lunes, 30 de marzo de 2015
domingo, 29 de marzo de 2015
AGUILAR DE CAMPOO
Tumba de Bernardo del Carpio
Monasterio de Santa María la Real, Aguilar de Campoo
Alfonso
II el Casto reina en Asturias desde el 791 hasta el 842.
Bernardo
del Carpio nace durante su reinado, hacia 792,
fruto
de la relación entre
don
Sancho Díaz, conde de Saldaña y mayordomo del rey,
y
la hermana del monarca, la infanta doña Ximena,
que
habían contraído matrimonio en secreto.
En
el siglo XIII, varias crónicas recogen los hechos.
Lucas, obispo de Tuy, el Tudense, en su Crónica
de España,
relata
el nacimiento y juventud de Bernardo:
«Tenia el rey Alfonso hermana que auia nombre
Ximena, la qual el conde Sancho tomó, y ouo della fijo que auia nombre
Bernardo; mas el rey Alfonso, como falló el fecho, mucho sañudo, encarçeló
el conde Sancho en el castillo de Luna so juramento perpetuo, y a su hermana ençerró
en orden de monja; mas fizo criar a Bernaldo delicadamente, [e] porque non auia
fijo amaulo muy tiernamente. Este Bernaldo, después que vino a la mancebia, de
tanta fortaleza se esforçó, que ningún cauallero de esse tiempo non se podia
con él ygualar en fuerças; era, ciertamente, grande de cuerpo, fermoso de
cara, suaue de fabla, claro de yngenio, en armas auantajado, proueydo en
consejo».
Alfonso X, en la Primera
Crónica General de España,
ofrece
una versión más detallada:
«Andados XXI annos del rey don Alfonso el Casto,
que fue en la era de DCCC et XXXVIII annos, quando andaua el anno de la
Incarnacion en DCCC et el del enperio de Carlos en V, (...) donna Ximena, su
hermana, casose a furto dél con el conde San Diaz de Saldanna; et ouieron amos
vn fijo a que dixieron Bernaldo. Et el rey, quando lo oyo, pesol de coraçon; et
enbio por todos sus ricos omnes, et fizo sus cortes en Leon, et fablo con
ellos, et dixoles asi: “amigos, pues que todos sodes aqui, marauillome del conde San Diaz por que non vien, o do
tarda tanto. Et pues que asi es, ternia por bien que fuesen dos caualleros a el
et mel saludasen, et le dixiesen de la mi parte que veniese a las mis cortes,
ca mucho le auemos mester, ca non faremos ninguna cosa sin el”. Estonçe auie en
la corte dos altos omnes et dizien al uno Orios Godos e al otro conde Tiobalte.
Et estos dixieron al rey que yrien alla sy el toues por bien. Et el rey lo
gradeçiogelo et touolo por bien, et dixoles quel dixiesen que non troxiese
consigo synon poca companna. Et ellos fezieron estonce su uia, et caualgaron;
et quando llegaron a Saldanna, recibioles el conde muy bien. Ellos saludaron
luego al conde de parte del rey et dixieronle porque eran ydos a el. Et dixoles
el conde estonçe: “¿esto que quiere ser: que dezides que lieue poca conpanna?
Si el rey onrrarse quiere de mi ¿non serie mas onrrado que leuase muchos
caualleros que non pocos? Mas pues que lo el asi tiene por bien, fagamos su
mandado”. Estonçe caualgaron todos en vno et fueronse para Leon; mas non
salio ninguno a recebirlos, ca el
rey lo auie defendido. El conde San Diaz, quando aquello uio, pesol de coraçon et non lo
touo por buena sennal. El rey don Alfonso, pues que sopo que el conde era ya en
la uilla, mando armar algunos de sus caualleros et los monteros que estodiesen
guisados, et dixoles asi: “luego que el conde San Diaz entrare por el palaçio,
echad todos las manos en el et prendetle et recabdatle en guisa que non uos
salga do mano”. Ellos estonçe
fezieron asy como el rey les mando. Et estando ya guisados e aperçebudos, entro
el conde, et yendo el por el palaçio saludando a todos, nol respondie ninguno
nil dezie nada. El rey don Alfonso, quando uio quel dubdauan todos, dio bozes
et dixo: “varones; ¿que estades dubdando, o porque nol prendedes?” Quando ellos
oyeron que de todo en todo en plazie al rey, trauaron del et prisieronle luego;
et tan de rezio le apretaron las manos con vna cuerda, que luego le fizieron
salir la sangre por las venas. El conde con la grant coyta dio bozes et dizie: “ay
rey sennor, ¿en que uos erre yo porque esto me mandades fazer? Ca bien cuydo
que nunca vos lo meresçi”. Et dixo el rey: “asaz mereçiestes et feziestes por
que, ca bien sabemos el fecho todo de cómo vos auino con donna Ximena”. Et
dixole el conde: “Sennor, pues que asy es, ruegouos et pidouos por merçed que
mandedes criar a Bernaldo”. Et pues que esto ouo dicho, mandol el rey echar en
fierros et meterle en el castiello de Luna. Desy tomo a su hermana donna Ximena
et metiola en orden. Despues desto enuio por Bernaldo a Asturias o le criauan,
et criol el muy viciosamiente, et amol mucho por que el non auie fijo ninguno.
Et pues que el ninno fue ya grande, salio muy fremoso de cuerpo et de cara et
de muy buen engenno et demostraua bien lo que quiere dezir, et daua buenos
conseios en todos sus fechos. Et con todo esto era cauallero mucho esforçado en
armas mas que otro que y fuese et alançaua bien a tablado, et tenie bien armas
et mucho apuestamiente».
