domingo, 30 de diciembre de 2012
sábado, 29 de diciembre de 2012
PASTRANA, IV. Colegiata
Atravesando la villa en línea recta desde el
palacio ducal,
está la iglesia de la Asunción,
comenzada a construir en el siglo XIV.
Uno de los hijos de los Príncipes de Éboli,
el obispo de Sigüenza y arzobispo de Granada
Pedro González de Mendoza,
engrandeció la iglesia de Pastrana en el siglo
XVII,
convirtiéndola en colegiata,
categoría que tuvo hasta el siglo XIX.
En el Museo de la Colegiata, ubicado en la
antigua sacristía,
se conservan algunos recuerdos
de Santa Teresa, de San Juan de la Cruz
y sobre todo de la Princesa de Éboli:
Muebles que pertenecieron a la Princesa
y otros objetos de su propiedad (una cruz, un
pebetero, un arcón),
un manuscrito firmado por ella,
los tapices que decoraban las salas del palacio
ducal,
los cuadros de algunos de los hijos de los
Príncipes
(Pedro González de Mendoza, Ana de Mendoza),
el impresionante catafalco de paño negro,
escoltado por candelabros de ébano,
que amortajó los restos de Ruy Gómez de Silva,
telas de terciopelo negro y amarillo
que formaron parte del catafalco de doña Ana
y varias ropas de misa de Pedro González de Mendoza,
una de las cuales se hizo con una capa de la
Princesa.
En el crucero de la iglesia hay varios epitafios
colocados allí por Pedro González de Mendoza.
A la derecha del altar mayor
se encuentran los sepulcros de los padres de doña
Ana,
los Príncipes de Mélito.
“Prendas de obligación, no del olvido, contiene
este sepulcro”,
reza el epitafio colocado por su nieto, fray
Pedro,
que fue enterrado junto a sus abuelos.
A la izquierda están los epitafios de los
Príncipes de Éboli
y de su hijo primogénito, Rodrigo, hermano de
fray Pedro.
El obispo hizo construir también una cripta
para enterrar a sus padres.
Se accede a la cripta por una puerta a la
izquierda del altar mayor.
En ella yacen varios miembros de la familia
Mendoza.
Una urna de mármol alberga los restos de la
Princesa,
vestidos con el hábito de la orden de San
Francisco,
de acuerdo con su última voluntad.
Sobre la urna, una inscripción:
“Aquí yace doña Ana de Mendoça y Cerda.
Murió en Pastrana año 1592”.
Bajo la urna, en el mismo nicho, están los restos
de su esposo,
con el rótulo:
“Aquí yace Ruy Gomez de Silba.
Murió en Madrid año de 1577”.
Ni en la muerte la Princesa podía tener a alguien
por encima.
Hay un error en la fecha de la muerte del
Príncipe:
Ruy Gómez murió en 1573, no en 1577.
La Princesa de Éboli fue enterrada primero
en la cripta del convento de San José.
Luego sus restos fueron trasladados
al lado del Evangelio de la antigua cabecera de
la iglesia.
Allí hizo llevar también fray Pedro González de
Mendoza
los restos de su padre, inicialmente enterrados
en Madrid.
Después, cuando fray Pedro comience las obras del
templo,
los sepulcros fueron trasladados nuevamente,
ahora juntos, al trascoro, al pie de la iglesia.
En 1637, acabadas las obras de la cripta bajo el
altar mayor,
toda la familia fue llevada a este lugar.
Los cuatro primeros Duques de Pastrana fueron
enterrados allí.
Se cuenta que, hace años,
cuando alguien visitaba la cripta de Pastrana,
las mujeres que la enseñaban sacaban una calavera
y la mostraban diciendo:
“ésta es la calavera del Marqués de Santillana”.
Parece ser que la tapa que levantaban
correspondía a la tumba de Pedro Alcántara de
Toledo,
XIII duque del Infantado.
En ese sepulcro hay dos calaveras
pero es improbable que una de ellas sea la del
Marqués.
Seguramente los restos del Marqués de Santillana
fueron trasladado a Pastrana
y depositados tras la lápida
“Duques V, VI y VII de Pastrana y otros de Infantado”,
pues todos los demás sepulcros tienen indicación
de quien los ocupa.
(Las casas de Pastrana e Infantado se unieron por
matrimonio
en la persona del IX Duque del Infantado,
que fue enterrado en Madrid).
En el siglo XIX los restos de fray Pedro
fueron trasladados de la cabecera de la iglesia a
la cripta.
