Mostrando entradas con la etiqueta Jaén: Alcalá la Real. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Jaén: Alcalá la Real. Mostrar todas las entradas

lunes, 13 de junio de 2011

ALCALÁ LA REAL, I


Éste es el final del camino,
el final de la peregrinación,
la última fortaleza.
Después, Granada.
Después, el reto decisivo.
Desde estos montes neblinosos
los monjes otearon la vega,
vigilaron la frontera,
defendieron el territorio.

Paso aquí muchas horas, muchas horas,
tratando de comunicarme con las sombras.
Desde la altura de la fortaleza
contemplo la vastedad de los campos
difuminados por una neblina
venida del pasado.
Es una niebla cargada de presencias.
Una niebla azul a través de la cual
se puede viajar en el tiempo.

Paso aquí muchas horas contemplándola
y en ella veo a los jinetes.
Son jinetes blancos.
Jinetes envueltos en largas capas blancas.
Jinetes con armaduras blancas, espadas blancas,
blancos corceles.
Cabalgan a través de la niebla recorriendo los montes,
vigilantes, despiertos para siempre.
Son silenciosos.
Sólo escucho el vago relinchar de los caballos
que galopan sin pisar la tierra.

Todo el camino ha sido
una preparación para esto,
para ver esto, para comprender esto.
No habría podido verlo
sin el camino previo,
sin la dureza del camino previo,
sin el aprendizaje.
De nada habría valido
acercarme hasta aquí cómodamente.
No habría visto nada;
no habría entendido nada;
nadie se habría puesto en contacto conmigo.

Sólo tras la larga iniciación del camino
esta niebla cobra sentido.
Durante muchos días
he caminado por senderos solitarios,
durante muchos días
he caminado sin otra compañía
que la de los seres invisibles
que han ido saliendo a mi encuentro
para conducirme hasta aquí.

Ellos me han enseñado
cómo tenía que mirar para ver esto,
cómo tenía que abrir el corazón.
He pasado sed; he tenido frío;
he estado sola.
He tenido que estar sola
para que los seres invisibles se manifestasen
y me enseñaran cuál era la actitud adecuada
para llegar hasta aquí,
cuáles eran las condiciones
para entender esta niebla,
para ver.

Y ahora, veo.
Ahí están, los jinetes.
He llegado cansada
pero con el corazón abierto.
Todos esos caminos,
todo el sol,
las jornadas de polvo y las de escarcha,
las jornadas de horizonte interminable
y las del misterio de los bosques,
todo conducía hasta aquí, hasta esta niebla
por la que cabalgan los jinetes.

domingo, 12 de junio de 2011

ALCALÁ LA REAL, II

Bajo el suelo de la iglesia
se abre un mundo de fosas.
Un laberinto de tumbas
profanadas.

Me siento en el suelo
en un rincón del templo
y observo.
Ante mí se extiende un campo
de fosas abiertas,
de gente que quiso ser enterrada en el interior de la iglesia
buscando la protección de lo sagrado
para el último tránsito.
Contemplo el suelo
en el que se han ido deshaciendo
sucesivos niveles de cadáveres,
todos con el mismo propósito
de que lo sagrado les amparase
en el paso postrero.

Se han ido deshaciendo en este espacio
tantos cadáveres
que el aire tiene una densidad distinta,
densidad de ceniza en suspensión.

Desconsagrado el templo,
convertido en ruina,
algo se quedó a medias,
el polvo no acabó de disolverse,
algunos espíritus no hallaron la puerta de salida,
quedan aquí almas en pena
solicitando el viático que pretendían
y que ahora, profanadas las tumbas,
se ha hecho imposible.

Sentada en el suelo del templo-cementerio
veo a esos espectros desesperados
que vagan por el ámbito desfigurado
buscando en vano una salida.
Su tránsito fue interrumpido
y quedaron
para siempre sujetos a una región intermedia
con todas las puertas cerradas.

Sentada en el suelo
veo las sombras
de esas gentes que quisieron asegurarse
la protección de lo sagrado
en el viaje final
pero que de algún modo llegaron tarde,
se entretuvieron
con las intrascendentes peripecias terrestres,
se enredaron con las preocupaciones de este lado,
y no llegaron a tiempo.

Sombras de personas a las que se les hizo tarde.
Cuando quisieron partir
las piedras removidas habían bloqueado las puertas,
los intermediarios habían desaparecido,
el sendero había sido borrado
y ya no encontraron el modo
de salir de este templo
convertido en prisión de almas.