Así
pues, cuando Alfonso supo del nacimiento de Bernardo,
se
encolerizó.
Alfonso,
que ha optado por el celibato, planeaba utilizar a su hermana
para
establecer alianzas por medio del matrimonio,
posiblemente
con Francia.
Por
eso la relación de Jimena le supone un gran contratiempo
y
reacciona con ira:
A
su hermana la confina en un convento
y
al conde lo apresa en una encerrona,
le
saca los ojos (los ciegos no podían aspirar al trono)
y
lo encarcela en el inexpugnable castillo de Luna, en León.
El
rey promete solemnemente que no saldrán de sus prisiones
más
que para ser enterrados.
***
Linaje de Bernardo del Carpio
«En los reinos de León, el
casto Alfonso reinaba;
hermosa hermana tenía, doña
Jimena se llama.
Enamórase de ella ese
conde de Saldaña,
mas no vivía engañado,
porque la infanta lo amaba.
Muchas veces fueron
juntos, que nadie lo sospechaba;
de las veces que se
vieron, la infanta quedó preñada.
De ella naciera un infante
como la leche y la grana.
Bernardo puso de nombre,
por la su desdicha mala;
mientras empañaba al niño,
en lágrimas le bañaba.
¿Para qué naciste, hijo,
de madre tan desdichada?
Para mí y para tu padre
eres amor y desgracia.
El buen rey desque lo supo
mandó en un claustro encerrarla,
y mandó prender al conde
en Luna la torreada».
En
la comarca leonesa de Luna, junto al pueblo de Barrios de Luna,
se
alza el muro de contención del pantano
cuya
construcción se inició en 1931 y terminó en 1956
y
que embalsa el río Luna proporcionando agua al Páramo leonés.
La
presa se levanta sobre la llamada Peña del Castillo.
Allí
estuvo la fortaleza de Luna, cárcel del conde de Saldaña.
Lamento del conde Sancho Díaz en su
prisión del castillo de Luna
«Bañando está las
prisiones con lágrimas que derrama
el conde don Sancho Díaz,
ese señor de Saldaña,
y entre llanto y soledad,
de esta suerte se quejaba
de don Bernardo su hijo,
del rey Alfonso la hermana:
“Los años de mi prisión,
tan aborrecida y larga,
por momentos me lo dicen
aquestas mis tristes canas.
Cuando entré en este
castillo, apenas entré con barba,
y agora por mis pecados la
veo crecida y blanca.
¿Qué descuido es éste,
hijo? ¿Cómo a voces no te llama
la sangre que tienes mía a
socorrer donde falta?
Todos los que aquí me
tienen me cuentan de tus hazañas;
si para tu padre no, dime
para quién las guardas”».
Bernardo
es criado en la corte bajo la protección de su tío el rey,
ignorando
quiénes son sus padres,
pues
el rey ha ordenado que no le sea revelado.
Se
convirtió en uno de los favoritos del soberano
y
pasó a formar parte de su escolta privada.
Ayudado
por Bernardo del Carpio,
don
Alfonso conquista Zamora y posiblemente Salamanca.
***
Espada de Bernardo del Carpio
(Armería del Palacio Real de Madrid)
Con
18 años Bernardo realiza la hazaña guerrera
que
lo convierte en protagonista de los cantares épicos.
El
Emperador Carlomagno
desea
hacerse con plazas al sur de los Pirineos,
aprovechando
sus buenas relaciones con el rey astur.
La
falta de descendencia de don Alfonso,
debido
a ser “quito de mujeres”,
propició
el ofrecimiento de su reino a Carlomagno.
Hubo
embajadas a la corte de Aquisgrán:
La
Primera Crónica General narra que,
al
encontrarse Alfonso el Casto sin hijos,
secretamente
mandó unos mensajeros a Carlomagno,
prometiéndole
que, si le ayudaba en su lucha contra los moros,
le
entregaría el reino.
Cuando
regresaron los enviados
y
los ricoshombres se enteraron del contenido de la embajada,
se
enojaron grandemente
y
amenazaron con destronar al rey si no anulaba tal negociación,
“ca
mas querien morir libres
que
ser mal andantes en servidumbre de los franceses”;
entre
las protestas de los nobles sobresalió la de Bernardo.
Don
Alfonso retiró su oferta, lo que provocó la cólera de Carlomagno:
«Andados XXVII annos del reynado del rey don
Alfonso el Casto, que fue en la era de DCCC et XLIIII, quando andaua el anno de
la Incarnacion en DCCC et VI et el ynperio de Carlos en XII, el rey don
Alfonso, pues que uio que era vieio et de muchos dias, enbio su mandadero en
poridat a Carlos, enperador de los romanos et de los alemanes et rey de los
françeses, commo el non auie fijos, et sil quisiese venir ayudar contra los
moros, quel darie el reyno. El enperador otrosi auie gerra con moros, ca pues
que ellos conquerieron Espanna, pasaron los montes Pireneos et ganaron Prouençia,
Burdel, Piteos, et grant partida de Françia, et conquirieron toda Aquitania que
no les finco ende synon poco. Mas el emperador Carlos fuelos echando de la
tierra et empuxandolos, en guisa que gano dellos aquende los montes Pireneos en
Çeltiberia vna tierra a que dizen Catalonna, que era de los godos de Espanna.