En la cripta hay también un ataúd de madera
que contiene los restos de un tal “mosén Rubí”
cuya relación con los Duques se ignora.
viernes, 28 de diciembre de 2012
PASTRANA, III. Palacio Ducal
Ana de Mendoza y de la Cerda
nació en 1540 en Cifuentes, Guadalajara.
Fue la única hija de Diego Hurtado de Mendoza y
de la Cerda,
Conde de Mélito y Virrey de Aragón, nieto del
Gran Cardenal,
y de María Catalina de Silva y Toledo.
En 1553 se acordó su casamiento
con el hidalgo portugués Ruy Gomes da Silva.
Ana sólo tenía 13 años.
Cuando se firmaron las capitulaciones de la boda
se la describe como “bonita aunque chiquita”.
El portugués tenía 37 años.
Fue el propio príncipe Felipe, futuro Felipe II,
quien aconsejó a don Diego la boda de Ana
con Gomes da Silva.
Una biznieta del Cardenal Mendoza,
el que en época de los Reyes Católicos fuera
llamado “tercer rey”,
casaba con un extranjero sin título nobiliario.
Ruy había llegado a Castilla
en el séquito de doña Isabel de Portugal,
que iba a casar con el Emperador.
Era un niño y, cuando nació el príncipe Felipe,
entró a formar parte de su círculo.
Eran pues amigos de juegos desde la infancia
(Ruy era 11 años mayor que el príncipe
y entró al servicio de éste como paje)
y después Ruy Gomes se convirtió en secretario,
consejero y hombre de confianza de Felipe
(será el único privado que tuvo el monarca).
Llegó a ser un hombre muy influyente,
muy favorecido por el rey,
al que acompañaba en todo momento.
Felipe dotó la boda con una considerable
cantidad.
En 1556 Felipe se convertía en rey.
En 1559 otorgaba a Ruy Gomes el título de
Príncipe de Éboli
(ciudad del Reino de Nápoles).
El título le fue concedido para salvar el rígido
protocolo de la corte
y así poder tener el rey a su amigo junto a él
con la más alta dignidad nobiliaria.
Posteriormente, las tierras italianas de Éboli
fueron vendidas por Ruy para adquirir otras en La
Alcarria,
más cercanas a Madrid.
Ruy gastó en las compras
el equivalente a 4 años de la renta anual del
Duque del Infantado.
En 1569 compró Zorita y Pastrana a la familia de
su esposa.
En 1572 fue nombrado por Felipe II
Duque de Pastrana con Grandeza de España.
Por tanto Ana, Condesa de Mélito,
fue la primera Princesa de Éboli y la primera Duquesa
de Pastrana.
En los 4 años que transcurrieron
desde la compra de Pastrana hasta su muerte,
Ruy mejoró la economía de Pastrana,
fundó, con su esposa, la futura Iglesia Colegial
de Pastrana
y favoreció la fundación por Teresa de Jesús, en
1569,
de dos conventos carmelitas en Pastrana, femenino
y masculino.
Asimismo, continuó las obras del palacio
cuya construcción había iniciado en 1541
Ana de la Cerda, abuela de la Princesa,
con proyecto de Alonso de Covarrubias.
En su fachada, sobre la puerta,
figura la inscripción tallada “De Mendoza y de La
Cerda”.
(Por diversos motivos legales, el palacio nunca
se finalizará).
Ana y Ruy vivieron junto al rey en la corte
madrileña.
La leyenda dice que Ana fue en algún momento
amante de Felipe II,
pero no hay ninguna prueba e ello.
La tercera esposa de don Felipe, Isabel de
Valois,
fue amiga y protectora de doña Ana.
Ésta formó parte del círculo íntimo de las damas
de la reina.
Fue en esa época cuando Felipe tuvo más relación
con la Princesa.
Pero la muerte de la Reina en 1568 dejó a doña
Ana
sin su mejor valedora en la Corte.
Los Príncipes de Éboli mantuvieron amistad con
don Juan de Austria,
siendo en su casa madrileña donde éste conoció a
María de Mendoza,
que será su amante y madre de dos de sus hijos.
Ana de Austria (hija de don Juan y doña María)
nació en el palacio de los Príncipes en Pastrana.
Al servicio de Ruy entró el aragonés Antonio
Pérez.
Durante el periodo de su matrimonio, la vida de
Ana fue estable,
sin complicaciones ni altercados.
Tuvo diez hijos:
Diego murió de niño.
Ana de Silva y Mendoza casará con el Duque de
Medina-Sidonia.
Rodrigo de Silva y Mendoza heredará el Ducado de
Pastrana.
Pedro murió de niño.
Diego de Silva y Mendoza será Virrey de Portugal.
