En la batalla de Alarcos murió la mayor parte del ejército cristiano.
Los supervivientes huyeron.
En Alarcos sólo quedó la tierra ensangrentada.
Tras el desastre de Alarcos,
la Orden de Calatrava se recompuso en Ciruelos.
El Maestre, Nuño Pérez de Quiñones,
había sido gravemente herido en la batalla
y fue el Comendador, Martín Martínez, quien asumió
el gobierno
y la tarea de reconstitución.
Tres años tardó la Orden en recuperarse.
En 1198 murió Pérez de Quiñones
y don Martín se convirtió en Maestre.
Ese mismo año Martín Martínez, en una incursión
sorpresa,
tomó el castillo de Salvatierra,
situado frente a Sierra Morena,
y se instaló en él con sus hombres.
Enfrente, al otro lado del camino,
sobre el cerro del Alacranejo,
el castillo de Dueñas, ocupado por los árabes.
Ambos castillos frente a frente,
con sólo una calzada de por medio.
Ambos castillos frente a frente,
con sólo una calzada de por medio.
Entre ambos castillos, el paso ancestral,
el camino que hoy es carretera a Puertollano.
Aislados en la nueva plaza, sin ayuda exterior,
permanentemente hostigados desde el castillo de
Dueñas,
los calatravos conservaron Salvatierra unos años
pero volvieron a perder el castillo en 1209.
Fue un nuevo episodio sangriento:
Los calatravos, solos,
defendieron heroicamente la fortaleza;
muchos murieron;
«el dolor llegó a las naciones extranjeras»,
contará el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada.
Europa volvía a mirar con temor
hacia la peligrosa frontera hispana.
Pero esta derrota provocó la inmediata reacción
cristiana:
En 1212 un imponente ejército,
formado por hombres de todos los Reinos peninsulares
y dirigido por Alfonso VIII de Castilla,
se reunía en Toledo y marchaba hacia el Sur.
Integraban el ejército cristiano,
junto con las tropas del rey castellano,
hombres de Pedro II de Aragón, de Sancho VII de
Navarra,
de Alfonso II de Portugal,
y además las huestes de las Órdenes militares,
Calatrava, Santiago, Hospital y Temple,
y también algunos caballeros de más allá de los
Pirineos.
Al otro lado de Sierra Morena
les aguardaba el califa almohade,
Mohamed al-Nasir (Miramamolín).
En su avance, las tropas cristianas
recuperaron, el 14 de junio, el viejo fuerte de
Calatrava.
Y siguieron hacia el Sur.
Cayeron Alarcos, Benavente, Caracuel...
Los caballeros europeos abandonaron la campaña
debido a que Alfonso VIII prohibió el pillaje
que los soldados ejercían sobre los vencidos.
Las tropas hispanas siguieron hacia el Sur,
hacia la gran frontera.
Diego López de Haro, abanderado del rey,
en una avanzadilla exploratoria,
guiado por un pastor del lugar, encontró
el único paso de la Sierra no controlado por los
musulmanes.
Por allí, por el puerto de La Losa,
el gran ejército atravesó Sierra Morena.
Al otro lado estaban acampados los almohades.
El 13 de julio los cristianos entraban en Jaén
por los llanos de La Losa (las navas de Tolosa)
- cerca del actual pueblo de Santa Elena -.
Los dos ejércitos quedaron a la vista:
100.000 moros, 60.000 cristianos.
En los dos días siguientes hubo escaramuzas.
El lunes 16 de julio tuvo lugar el gran combate,
en las Navas de Tolosa, junto a Sierra Morena.
Reyes y Maestres encabezaron los ataques.
El Maestre de Calatrava, Ruy Díaz de Anguas,
quedó muy malherido.
Tras la victoria de las Navas de Tolosa,
en 1213 los calatravos recibieron del rey el
castillo de Dueñas,
situado frente al de Salvatierra,
y le cambiaron el nombre por el de Calatrava:
Calatrava la Nueva.
En seguida emprendieron la construcción de un nuevo
edificio.
Aquél era un buen lugar para establecer la sede de
la Orden:
Frente a Sierra Morena, frente al más difícil de los
pasos.
Allí se levantó el Sacro convento-castillo, la nueva
casa,
desde la cual impulsar el avance hacia el Sur.
Una imponente construcción de piedra volcánica,
asentada sobre roca viva:
triple muralla, castillo, convento, iglesia,
hospedería, enfermería, puebla, talleres, granja...
Una imponente construcción
que representase al Císter en España.
Desde lo alto de la torre,
se divisaba, al Sur, Sierra Morena.
En 1217 los calatravos se trasladaban a su nueva
sede.