Et dize don Lucas de Tuy que gano otrosi desa uez Gasconna et Nauarra. Et
maguer que el auie assaz que fazer en aquella tierra con los moros, prometio a
los mandaderos del rey don Alfonso quel yrie ayudar. Quando los mandaderos
tornaron al rey, et los ricos omnes sopieron el fecho, pesoles mucho et
conseiaron al rey que reuocase lo que enbiara dezir al emperador; sinon quel
echarien del reyno et catarien otro sennor; ca mas querien morir libres que ser
mal andantes en seruidumbre de los franceses. Et el que mas fuerte et mas rezio
era en esta cosa su sobrino Bernaldo fue, ca aun en todo esto non sabie
Bernaldo de como el rey le prendiera el padre, ca gelo no osaua ninguno dezir.
Et pero que peso al rey mucho, ouolo a fazer, et enbio de cabo sus mandaderos
al emperador quel reuocaua lo quel prometiera. Carlos, quando lo oyo, fue mucho
yrado contra el rey por quel mintiera et desdizie, et menazol muy fuerte. Et
aun dize don Lucas de Tuy quel enbio su carta en quel enbiaua dezir que se
metiese so el su sennorio et fuese su uasallo».
La
anónima Crónica de los Estados Peninsulares,
escrita
en 1305, posiblemente por un monje oscense,
hace
una narración semejante:
«E, desde los mandaderos fueron tornados sopieron
esto los ricoshomnes del rey Casto, e pesoles mucho e dixeon al rey que
desfeciesse esto que avia prometido, sinon que farian otro rey, que mas querian
morir liberos que vivir en servidumbre de franceses; e esto afincaba
senyaladamientre Bernardos.
Et el rey, maguer nol plego, ovolo de facer ansi.
Karlos fue muyt sa(n)yudo e decidiendol mal a su fe, dexada la guerra de los
moros, vínose contra el rey Casto».
Bernardo
se niega a someterse a los franceses,
se
alía con el rey moro Marsilio (o Marsil) de Zaragoza
y
en el año 808 derrota a la retaguardia del ejército imperial
en
el desfiladero de Roncesvalles,
en
la parte hispana de los Pirineos, junto al alto de Ibañeta,
donde
muere lo más granado de la nobleza franca:
los
Doce Pares de Francia, y entre ellos su paladín Rolando o Roldán,
(el
héroe de La Chanson de Roland, que es
también hijo secreto
de
un noble y de la hermana del emperador Carlos).
El
último en morir fue Roldán,
cuyo
invulnerable cuerpo jamás había derramado sangre;
pero
en lucha con Bernardo, éste le ahogó entre sus brazos.
Cuenta
Don Quijote:
«...De ser de tan impenetrables carnes que no pueda
ser herido, como lo fue el famoso Roldán, uno de los Doce Pares de Francia...,
y así, cuando Bernardo del Carpio le mató en Roncesvalles, viendo que no le podía
llegar con fierro, le levantó del suelo entre los brazos y le ahogó, acordándose
entonces de la muerte que dio Hércules a Anteón…»
Bernardo
se hace con la mítica espada Durandarte
(o
Durendal o Durindana),
pese
a que Roldán, sintiéndose morir,
ha
tratado de evitar que la posea el enemigo
lanzándola
contra las rocas.
Pero
la espada no se rompe, sino que abre la peña.
Bernardo
ofreció la victoria a su rey.
(Años
más tarde, Ludovico Pío, hijo de Carlomagno,
en
un nuevo paso por Roncesvalles,
utilizará
como escudos humanos a mujeres y niños vascos
para
protegerse de un nuevo ataque hispano).
***
Bernardo desafía a Alfonso II
Hacia
1250, un monje del monasterio de San Pedro de Arlanza
compuso,
en cuaderna vía, el Poema de Fernán González.
En
él se narran hechos de la vida del conde don Fernán.
E
incluye también versos dedicados a Bernardo del Carpio:
Triunfo de Bernardo en Roncesvalles:
«Enbio el rey Alfonso al
rey Carlos mandado
que en ser atributado non
era acordado,
por dar parias por el non
queria el reignado,
serie llamado torpe en fer
atal mercado.
Dixo que mas queria commo
estava estar,
que el reigno d'España a
Francia sojuzgar,
que non se podrien d'esso
franceses alabar,
¡que mas la querien ellos,
en çinco años ganar!
Carlos ovo consejo sobre
este mandado;
commo menester fuera non
fue bien consejado;
dieron le por consejo el
su pueblo famado
que veniessen a España con
todo su fonsado.
Ayunto sus poderes,
grandes e sin mesura,
movio pora Castiella, ¡tengo
que fue locura!;
al que lo consejo nunca
l'marre rencura,
ca fue essa venida plaga
de su ventura.
Sopo Bernald del Carpio
que françeses passavan,
que a Fuente Rabia todos y
arribavan
por conquerir a España,
segunt que ellos cuidavan
que ge la conquerrian, mas
non lo bien asmavan.
Ovo grandes poderes
Bernaldo d'ayuntar,
e dessi enbio los al
puerto de la mar,
ovo l' todas sus gentes el
rey Casto a dar,
non dexo a esse puerto al
rey Carlos passar.
Mato y de françeses reyes
e potestades,
com' diz' la escriptura,
siete fueron, sepades;
muchos morieron y, esto
bien lo creades,
que nunca mas tornaron a
las sus vezindades.