Ruy de Silva y Mendoza recibirá un Marquesado.
Fernando de Silva y Mendoza se ordenará fraile
franciscano
con el nombre de Pedro González de Mendoza
(como su tatarabuelo el Gran Cardenal)
y llegará a arzobispo.
María de Mendoza y María de Silva fueron gemelas
y murieron de niñas.
Ana de Mendoza, la hija menor,
acompañará a su madre en sus últimos años
y después se hará monja en el convento de
Pastrana.
***
En 1573 Ruy Gomes da Silva murió en Madrid.
Ana durante el resto de su vida tendrá una
existencia problemática.
En 1569 Ana había patrocinado junto con su marido
dos conventos de carmelitas en Pastrana.
Ana entorpeció los trabajos
porque quería que se construyesen según sus
dictados,
lo que provocó numerosos conflictos con monjas,
frailes,
y sobre todo con Teresa de Jesús,
fundadora de las carmelitas descalzas.
Ruy Gomes da Silva puso paz,
pero cuando éste murió volvieron los problemas.
Con el cadáver de su marido presente,
doña Ana se vistió el hábito de un fraile
y luego acudió con el cortejo fúnebre a Pastrana,
donde, después del entierro, se dirigió al
convento de las carmelitas.
Su madre Catalina la acompañó.
Allí se presentó ante la madre abadesa.
La Princesa quería ser monja
y que las criadas que iban con ella también lo
fuesen.
Le fue concedido a regañadientes por Teresa de
Jesús
y se la ubicó en una celda austera.
Pero pronto se cansó de la celda
y se fue a una casa en el huerto del convento con
sus criadas.
Allí tendría armarios para guardar vestidos y
joyas
y comunicación directa con la calle, para poder
salir a voluntad.
Sus imposiciones
y las costumbres que intenta introducir en el
convento
contra las reglas de la Orden,
hacen que la madre abadesa pida ayuda a la Santa,
que se encuentra en Segovia.
Después de muchos forcejeos, en 1574
Teresa comprende que sólo le queda sacar a las
monjas del convento
sin que se entere la Princesa.
Y así, envía a dos hombres,
quienes, con carros, en medio de calamidades,
llevan a las monjas a un convento de Segovia.
Doña Ana se quedó sola con sus criadas.
Aunque el propio rey le aconsejó que permaneciera
en Pastrana,
Ana volvió a su palacio de Madrid
y publicó una biografía tergiversada de Teresa,
que fue prohibida por la Inquisición durante diez
años.
***
Tras la muerte de Ruy Gomes,
sucedió a éste como secretario de Felipe II
Antonio Pérez, el antiguo protegido de Ruy.
Cuando Ana volvió a Madrid,
se establecieron fuertes lazos de amistad entre
ella y Antonio.
Algunos testimonios indican que mantuvieron
relaciones amorosas.
En cualquier caso, la relación estuvo oculta al
rey.
Hay quien intenta explicar el comportamiento
entre Felipe II, Pérez y Ana
aceptando que ésta fue amante del rey durante un
corto tiempo,
aunque Felipe luego se apartara de ella por
considerarla “peligrosa”,
una mujer intrigante y provocadora.
Otros autores niegan tal posibilidad,
estimándola parte de la Leyenda Negra.
Las supuestas relaciones de la Princesa y el
secretario
pudieron ser descubiertas por Juan de Escobedo,
secretario de don Juan de Austria (hermanastro
del rey).
Antonio Pérez, temeroso de que revelase el secreto,
lo acusó ante el rey de graves intrigas
políticas.
El 31 de marzo de 1578, lunes de Pascua, cuando
ya anochecía,
Juan de Escobedo fue acuchillado en Madrid,
en la esquina de la calle Mayor y la calle de la
Almudena,
en las cercanías del Alcázar Real
y de las casas de Escobedo y de Ana.
(Una placa en la calle donde ocurrió informa hoy
sobre el suceso).
La princesa de Éboli figuraba
entre las visitas de aquel día de este caballero,
y no se sabe qué fue a hacer a la casa de la
Princesa.
Plano de Madrid de la época, donde puede verse la antigua iglesia de la Almudena y el palacio de la Princesa (hoy desaparecido por el ensanche de la calle Bailén; hay unos jardines en su lugar) |
Felipe II recibió la noticia en El Escorial,
dando luego lugar a que este confuso episodio,
aún hoy no resuelto,
fuera llamado “la conjura de El Escorial”,
pues las sospechas recayeron sobre el propio rey.
Pasó un año hasta que el rey dispuso la detención
de Pérez.
