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jueves, 22 de octubre de 2015

CASTILLEJO DE ROBLEDO



En sus alrededores se localiza el robledal de Corpes,
donde se emplaza el episodio cidiano
conocido como “afrenta de Corpes”.


Poema de Mio Cid

Cantar tercero
La afrenta de Corpes


[En el segundo Cantar, el Cid continuó sus campañas y conquistó Valencia. Su esposa Jimena y sus hijas se reunieron con él en la ciudad. El rey Alfonso perdonó al Cid y propuso el matrimonio de sus hijas con los Infantes de Carrión. Al Cid no le gustó la idea pero aceptó.
Ya en el tercer Cantar, los Infantes se han casado con las hijas del Cid.
Un día, un león se escapa de su jaula.]


En Valencia estaba el Cid   y los que con él son;
con él están sus yernos,   los infantes de Carrión.
Echado en un escaño,   dormía el Campeador,
cuando algo inesperado   de pronto sucedió:
salió de la jaula   y desatóse el león.
Por toda la corte   un gran miedo corrió;
embrazan sus mantos   los del Campeador
y cercan el escaño   protegiendo a su señor.
Fernando González,   infante de Carrión,
no halló dónde ocultarse,   escondite no vio;
al fin, bajo el escaño,   temblando, se metió.
Diego González   por la puerta salió,
diciendo a grandes voces:   «¡No veré Carrión!»
Tras la viga de un lagar   se metió con gran pavor;
la túnica y el manto   todo sucios los sacó.
En esto despertó   el que en buen hora nació;
a sus buenos varones   cercando el escaño vio:
«¿Qué es esto, caballeros?   ¿Qué es lo que queréis vos?»
«¡Ay, señor honrado,   un susto nos dio el león».
Mío Cid se ha incorporado,   en pie se levantó,
el manto trae al cuello,   se fue para el león;
el león, al ver al Cid,   tanto se atemorizó
que, bajando la cabeza,   ante mío Cid se humilló.
Mío Cid don Rodrigo   del cuello lo cogió,
lo lleva por la melena,   en su jaula lo metió.
Maravillados están   todos lo que con él son;
lleno de asombro, al palacio  todo el mundo se tornó.
Mío Cid por sus yernos   preguntó y no los halló;
aunque los está llamando,   ninguno le respondió.
Cuando los encontraron   pálidos venían los dos;
del miedo de los Infantes   todo el mundo se burló.
Prohibió aquellas burlas   mío Cid el Campeador.
Quedaron avergonzados   los infantes de Carrión.
¡Grandemente les pesa   esto que les sucedió!

[El rey de Marruecos ataca Valencia. Los hombres del Cid salen victoriosos y el Cid gana otra espada, Tizona. Pero los Infantes de Carrión otra vez prueban su cobardía. Se sienten humillados y conciben un plan para vengarse del Cid. Piden permiso para llevar a sus mujeres a Carrión. El Cid se lo permite.
Llegan los Infantes al robledo de Corpes.]


En el robledo de Corpes   entraron los de Carrión,
los robles tocan las nubes,   ¡tan altas las ramas son!
Las bestias fieras   andan alrededor.
Hallaron una fuente   en un vergel en flor;
mandaron plantar la tienda   los infantes de Carrión,
allí pasaron la noche   con cuantos con ellos son;
con sus mujeres en brazos   demuéstranles amor;
¡mal amor les mostraron   en cuanto salió el sol!
Todos se habían ido,   ellos cuatro solos son,
así lo habían pensado   los infantes de Carrión:
«Aquí en estos fieros bosques,   doña Elvira y doña Sol,
«vais a ser escarnecidas,   no debéis dudarlo, no.
«Nosotros nos partiremos,   aquí quedaréis las dos;
«no tendréis parte   en tierras de Carrión.
«Llegarán las nuevas   al Cid Campeador,
«así nos vengaremos   por lo del león».
Los mantos y las pieles   les quitan los de Carrión,
con sólo las camisas   desnudas quedan las dos,
los malos traidores llevan   zapatos con espolón,
las cinchas de sus caballos   ásperas y fuertes son.
Cuando esto vieron las damas   así hablaba doña Sol:
«Don Diego y don Fernando,   os rogamos por Dios,
«dos espadas tenéis,   fuertes y afiladas son,
«el nombre de una es Colada,   a la otra dicen Tizón,
«cortadnos las cabezas,   mártires seremos nos.
« Moros y cristianos   hablarán de vuestra acción,
« dirán que no merecimos   el trato que nos dais vos.
«Esta acción tan perversa   no la hagáis con nos
«si así nos deshonráis,   os deshonraréis los dos;
«ante el tribunal del rey   os demandarán a vos».
Lo que ruegan las dueñas   de nada les sirvió.
Comienzan a golpearlas   los infantes de Carrión;
con las cinchas de cuero   las golpean sin compasión;
así el dolor es mayor, los infantes de Carrión:
de las crueles heridas   limpia la sangre brotó.
Si el cuerpo mucho les duele,   más les duele el corazón.
¡Qué ventura tan grande   si quisiera el Criador
que en este punto llegase   mio Cid el Campeador!