Tovo se por mal trecho
Carlos essa vegada;
quando vio que por y le
tollio la entrada,
movio s' con assaz gentes
e toda su mesnada,
al puerto de Marsilla fizo
luego tornada.
Quando fueron al puerto
los françeses llegados,
rendieron a Dios graçias
que los avie guiados;
folgaron e dormieron, que
eran muy cansados,
¡si essora se tornaran,
fueran bien venturados!
Ovieron su acuerdo de
passar a España,
onde non les fincasse nin
torre nin cabaña.
Fueron y los poderes con
toda su mesnada,
al puerto de Gitarea
fizieron la tornada.
Los poderes de Francia,
todos muy bien guarnidos,
por los puertos de Aspa
fueron luego troçidos;
¡fueran de buen acuerdo si
non fueran venidos,
que nunca mas tornaron a
do fueron nasçidos!
Dexemos los françeses en
España tornados,
por conquerir la tierra
todos muy bien guisados;
tornemos en Bernaldo de
los fechos granados,
que avie d' españones los
poderes juntados.
Movio Bernald del Carpio
con toda su mesnada,
si sobre moros fuesse, era
buena tornada;
movieron pora un agua muy
fuerte e muy irada,
Ebro l' dixeron sienpre,
assi es oy llamada.
Fueron a Çaragoça a los
pueblos paganos,
beso Bernald del Carpio al
rey Marsil las manos
que dies' la delantera a
pueblos castellanos
contra los Doze Pares,
essos pueblos loçanos.
Otorgo gela luego e dio
gela de grado,
nunca oyo Marsil otro nin
tal mandado:
movio Bernald del Carpio
con su pueblo dudado,
de gentes castellanas, era
bien aguardado.
Tovo la delantera Bernaldo
essa vez
con gentes españones, ¡gentes
de muy grand prez!;
vençieron essas oras a
françeses refez,
bien fue essa mas negra
que la primera vez».
***
Hay
también un romance que se refiere al hecho de Roncesvalles:
Bernardo impide que el rey Alfonso ceda
su reino a Carlomagno:
«Con los mejores de
Asturias, sale de León Bernardo,
puestos a punto de guerra
a impedir a Francia el paso,
que viene a usurpar el
reino a instancias de Alfonso el Casto,
como si no hubiera en él
quien mejor pueda heredallo.
Los labradores arrojan de
las manos los arados,
las hoces, los azadones;
los pastores sus cayados;
los jóvenes se alborozan,
aliéntanse los ancianos;
despuéblanse las ciudades
y lugares comarcanos;
todos a Bernardo acuden, “libertad”
apellidando.
Antes de salir del reino
hacen alarde en un llano,
y levantando la voz, así
les dice Bernardo:
—Escuchadme, leoneses. Los
que os preciáis de hijosdalgo,
y de ninguno se espera
hacer hecho de villano.
A defender vuestro rey
vais como buenos vasallos,
vuestra tierra y vuestras
vidas y las de vuestros hermanos.
De padres libres
nacisteis, y al buen rey Alfonso el Casto
pagáis lo que le debéis
por el divino mandato;
mas no quiera Dios del
cielo que a los decretos de extraños
obliguéis los vuestros
hijos, gloria de vuestros pasados.
Dé el rey su oro a los
franceses, mas no les dé sus vasallos,
que en mermar las libertades
no tienen los reyes mando.
No consintáis que
extranjeros hoy vengan a sujetaros
y mañana vuestros hijos
tengan de Francia un pedazo;
y vuestras armas antiguas,
el rico blasón trocando,
sembradas de flordelises
en lugar de leones bravos;
y el reino que ha tiempo
vuestros abuelos ganaron,
por solo el temor de un día
vengan a mandallo extraños.
Y aquel que con tres
franceses no combatiere en el campo,
quédese, y seamos menos,
aunque habemos de igualallos,
que yo y los que siguieren
uno seremos a cuatro,
y cuando más nos cupieren,
para toda Francia vamos.
Esto acabado, arremete con
la furia del caballo,
diciendo: —¡Síganme todos
los que fueren hijosdalgo!
En su caballo morcillo iba
el valiente Bernardo,
a la morisca vestido, con
el brazo arremangado,
para no ser conocido del
francés campo contrario.
Camina hacia Zaragoza,
donde le están esperando
ese rey moro Marsín y
Bravonel el gallardo».
***
Ventura
Ruiz Aguilera en 1847 escribió un poema
dedicado
a la gesta de Bernardo:
«Siglos ha que, con gran
saña,
Por esa negra montaña,
Asomó un emperador.
Era francés, su vestido
Formaba un hermoso juego:
Capa de color de fuego
Y plumas de azul color.
Y pedía la corona de León.
Bernardo, el del Carpio,
un día,
Con la gente que traía,
“¡Ven por ella!”, le gritó.
De entonces suena en los
valles
Y dicen los montañeses:
“¡Mala la hubisteis,
franceses,
En esa de Roncesvalles!”
Allí, con fiel arrogancia,
Los Doce Pares de Francia,
También estaban, también.
Eran altos como cedros,
Valientes como leones,
Cabalgaban en bridones
sin igual en el correr.
Salió el mozo leonés,
Bernardo salió, y luchando
Uno a uno fue matando
Y hubiera matado a cien.
De entonces suena en los
valles
Y dicen los montañeses:
“¡Mala la hubisteis,
franceses,
En esa de Roncesvalles!”
¡Con qué ejército, Dios mío,
De tan grande poderío
Llegó Carlo Magno acá!