Recogieron sus pertenencias y sus recuerdos,
abandonaron Calatrava la Vieja
y partieron en procesión hacia la Nueva Calatrava,
llevando consigo a su Virgen, la Virgen de los
Mártires,
y los cadáveres de los maestres
y de los caballeros muertos en la defensa de la
antigua sede,
y que habían sido enterrados en el viejo cementerio,
los cadáveres de los héroes vencidos
cuya sangre había empapado la ribera del Guadiana.
La fortaleza estaba engalanada.
Los caballeros portaban banderas
y entonaban cánticos.
En un espacio entre la torre y la iglesia,
los calatravos dieron
nueva sepultura a sus antepasados.
Llamaron al lugar Campo de los Mártires.
Más tarde trajeron tierra de Jerusalén
y cubrieron con ella las tumbas.
Junto a los túmulos, en una pequeña ermita,
la Virgen siguió velando a los viejos guerreros.
Calatrava la Vieja quedó como encomienda
hasta que en el siglo XV su comendador
se mudó a la cercana localidad de Carrión de
Calatrava
y la vieja fortaleza, deteriorada e insalubre,
ya sin valor estratégico, ya medio deshabitada,
quedó abandonada.
Tras siglo y medio de luchas
iniciadas en 1085 con la reconquista de Toledo,
en 1225, con la ocupación de Burialamar,
terminaba la recuperación del territorio
calatraveño,
un gran campo por repoblar.
Continuó el avance por tierras de Jaén.
Calatrava pronto se convertirá en retaguardia.
Durante los siguientes siglos
el Campo de Calatrava será regido por la Orden.
Al Este se extendían las posesiones de otras
Órdenes:
Santiago y San Juan.
El dominio calatraveño en Castilla
incluía casi toda Ciudad Real,
incluidos los valles de Almadén y Alcudia,
y también la zona de Los Yébenes en Toledo,
y el oeste de Jaén.
Un gran dominio
controlado desde una inexpugnable fortaleza.
Las capillas funerarias de la iglesia
se convirtieron en panteón de la Caballería Militar,
adornadas con los blasones de los linajes:
Guzmán, Padilla, Girón...
Aquí fue enterrado también don Alfonso,
hermano del rey Fernando III.
En la capilla de uno de los comendadores
se guardaba el estandarte de la Orden.
En la capilla mayor tenían lugar las tomas de
hábito.
En la torre se instaló el archivo de la Orden,
donde durante siglos se custodió la historia de sus
hombres.
Se llegaba a la estancia por una escalera de
caracol.
Para protegerla de posibles incendios,
estaba por completo construida en piedra.
En 80 cajones se guardaba
toda la documentación de las encomiendas,
todo el pasado de la Orden.
Perdida su función defensiva,
durante siglos la fortaleza fue habitada por frailes,
pero conservó una guarnición y un alcaide.
Aquí pasó Felipe II la Semana Santa de 1560.
Para acceder, hizo construir el camino que aún se
conserva,
un camino empedrado de casi 3 kilómetros,
que, en espiral, asciende por el cerro cónico.
En 1802 el Prior se trasladó a Almagro,
al desocupado convento de los jesuitas.
Unos años después, los frailes también se mudaban a
Almagro,
al convento de las comendadoras calatravas,
llevando consigo a su Virgen.
(Las pocas monjas que habitaban el cenobio
marcharon a un convento de la congregación
ubicado en la calle de Alcalá de Madrid).
Llegó la Desamortización.
Los frailes se vieron desalojados de su nuevo
convento
y también se les desposeyó de su secular sede,
el Sacro Convento-Castillo,
cementerio y archivo de la Orden.
Antes de dejar en manos extrañas
la que durante siglos había sido su casa,
la sede “jamás vencida ni humillada”, la altiva
fortaleza,
los propios frailes la destruyeron.
Derribaron alcobas y refectorio,
sala capitular, biblioteca, hospital, claustro...
Quedaron en pie tan sólo la torre y la iglesia.
El Prior se trasladó a Valdepeñas,
llevando con él a la Virgen.
Poco después, para mejor guardar la venerada imagen,
la Virgen fue llevada de vuelta a su lugar de
origen,
a la ermita de Calatrava la Vieja.
En 1927, Narciso de Esténaga y Echevarría,
obispo de Ciudad Real y Prior de la Orden,
buscó ayudas para restaurar el convento-fortaleza,
pero no las obtuvo.
El 22 de agosto de 1936
don Narciso se negaba a abandonar sus cargos
y era asesinado.
La imagen de la Virgen de los Mártires fue
destrozada.
Se conservaron algunos pedazos
y unas fotografías en blanco y negro.
Basándose en los fragmentos y las fotos,
en 1975 se rehizo la imagen,
que se halla en la ermita de Calatrava la Vieja.
Pese a la ruina, pese a esa destrucción
llevada a cabo por los propios frailes,
la fortaleza de Calatrava la Nueva sigue
impresionando,
en lo alto del cerro,
guardadora de historias y secretos.
En medio de los restos del claustro
hay aún un gran olivo,
símbolo de las victorias de la casa.