[Los Infantes dejan así a las hijas del Cid y se van. Féliz Muñoz las encuentra y las lleva a San Esteban de Gormaz. La noticia del abuso llega al rey y al Cid.]

Van estas noticias   a Valencia la mayor;
cuando se lo dicen   a mío Cid el Campeador,
un gran rato   pensó y meditó;
alzó al fin la mano,   la barba se tomó
«Alabado sea Cristo,   que del mundo es señor;
«ya que así me han ofendido  los infantes de Carrión,
«juro por esta barba,   que nadie me mesó,
«no lograréis deshonrarme,   infantes de Carrión;
«que a mis hijas   bien las casaré yo».

[Álvar Fáñez y muchos hombres del Cid van a recoger a doña Elvira y doña Sol. Todos vuelven a Valencia. El Cid recibe un mensaje diciéndole que están cerca.]

Al que en buen hora nació   llegaba el mensaje,
aprisa cabalga,   a recibirlos sale;
iba jugando las armas,   grandes gozos hace.
Mío Cid a sus hijas   íbalas a abrazar,
besándolas a ambas   sonriéndoles está:
«¿Venís, hijas mías?   ¡Dios os guarde de mal!
«Yo accedí a vuestras bodas,   no me pude negar.
«Quiera el Creador,   que en el cielo está,
«que os vea mejor casadas   de aquí en adelante.
«De mis yernos de Carrión,   ¡Dios me haga vengar!»
Las hijas al padre   la mano van a besar.
Jugando las armas iban,   entraron en la ciudad;
doña Jimena, su madre,   gozosa las fue a abrazar.
El que en buen hora nació   no lo quiso retardar;
de los suyos, en privado,   se quiso aconsejar:
al rey Alfonso, un mensaje   decidieron enviar.

[El Cid pide justicia al rey. Puesto que el rey asumió la responsabilidad por los casamientos de las hijas del Cid, comparte la deshonra de las acciones de los Infantes. El rey reúne a todos en Toledo para resolver la situación.]

A la puerta de fuera   el Cid descabalgó;
con los suyos entra   dignamente el Campeador:
él va en medio,   los ciento, alrededor.
Cuando lo vieron entrar   al que en buen hora nació,
levantóse en pie   el buen rey don Alfonso
y el conde don Enrique   y el conde don Ramón,
y así como ellos, sabed,   toda la corte:
con gran honra lo reciben  al que en buen llora nació.
No se quiso levantar   el Crespo de Grañón,
ni todos los del bando   de los de Carrión.
El rey a mío Cid   de las manos le tomó:
«Venid acá a sentaros   conmigo, Campeador,
«en este escaño   que me regalasteis vos;
«aunque a algunos les pese,   mejor sois que nos ».
Aunque el honor agradece,   el Cid no lo consintió:
«Seguid en vuestro escaño   como rey y señor;
«con todos estos míos   aquí me sentaré yo».
Lo que dijo el Cid   al rey le complació.
En un escaño torneado   el Campeador se sentó,
los ciento que le guardan   están alrededor.
Mirando están a Mío Cid   todos los que hay en la corte,
admiran su larga barba   cogida con el cordón;
¡en toda su persona   se muestra muy varón!
No se atreven a mirarlo   los infantes de Carrión.

[El conde don Enrique y el conde don Ramón son Enrique y Ramón de Borgoña, yernos del rey Alfonso.
“El Crespo de Grañón” es el Conde García Ordóñez.]
[El rey comienza el proceso. El Cid presenta tres demandas.]