¡Cuántos soldados! No
tiene
Más gotas un arroyuelo,
Ni más estrellas el cielo,
Ni más arenas la mar.
Dios no los quiso ayudar.
El alma los arrancaron,
A sus pies los derribaron
Como al roble el huracán.
De entonces suena en los
valles
Y dicen los montañeses:
“¡Mala la hubisteis,
franceses,
En esa de Roncesvalles!”
Diz que dice un viejo
archivo
Que no quedó un francés
vivo
Después de la horrenda
liz.
Y así debió ser, pues
vieron
Al sol de estos horizontes
Muchos huesos en los
montes
Y muchos buitres venir.
¡Qué grande fue la
batalla!
No fue menor el botín:
Banderas, cotas de malla
Y riquezas y vitualla
Se recogieron sin fin.
De entonces suena en los
valles
Y dicen los montañeses:
“¡Mala la hubisteis, franceses,
En esa de Roncesvalles!”
Y el Emperador, de allí,
Huyó, sin un hombre luego,
La capa color de fuego
Rota y sin plumaje azul.
Bernardo, el del Carpio,
torna
A Castilla tras la guerra
Y al poner el pie en su
tierra
Lo aclama la multitud.
Hubo fiesta muchos días,
Tamboriles, chirimías,
Y canciones a Jesús.
De entonces suena en los
valles
Y dicen los montañeses:
“¡Mala la hubisteis,
franceses,
En esa de Roncesvalles!”»
***
Monasterio de Santa María la Real, Aguilar de Campoo
Foto Ernesto Falkenthal
Tras
los éxitos militares,
y
viendo en Bernardo a un posible heredero de la corona,
dos
nobles, Blasco Meléndez y Suero Velásques,
familia
del conde de Saldaña,
consiguen
que una dama, como jugando,
le
cuente a Bernardo la situación de sus progenitores.
Bernardo descubre quién es su padre
«En corte del Casto
Alfonso, Bernardo a placer vivía,
sin saber de la prisión en
que su padre yacía;
a muchos pesaba de ella,
mas nadie lo descubría:
halo defendido el rey que
ninguno se lo diga.
Dos dueñas se lo descubren
con maña y con maestría.
Cuando Bernardo lo supo,
la sangre se le volvía;
yendo para su posada, muy
grandes llantos hacía;
vistióse paños de duelo y
delante del rey se iba.
El rey que lo vio de luto,
de esta suerte le decía:
—Bernardo, ¿ya por ventura
codicias la muerte mía?
Dijo Bernardo: —Señor,
vuestra muerte no querría,
mas duéleme que está preso
mi padre gran tiempo había.
Merced os pido, buen rey,
me lo deis en este día.
Gran enojo cobró Alfonso y
respondióle con ira:
—Partíos de mí, Bernardo,
y no tengáis osadía
de más esto me decir, que
mucho vos pesaría.
Y yo vos juro y prometo
que en cuantos años yo viva
no ha de salir de prisión
vuestro padre un solo día.
—Señor, rey sois y faredes
a vuestro querer y guisa,
mas pagáis mal quien os
sirve y os servirá todavía.
Dios os ponga en corazón
de soltar mi padre aína,
que mientras él esté preso
yo este luto vestiría».
Bernardo
exige al rey la liberación de su padre,
pero
el monarca no quiere faltar a su promesa pública.
Bernardo pide la libertad de su padre
«Por las riberas de
Arlanza, Bernardo el Carpio cabalga
en un caballo morcillo
enjaezado de grana;
la lanza terciada lleva y
en el arzón una adarga.
Mirándolo están de Burgos
toda la gente espantada,
porque no se suele armar
sino a cosa señalada;
también lo miraba el rey,
que fuera vuela una garza,
diciendo estaba a los
suyos: “Ésta es una buena lanza:
si no es Bernardo del
Carpio, éste es Muza el de Granada.”
Ellos estando en aquesto,
Bernardo que allí llegaba,
ya sosegado el caballo, no
quiso dejar la lanza,
mas, puesta encima del
hombro, al rey de este modo habla:
—Bastardo me llaman, rey,
siendo hijo de tu hermana
y del noble Sancho Díaz,
ese conde de Saldaña;
dicen que ha sido traidor
y mala mujer tu hermana;
tú y los tuyos lo habéis
dicho, que otro ninguno no osara;
mas quien quiera que lo ha
dicho miente por medio la barba,
que ni mi padre es traidor
ni mala mujer tu hermana,
porque cuando yo nací, ya
mi madre era casada.
Metiste a mi padre en
hierros y a mi madre en orden sacra,
y porque no herede yo,
quieres dar tu reino a Francia;
morirán los españoles
antes de ver tal jornada;
montañeses y leoneses y
esta gente asturiana
y ese rey de Zaragoza me
prestará su compaña
para salir contra Francia
y darle cruda batalla;
y si buena me saliere será
el bien de toda España.
Mi padre pido que sueltes,
pues me diste la palabra,
si no, en campo, como
quiera, te será bien demandada».
***
Monasterio de Santa María la Real, Aguilar de Campoo
Foto J. M. Molinelli
Tras
la muerte de Alfonso II, reinan Ramiro y Ordoño.
En
el año 866 accede al trono Alfonso III el Magno.
El
rey Alfonso, en la batalla de Benavente contra el rey moro Ores,
se
vio rodeado, al morir su caballo;
Bernardo
le ofreció su montura y le cubrió las espaldas,
salvándole
la vida.
El
rey en agradecimiento le donó el castillo del Carpio,
cerca
de Alba de Tormes.
