, don Hernán Nuñez de Arnalte,
cuyo
sepulcro fue realizado por Vasco de la Zarza.
Inicialmente
don Hernán fue enterrado junto a sus padres
en
la iglesia de San Martín de Ocaña,
pero
posteriormente su cuerpo fue trasladado a Santo Tomás
a
instancias de su esposa.
Destaca
también la Capilla del Cristo de las Angustias o de la Agonía,
donde
se encuentra el confesionario de Santa Teresa,
y
donde la santa tuvo una visión el 15 de agosto de 1561,
durante
la cual el Cristo le habló.
El
monasterio es una gran edificación que cuenta con tres claustros:
El
claustro del Noviciado.
Es
el más antiguo y carece de ornamentación.
El
claustro del Silencio.
Llamado
así por ser lugar de lectura, meditación y oración.
También
se le llamaba claustro de los Difuntos,
porque
los frailes eran enterrados en él.
Su
parte superior está decorada con las típicas bolas isabelinas
y
con yugos y flechas y granadas
y
con el escudo de los dominicos y la flor de lis.
Las
ataduras de los yugos y las flechas son todas distintas.
Los
arcos también son muy variados:
ojivales,
escarzanos, carpaneles, conopiales,
de
medio punto y mixtilíneos:
todo
un catálogo tardogótico
de
los experimentos anteriores al Renacimiento.
De
este claustro sale una escalera de acceso al coro de la iglesia.
El
claustro de los Reyes.
Su
única decoración es la profusión de perlado abulense.
Se
creía que era el patio del palacio de verano de los Reyes Católicos,
pero
últimamente hay quien piensa que fue construido más tarde,
por
el emperador Carlos.
La
panda norte albergaba el Palacio Real.
En
el ala sur se hallan las aulas, ya remodeladas,
de
la desaparecida Universidad de Santo Tomás de Ávila,
por
la cual el claustro también se llamó claustro de la Universidad.
En
1504 el Maestro General de los Dominicos, fray Vicente Bandello,
fundó
un Estudio de Teología, Filosofía y Lógica.
En
1515, durante un Capítulo General de la Orden en Nápoles,
fue
elevado a la categoría de Estudio General dominico.
En
1576 pasó a ser la Universidad Santo Tomás de Ávila
por
deseo del papa Gregorio XIII.
Fue
suprimida en 1807.
Aún
se conserva su aula magna.
En
el convento se instaló el Tribunal de la Inquisición
y
aquí vivió sus últimos años fray Tomás de Torquemada,
nombrado
Inquisidor General del Reino,
hasta
su fallecimiento ocurrido el 16 de septiembre de 1498.
Se
cree que fue enterrado bajo un pequeño altar en la sacristía,
pero
en 1699 un gran incendio la destruyó
y
al reconstruirse se perdieron las referencias,
desconociéndose
hoy dónde están sus restos.
***
En
el siglo XIX, la invasión napoleónica y el proceso desamortizador
causaron
estragos en el rico patrimonio del cenobio.
Ha
sido convento dominico, palacio real, panteón de nobles.
Hoy
es un enclave bastante desconocido
por
hallarse alejado del centro turístico.
Aloja
un Museo de Arte Oriental, abierto en 1964
con
obras reunidas por los misioneros dominicos.
Sólo un apunte: donde se dice que Hernán Nuñez de Arnalte fue enterrado junto a sus padres
ResponderEliminaren la iglesia de San Miguel de Ocaña, tal iglesia no ha existido ni existe, sino que se trata de la iglesia de San Martín, de la cual actualmente sólo se conserva la torre y la puerta principal restaurada.
Enhorabuena por tan magnífico blog
Efectivamente, Charoca, tienes razón. Cuando se intenta ordenar y compendiar tantos datos, a veces es inevitable despistarse y que se cuele algún error, aunque procuro ir con cuidado. Gracias por avisar. Corregido.
EliminarY me alegro mucho de que te guste el blog.