Primera demanda.
Mio Cid la mano besó al rey   y en pie se levantó:
«Mucho os lo agradezco   como a rey y a señor,
«porque estas cortes   convocasteis por mi amor.
«Esto les demando   a los infantes de Carrión:
«por dejar a mis hijas   no me alcanza deshonor,
«como vos las casasteis, rey,   vos sabréis qué hacer hoy;
«mas cuando sacaron a mis hijas   de Valencia la mayor,
«yo bien los quería   de alma y de corazón,
«les di dos espadas,   a Colada y a Tizón,
«—estas yo las gané   luchando como varón—
«para que se honrasen con ellas   y os sirviesen a vos;
«cuando dejaron mis hijas   en el robledo de Corpes,
«conmigo rompieron   y perdieron mi amor;
«que me den mis espadas   ya que mis yernós no son».
Otorgaron los jueces:   «Todo esto está en razón».

[Los de Carrión dan las espadas al Cid. El Cid, como muestra de gratitud, da la Tizona a Pero Bermúdez y la Colada a Martín Antolínez.]

Segunda demanda.
«¡Gracias al Criador   y a vos, rey mi señor!
«Ya he cobrado mis espadas   Colada y Tizón.
«Pero aún tengo otro cargo   contra los de Carrión:
«cuando sacaron a mis hijas   de Valencia la mayor,
«en oro y en plata   tres mil marcos les di yo;
«ya sabéis lo que hicieron   a cambio los de Carrión;
«denme mis dineros   pues ya mis yernos no son».

[Otra vez se decide la demanda a favor del Cid, pero los Infantes no tienen el dinero porque ya lo han gastado. En vez de dinero, le ofrecen al Cid animales y otros bienes, y piden prestado el resto.]

Tercera demanda: El reto.
«¡Merced, oh rey y señor,   por amor y caridad!
«El cargo mayor   no se me puede olvidar.
«Oigame toda la corte   y duélase de mi mal;
«a los infantes de Carrión   que me ultrajaron tan mal,
«tengo que retarlos,   no los puedo dejar».

[El Cid acusa a los Infantes de infamia y cobardía. Se levanta el conde García Ordóñez y él y el Cid intercambian palabras hostiles.]

1. Contienda entre García Ordóñez y el Cid.

El conde don García   en pie se levantaba:
«¡Merced, oh rey,   el mejor de toda España!
«Preparóse el Cid   para estas Cortes tan altas;
«se la dejó crecer   y larga trae la barba;
«unos le tienen miedo,   a otros los espanta.
«Los de Carrión   son de nobleza tan alta,
«que no debieran tomar    sus hijas por barraganas,
«cuánto menos    por esposas y veladas.
«Estaban en su derecho    cuando dejaron a ambas.
«De cuanto diga el Cid    no se nos importa nada».
Entonces el Campeador   echóse mano a la barba:
«¡Loado sea Dios,   que cielo y tierra manda!
«Por eso es larga   porque con honor fue criada.
«¿Qué tenéis, conde,   que decir de mi barba?
«Que desde que nació   con honor fue criada;
«que por hijo de mujer   nunca jamás fue mesada,
«no me la mesó   hijo de moro ni de cristiana,
«como yo os la mesé, conde,    en el castillo de Cabra.
«Cuando tomé a Cabra    y a vos también por la barba;
«no hubo entonces muchacho,   que no mesó su pulgada;
«de la que yo os mesé    aún se os nota la falta.
«¡Aquí la traigo yo    en esta bolsa alzada!»

2. Fernando González se defiende. Pero Bermúdez lo reta.

Fernando González   en pie se levantó,
con grandes voces   oiréis lo que habló:
«Dejaos ya, Cid,   de toda esta razón;
«de nuestros dineros   ya todo se os pagó.
«No crezca la disputa   entre nos y vos.
«Somos del linaje   de los condes de Carrión:
«debemos casar con hijas   de rey o emperador,
«no nos corresponden   las hijas de un infanzón.
«Porque las dejamos   bien hicimos nos,
«por ello más nos preciamos,   sabed, que menos no».
Mío Cid Ruy Díaz   a Per Bermúdez cata:
«Habla, Pero Mudo,   varón que tanto callas;
«si ellas mis hijas son,   son tus primas hermanas;
«de lo que me dice   a ti la ofensa alcanza,
«si soy yo quien responde  tú no entrarás en armas».
Pero Bermúdez   se levantó a hablar;
la lengua se le traba,   no puede comenzar,
mas cuando comienza   no le podrían parar:
«Eres hermoso   mas mal barragán,
«¡lengua sin manos!,   ¿cómo osas hablar?»

[Se recuerdan las varias muestras de cobardía de los Infantes, incluso el episodio del león. Pero Bermúdez reta al Infante.]