El
Carpio es hoy una aldea a cinco kilómetros de Alba de Tormes.
Hay
un altozano donde estuvo asentado el castillo de Bernardo,
del
que sólo quedan vestigios.
Cuenta
el Tudense que, en tiempos de Alfonso III,
Bernardo,
tras una gran batalla en la que participó junto al rey,
se
retiró al castillo del Carpio.
Su
padre seguía prisionero
y
Bernardo solicitó una vez más su liberación.
El
monarca se negó y Bernardo empezó a guerrear contra él,
pero,
ante el peligro sarraceno, hicieron las paces
y
don Alfonso prometió liberar al conde;
de
nuevo unidos, lograron la victoria sobre los moros:
«Infinita muchedumbre de moros del reyno de Toledo,
que gastauan su tierra, con bienauenturada pelea los vençio, y derribó de la
primera espolonada trezientos y çinquenta dellos; y tanbien, seguiendo tras sus
espaldas [a los que fuyan], con tanta muerte se emborrachó en ellos, que de la
ynnumerable muchedumbre pocos escaparon. Tenia consigo al muy famoso cauallero
Bernaldo, que en estas batallas, asy como vn fuerte leon se auia. Acabado este
vençimiento en la ribera del rio de Duero, con gran gloria el rey Alfonso se
tornó en Leon. Mas el sobredicho Bernardo poblo el castillo del Carpio en
tierra de Salamanca. Y porquel rey Alfonso tenía a su padre el conde Sancho
preso en el castillo que se dize Luna, el qual auia preso el rey Alfonso Casto,
Bernardo escomenço de rebelar al rey, lo qual veyendo los moros esforçauense a
destruyr la çibdad de Leon y Astorga y las çibdades que estauan al derredor con
fierro y fuego; mas el rey Alfonso, prometiendo a Bernardo que le soltaria a su
padre de la presion, fizo paz con él, y juntadas abundançias de muy fuertes
caualleros, aparejó de les salir al encuentro».
La
Primera Crónica General cuenta otra
versión:
Ya
reinando Alfonso III, hubo otra invasión francesa,
comandada
por el noble francés don Bueso
(muy
cantado en el romancero popular),
que
entró en tierras del reino de Asturias.
Cerca
del castillo de Amaya, le salieron al encuentro los castellanos
y
se enfrentaron Bernardo y Bueso y éste fue muerto por el leonés,
y
al perder a su caudillo los franceses abandonaron el campo.
Bernardo,
pues, se mantiene leal al rey,
pero
aprovechó la victoria
para
solicitarle nuevamente la liberación de su padre,
que
de nuevo le fue negada,
por
lo que Bernardo no quiso servir más al soberano.
El
rey lo desterró.
Bernardo
se refugió en su castillo del Carpio,
desde
el que, con su mesnada, hostigó algunas plazas reales
en
tierras de Salamanca.
Cuenta
el Padre Mariana:
hacía
cabalgadas por tierras del rey,
saqueaba,
robaba ganados y talaba campos.
Los
propios nobles, visto el perjuicio que sufrían,
rogaron
al soberano la libertad del padre de Bernardo.
Finalmente,
el rey pidió a Bernardo que rindiera el castillo del Carpio
y
le entregaría a su padre.
Bernardo
sospecha un engaño
y
mantiene a parte de sus huestes en la fortaleza
y
va al encuentro del monarca con la otra parte,
por
lo que el rey no puede llevar a la práctica sus planes.
Hoy,
en el pueblo de Carpio-Bernardo,
en
el cerro donde estuvo el castillo, hay una peña
que
es llamada “peña de la traición”, en recuerdo de esos hechos.
***
Enfrentamiento de Bernardo con el rey
por el castillo del Carpio
«Las cartas y mensajeros
del rey a Bernardo van,
que vaya luego a las cortes
para con él negociar.
Bernaldo, como es
discreto, de traición se receló;
las cartas echó en el
fuego y al mensajero habló:
—Mensajero eres, amigo, no
mereces culpa, no;
mas al rey que acá te envía
dígasle tú esta razón:
que no lo estimo yo a él
ni aun a cuantos con él son;
mas, por ver lo que me
quiere, todavía allá iré yo.
Y mandó juntar los suyos,
de esta suerte les habló:
—Cuatrocientos sois, los míos.
Los que coméis el mi pan
nunca fuisteis repartidos.
Agora os repartirán:
en el Carpio quedan ciento
para el castillo guardar;
los ciento por los
caminos, que a nadie dejéis pasar;
doscientos iréis conmigo
para con el rey hablar;
si mala me la dijere, peor
se la he de tornar.
Con esto luego se parte y
comienza a caminar;
por sus jornadas contadas
a la corte fue a llegar.
De los doscientos que
lleva, los ciento mandó quedar
para que tengan segura la
puerta de la ciudad;
con los ciento que le
quedan se va al palacio real;
cincuenta deja a la
puerta, que a nadie dejen pasar,
treinta deja a la escalera
para el subir y el bajar,
con solamente los veinte a
hablar con el rey se va.
A la entrada de una sala
con él se vino a topar;
allí le pidió la mano, mas
no se la quiso dar.
—Dios vos mantenga, buen
rey, y a los que con vos están.
—Bernardo, mal seas
venido, traidor hijo de otro tal;
dite yo el Carpio en
tenencia, tú tómaslo en heredad.
—Mentides, buen rey,
mentides, que no decides verdad,
que nunca yo fui traidor,
ni en mi linaje lo hay.
