La provincia de Ciudad Real es un gran llano
encuadrado
entre los Montes de Toledo al norte
y Sierra Morena al sur,
entre Cabañeros al oeste
y las Tablas de Daimiel al este.
Un gran llano volcánico, el Campo de Calatrava,
con pequeñas colinas y abundantes lagunas.
En ese llano se encuentran reducidos núcleos
urbanos
como Valverde.
Valverde, tan cerca y tan lejos.
Un grupo de casas situado entre dos despoblados:
a mitad de camino entre Alarcos y Benavente.
Situado junto a la llanura de inundación
formada por una curva del Guadiana.
Valverde es un caserío desconcertante.
Tan cerca de la capital
que no es sino una pedanía de ésta.
Tan envuelto en magia
que parece un enclave remoto y aislado.
Un lugar crecientemente deshabitado.
Desde Valverde, multitud de caminitos,
multitud de bifurcaciones,
conducen a lugares misteriosos y solitarios.
Lugares como los altos de Los Zahurdones.
Desde aquí, a cierta distancia, se distingue,
nítido, el pico del volcán de Peñarroya,
llamado así por su roca rojiza
y la abundancia de líquenes anaranjados.
En el llano, Alcolea de Calatrava.
Un poco más allá se eleva
la sierra de Las Medias Lunas.
Sucesión de colinas de poca altura, volcanes
apagados,
la mayoría simples cabezos
que pasan casi desapercibidos.
Laderas de volcanes cubiertas de vegetación:
Bosque mediterráneo
(encinas, acebuches, lentiscos, coscojas,
romeros, espinos, jaras, aliagas, poleos,
cornicabras...)
Pastizales.
Campos de cultivo.
Cráteres de volcanes convertidos en lagunas
escondidas,
lagunas que sólo se descubren
si se asciende hasta lo alto de la ladera.
Como la laguna de La Posadilla,
oculta tras el alto cuarcítico de Malosaires,
que no es sino la vertiente más alta del volcán.
La laguna se encuentra a dos o tres kilómetros del
poblado,
pero está lejos, lejísimos:
Está en otra realidad.
La Laguna de La Posadilla o de Fuentillejos
es un maar o cráter de explosión.
Se formó hace millones de años,
cuando la lava entró en contacto
con una corriente de aguas subterráneas
y este agua escondida fue calentada por la acción
del magma
hasta alcanzar la presión suficiente
para romper violentamente el material bajo el que
se encontraba,
en una explosión equivalente a la de una bomba
nuclear.
***
El Campo de Calatrava, en plena meseta castellana,
es un extraño territorio lagunar.
Lagunas que surgen como agua mágica
en medio de la estepa.
No es ésta una tierra seca.
Es sólo que el agua está escondida.
Es sólo que algún mago, algún ser maléfico,
la ha ocultado.
El agua en estos campos corre bajo tierra,
y de cuando en cuando emerge transformada en
lámina de luz,
en lámina plateada,
una superficie blanca y radiante
a cuyo alrededor, en cuanto apunta la primavera,
la vida se convierte en color.
***
Para ver la laguna
hay que ascender por un camino solitario
que no parece ir a ninguna parte.
Al llegar arriba, al llegar a la cuerda del
monte,
se advierte con claridad
que se está en el borde de un cráter.
Y en el fondo del mismo se extiende el agua
quieta,
un agua que oculta secretos.
Un agua que esconde una de las puertas
que conducen al centro de la tierra.
Un mar pequeño
que es como un símbolo de la iniciación:
Este agua deslumbrante oculta a los ojos que no
buscan,
este agua para alcanzar la cual
hay que ascender por un camino estrecho y
recóndito
y luego descender entre zarzas hasta alcanzar la
playa,
hasta pisar esta tierra surgida de dentro de la
tierra,
el borde de este cuenco
que contiene un líquido que a lo mejor no es
agua.
Debajo de este líquido, oculto por él,
hay una boca del infierno.
A través de este agua se ve otra cosa,
ésta es una laguna mágica
en cuya superficie se reflejan
primordiales entidades subterráneas.
Malosaires, llaman a la elevación
constituida por la ladera más abrupta del antiguo
volcán.
Y en verdad que sopla aquí un viento endiablado.
En abril la ladera se cubre de flores blancas y
amarillas.
Y ahí está, escondida, la misteriosa laguna,
el vaso lagunar,
el espectáculo de este agua rodeada de flores,
oculta a la vista del que se limite a pasar
por el camino que bordea la colina.
Así es el mensaje de esta tierra:
oculto a la vista del que se limita a pasar por
el camino,
oculto a los ojos que se limitan a mirar
sin hacer preguntas, sin buscar,
sin adentrarse por el territorio sin senda.
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