Quizás el arresto no fue motivado por la muerte
de Escobedo
sino por presuntas maniobras de Antonio y Ana
por la sucesión al trono vacante de Portugal:
Poco después de la muerte de Escobedo, falleció
el rey luso.
Empezaba la “cuestión de Portugal”.
Felipe II quería heredar la corona del reino
vecino.
Tal vez hubo una confabulación de Ana y Antonio
para casar a una hija de la Princesa
con el primogénito del Duque de Braganza,
familia con posibilidades de heredar el trono
contra los intereses de Felipe II.
La Corte se convirtió en un mundo de rumores.
El rey fue conociendo los manejos políticos de
Antonio Pérez.
El 28 de julio de 1579, a las once de la noche,
hizo arrestar a Antonio y a Ana.
Pudo ser también, simplemente, que, tanto Ana
(mujer del único favorito que tuvo Felipe
y amante de Antonio Pérez)
como Antonio (secretario privado del monarca)
conocieran en exceso la personalidad y
pensamientos del rey,
lo que desagradaría a éste.
Hay quien dice que Ana fue detenida
porque, al ser la amante de Antonio Pérez,
éste le podía haber contado en la alcoba
hechos que el rey querría mantener secretos.
Antonio Pérez aseguró que Felipe II,
la noche del prendimiento de la Princesa en su
Palacio,
presenció el hecho escondido en la iglesia
cercana.
Es posible que Pérez
exagerara en sus "Relaciones"
antifelipistas el papel de Ana,
intentando descargar en ella su propia
responsabilidad.
Nunca hubo pruebas de la implicación de la
Princesa
en la muerte de de Escobedo.
Pérez fue arrestado por el Alcalde de Casa y
Corte
y dos docenas de alguaciles.
A la misma hora se personaban en el palacio de la
Princesa
el Capitán de la Guardia del Rey y el Almirante
de Castilla,
con un séquito de guardias reales.
La Princesa, sorprendida,
intentó enviar a su hijo Rodrigo, ya Duque de Pastrana,
a hablar con el Rey
(de quien se dice que era el verdadero padre de
Rodrigo).
Pero no fue autorizado.
Allí acababa la vida cortesana de la dama.
***
La Princesa fue encerrada en el Torreón de Pinto,
prisión de nobles.
Ana era una “Grande de España”, con tratamiento
de “prima” del rey.
Los nobles de su nivel,
como su yerno el Duque de Medina-Sidonia
o su pariente el Duque del Infantado,
intercedieron por ella, en vano.
Doña Ana escribía al rey, llamándolo “primo”
y pidiéndole “que la protegiese como caballero”.
De Pinto, Ana fue llevada a la prisión de
clérigos de Santorcaz
y en 1581 fue trasladada a su Palacio de Pastrana.
En sus primeros meses de estancia aquí,
se propagaron rumores sobre fiestas
y comunicación con Antonio Pérez.
Llegaron al rey informaciones
acerca de que la Princesa malgastaba su hacienda
y tenía abandonados a sus hijos.
Felipe II decretó su incapacitación,
y con ello la pérdida de toda facultad de
disponer de su fortuna.
Felipe valoró enviarla a un convento en Andalucía
pero, tras la fuga de Antonio Pérez a Aragón en
1590,
optó por endurecer las condiciones de la reclusión
en Pastrana.
Mandó poner rejas en puertas y ventanas del
Palacio Ducal
y mantuvo a la prisionera estrechamente vigilada
y confinada en la torre oriental, donde, según la
leyenda,
sólo se le permitía asomarse a la ventana
enrejada una hora al día,
de ahí el nombre de la plaza: Plaza de la Hora.
Doña Ana escribía repetidos memoriales al rey
y se interesaba por sus hijos Diego y Ruy,
pero apenas por el heredero, Rodrigo.
Felipe no varió su actitud hacia la dama
pero siempre cuidó de los hijos de la Princesa
y en particular del primogénito,
Rodrigo, segundo Duque de Pastrana,
supuesto hijo del rey,
aunque tal posibilidad resulte improbable,
pues cuando su concepción la madre estaba de
postparto,
y por tanto en casa,
y el rey de luna de miel con Isabel de Valois,
de la que estaba enamorado.
Doña Ana murió en 1592, atendida por su hija
menor, Ana,
que tenía 8 años cuando su madre fue prendida.
Desde Francia, Antonio Pérez escribía sobre la
Princesa:
«No hay leona más fiera ni fiera más cruel que
una linda dama...
como de tal hay que huir».
***
En 1997, la Universidad de Alcalá de Henares
adquirió, restauró y finalizó el palacio
e instaló en él una delegación, como Universidad
de Verano.
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