Acordársevos debiera de
aquella del Encinal,
cuando gentes enemigas allí
os trataron tan mal,
que os mataron el caballo,
y aun a vos querían matar;
Bernardo, como traidor, el
suyo vos fuera a dar;
con una lanza y adarga de
entre ellos os fue a sacar.
El Carpio entonces me
distes por juro y por heredad.
Prometísteme a mi padre.
No me guardastes verdad.
—¡Prendedlo, mis
caballeros, que atrevido se me ha!
Todos le estaban mirando.
Nadie se le osa llegar.
Revolviendo el manto al
brazo, la espada fuera a sacar.
—¡Aquí, aquí, los mis
doscientos, los que comedes mi pan,
que hoy era venido el día
que honra habedes de ganar!
El rey, como aquesto vido,
procuróle amansar:
—Malas mañas has, sobrino,
no las puedes olvidar:
lo que hombre te dice en
burla, de veras vas a tomar.
¿Qué ha sido aquesto,
Bernaldo, que así enojado te has?
Yo te do el Carpio,
Bernardo, por juro y por heredad.
—Aquesas burlas, el rey,
no son burlas de burlar.
Llamástesme de traidor,
traidor hijo de otro tal.
El castillo está por mi,
nadie me lo puede dar;
quien quitármelo quisiere,
yo se lo sabré vedar;
el Carpio yo no lo quiero,
bien lo podéis vos guardar,
que cuando yo lo quisiere
muy bien lo sabré ganar.»
***
El
rey recibe las llaves del castillo,
los
nobles de la corte lo convencen de que libere al conde
y
se convienen las paces.
Pero,
cuando van a buscar al prisionero, lo encuentran muerto.
El
rey, no obstante, manda que lo vistan
y
lo coloquen en un sillón para recibir a su hijo.
Bernardo,
tras ver el cadáver,
logra
que dejen salir a su madre del convento,
junta
la mano de ésta con la del difunto y hace público el matrimonio.
«Y el que no dijere aquí
que soy legítimo así,
mil veces digo que miente».
(Lope
de Vega)
Después
abandona el reino y se dedica a vagar errante
buscando
la muerte en combate, sin lograrlo.
La
Crónica General recoge la fecha de
su muerte:
En
el año XXI del reinado de Alfonso III el Magno
murió
Bernardo del Carpio.
***
Monasterio de Santa María la Real, Aguilar de Campoo
Foto Xavier
Fue
enterrado en Aguilar de Campoo,
en
una cueva cercana al monasterio de Santa María la Real,
junto
con su espada.
El
cenobio se halla a las afueras de Aguilar,
junto
a la carretera de Cervera.
Al
margen de ésta se encuentra la Peña Longa,
donde
hay una gruta, antiguo eremitorio seguramente,
en
lo alto de la roca, en un lugar de difícil acceso,
hoy
cerrada por una reja.
Allí
fue enterrado Bernardo.
Esta
cueva está documentada:
En
el año 822 el caballero Alpidio encontró en ella unas reliquias
sobre
las que se construyó una pequeña ermita ya desaparecida
y
de la que quedan solamente los sillares de la portada.
A
su vera, en el llano, se construyó el monasterio,
que
Alfonso VIII donó a frailes premostratenses.
El
sepulcro fue lugar de peregrinación durante siglos.
En
el siglo XV el monasterio gozaba de gran prosperidad,
gracias
a las donaciones de los fieles que peregrinaban hasta él
para
visitar la tumba del héroe.
Incluso
Carlos I fue en 1517 con su hermana Leonor.
Tras
ser nombrado emperador, en 1522 Carlos volvió a Aguilar
y
se llevó la espada de Bernardo
(que
hoy se conserva en la Armería del Palacio Real de Madrid).
En
1850, cuando Madoz redacta su Diccionario,
aún
existía la tumba, aunque el monasterio ya estaba en ruinas.
El
cronista fray Antonio Sánchez cuenta
que
en la cripta había dos lápidas.
En
una de ellas se leía:
«Aquí
yace sepultado
el
noble y esforzado cavallero Bernardo del Carpio
defensor
de España
hijo
de don Sancho Díaz conde de Saldaña
i
de la infanta doña Ximena
hija
del rey don Alonso el II llamado el Casto.
Murió
por los años de 850».
Junto
a este sepulcro se hallaba el de Fernán Gallo,
«natural
de Burgos, Canciller Maior en la batalla de Ronces Valles,
donde
perdió un ojo mas no el estandarte»,
y
cuya lápida decía:
«Quoniam
in vita, bernarde, conjunximus facta pulchra,
jungamos
modo sepulcra»
(que
el monje tradujo por:
«Pues
en la vida, Bernardo, seguimos buenas venturas,
juntemos
las sepulturas»).
También
cuenta que fuera de la cueva, en el suelo de la ermita,
«bajo
una lápida bien grande algo levantada
con
una espada labrada en la misma piedra por armas»,
reposaban
los restos del caballero francés don Bueso,
derrotado
en batalla por el propio Bernardo.
Hoy
en el interior de la gruta sólo queda una lauda rota
en
la que aún se puede leer:
«Aquí
yace sepultado
el
noble y esforzado cavallero Bernaldo del Carpio
defensor
de España hijo de don Sancho Díaz».
El
resto ha desaparecido.
Tras
la Desamortización, monasterio y cueva quedaron abandonados.
El
sepulcro fue abierto y saqueado.
***
Tumba de Bernardo del Carpio
Bernardo
habría podido ser legítimo sucesor de Alfonso el Casto.
No
fue así, sin embargo.
Alfonso
designó como heredero a un pariente remoto, Ramiro,
con
el que se inicia la línea dinástica ramirense.
Esta
dinastía propició el olvido de Bernardo,
la
eliminación de su nombre de crónicas y documentos
y
su conversión, en connivencia con la historiografía francesa,
en
un personaje meramente literario,
simple
contrapartida del héroe francés Roldán.
***
Pero
la historia de Bernardo del Carpio tuvo gran repercusión
en
la literatura medieval y sobre todo en el Siglo de Oro.
Desde
el siglo XII los clérigos españoles
(Rodrigo
Jiménez de Rada, El Toledano
Lucas
de Tuy, El Tudense)
se
enfrentan a los monjes de Cluny
que
van penetrando en la Península y que son francófilos.
Uno
de los instrumentos de ese enfrentamiento
es
la figura de Bernardo del Carpio, de alto valor simbólico.
Bernardo
estuvo muy presente en la literatura española,
como
héroe y paladín de la defensa de España.
Varios
romances cantan sus hazañas
y
su argumento fue llevado al teatro.
Con
La libertad de España por Bernardo,
de
Juan de la Cueva (1579),
se
inicia el teatro renacentista español
basado
en el honor y el orgullo patrio.
Lope
de Vega escribió dos piezas sobre el héroe:
Las mocedades de Bernardo,
donde
Lope llama a Bernardo “Alejandro español, Viriato nuevo”.
Y
Casamiento en la muerte.
En
El Quijote, al final de la Primera
Parte,
cuando
don Quijote es transportado en una carreta hacia su aldea,
entre
él y el canónigo que lo acompaña se entabla un diálogo
sobre
los héroes caballerescos,
y
el canónigo afirma:
«En
lo de que hubo Cid no hay duda, ni menos Bernardo del Carpio».
Cervantes
empareja al Cid y a Bernardo y no duda de su existencia.
Castellano
uno, leonés el otro, representan dos vidas paralelas;
ambos
encarnan la reacción hispana ante un rey descalificado;
ambos
se enfrentan al monarca y son desterrados;
ambos
se aliarán circunstancialmente con los moros,
pero
también los combatirán y ayudarán a defender la Cristiandad.
Covarrubias
compendiaba así la historia de Bernardo:
«Hijo de Don sancho Díaz, Conde de Saldaña, y de Doña
Ximena, hermana de Alfonso el segundo dicho El Casto. Desposáronse secretamente
y cuando vino a noticia de el rey recibió grandísimo enojo. Nació de este
ayuntamiento Bernardo y sus padres le dieron a criar en las Asturias. El rey
prendió a su hermana y al Conde, a ella puso religiosa en un monasterio y a él
habiéndole sacado los ojos le encarceló en el castillo de Luna. Bernardo se crió
muy lindo mozo y muy gentil hombre y muy valiente caballero amado y querido de
toda la corte. Y como el rey Don Alfonso no tuviese hijos porque era casto y no
había conocido mujer, fatigado con los continuos trabajos y larga administración
de su reino, envió secretamente mensajeros al Emperador Carlomagno rey de
Francia ofreciéndole la sucesión del reino de España con que viniese a
favorecerle contra los moros con quien tenía guerras... Los principales del
reino mandaron con una embajada a Bernardo ante el rey, para que revocase la
promesa hecha a Carlos, porque no le acatarían obediencia. Y lo hizo con tanta
prudencia y respeto... El Emperador Carlos tomó gran enojo de esto que determinó
venir contra los españoles. Y marcharon hasta Roncesvalles y tuvieron un gran
batalla y Carlos fue vencido y perdió la flor de sus guerreros, a muchos de los
cuales mató Bernardo. Bernardo pensaba que era hijo del rey por la confianza
con que le honraba. Pero le llegó la noticia y le pidió al rey que liberara a
su padre, a lo que este le contestó con gran despecho. Los franceses deseosos
de vengar su anterior derrota vinieron con gran ejército y Bernardo les hizo
frente con el ejército del rey. También defendió a su rey y le salvó la vida
cuando un rey moro se sublevó contra Alfonso en Galicia. Volvió a pedir la
libertad de su padre, como no se la concedió edificó un castillo en El Carpio y
peleó contra su rey, ante lo cual éste le entregó a su anciano padre. Al lado
del rey defendió Zamora. Murió muy de avanzada edad y fue enterrado en Aguilar
de Campo».
Sin
embargo, hoy está olvidado,
pese
a que mil años después de la Batalla de Roncesvalles de 808,
en
la que Bernardo se enfrentara al imperio franco de Carlomagno,
en
1808 se produjo el levantamiento del 2 de mayo
frente
al imperialismo de Napoleón Bonaparte,
que
él mismo se consideró heredero de Carlomagno.
Gustavo
Bueno se pregunta:
«¿Cómo podemos minimizar el significado de Bernardo
del Carpio en la Historia de España, y dentro de ella, en la Historia de
Oviedo? ¿Cómo explicar que en Oviedo no se haya levantado, no ya ni siquiera
una lápida sino una estatua monumental dedicada a uno de sus hijos más
ilustres?»
«Arrogante, ¡oh, moro estás!
Toda la arrogancia es mía.
Ya te encontraré algún día.
En El Carpio me hallarás.
¡Ay de ti si al Carpio
voy!
¡Ay de ti si al Carpio
vas!»
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