3. Diego González se defiende. Martín Antolínez lo reta.

Diego González   oiréis lo que dijo:
«Tenemos sangre   de los condes más limpios;
«en estos casamientos   consentir no debimos,
«ni emparentar   con mio Cid don Rodrigo!
«Por dejar a sus hijas   no nos arrepentimos;
«mientras que vivan   ya pueden hacer suspiros:
«vivirán deshonradas   por lo que les hicimos.
«Esto mantendré   ante el más atrevido:
«que porque las dejamos   honra nos ha venido».
Martín Antolínez   en pie se fue a levantar:
«Calla, traidor,   boca sin verdad!
«Lo del león   no se te debe olvidar;
«saliste por la puerta,   te entraste en el corral,
«te fuiste a esconder   tras la viga de un lagar;
«¡buenos quedaron   tu manto y tu brial!
«Yo te mantendré   que esta es la verdad:
«a las hijas del Cid   las pudisteis dejar,
«pero por eso mismo   en todo valen más.
«Al partir de la lid   por tu boca lo dirás,
«que eres traidor   y en todo mentido has».

4. Asur González insulta al Cid. Muño Gustioz reta a Asur González.

Así entre los dos   la disputa ha quedado,
cuando Asur González   entró por el palacio,
con el manto de armiño   y el brial arrastrando;
acaba de almorzar   y el rostro trae colorado.
Poco sentido hay, sabed,   en lo que ha hablado
«¡oh, varones,   quién vio nunca cosa igual,
«que ganaríamos en nobleza   con mio Cid el de Vivar!
«¡Váyase al río Ubierna   sus molinos a cuidar,
«y a cobrar maquilas   como en él es natural!
«¡Cómo se atrevió   con nos a emparentar!»
Entonces Muño Gustioz   en pie se levantó:
«¡Calla, alevoso,   malo y traidor!
«Siempre primero almuerzas   antes de ir a la oración;
«al dar el beso de paz   bien lo dice tu olor.
«No dices verdad   ni a amigo ni a señor,
«eres falso a todos   y más al Criador.
«En tu amistad   no quiero tener ración.
«¡Yo te haré confesar   que eres como digo yo!»
Dijo el rey Alfonso:    «¡Calle ya esta discusión!
«¡Los retados lidiarán,   así me salve Dios! »

He aquí que dos caballeros   entraron en la corte;
al uno dicen Ojarra,   de Navarra embajador,
al otro Iñigo Jiménez,   del infante de Aragón.
Besan las manos   al rey don Alfonso,
piden sus hijas   a mío Cid el Campeador,
para ser reinas   de Navarra y de Aragón.


[El Poema termina con la gloria del Cid. Los retos se cumplen tres a tres en tierras de Carrión. Los hombres del Cid vencen a los de Carrión. El Cid y los suyos regresan a Valencia.]

Dejémonos de pleitos   con los infantes de Carrión,
de lo acontecido   mucho les pesó.
Hablemos ahora de aquel   que en buen hora nació.
Grandes son los gozos   en Valencia la mayor,
por la honra que han tenido   los del Campeador.
Hicieron sus tratos   los de Navarra y Aragón,
tuvieron junta   con Alfonso el de León.
Hicieron sus casamientos   doña Elvira y doña Sol.
Así crece la honra   del que en buen hora nació,
cuando señoras son sus hijas   de Navarra y de Aragón.
Hoy los reyes de España   sus parientes son.

A todos alcanza honra   por el que en buena nació.

martes, 20 de octubre de 2015

GORMAZ



Poco se conoce del primitivo castillo de Gormaz,
hasta que en el 965, durante el Califato de Córdoba,
se levantó la fortaleza actual sobre los restos de una anterior
(no se sabe si cristiana o musulmana).


Hasta ese momento no hay ninguna mención al castillo
durante el tiempo que la zona estuvo bajo poder musulmán.


Tras la invasión árabe, las tierras de la extremadura castellana,
incluida la línea del Duero,
quedaron despobladas y convertidas en terreno baldío.


Cuando en el año 751 Alfonso I de Asturias avanzó hasta el Duero,
ocupó Osma, San Esteban de Gormaz (Castromoros) y Clunia,
pero no se cita Gormaz.


A mediados del siglo X los cristianos consiguen
establecer varias “cabezas de puente”.


En el año 946 los árabes elevaron la línea fronteriza
de Toledo a Medinaceli (Soria),
para controlar desde allí a los cristianos
que bajaban desde Burgos al Duero.


Para contrarrestar la ocupación cristiana de San Esteban y Osma,
Al-Haquem II hizo erigir la actual fortaleza islámica califal
con el fin de reforzar la frontera del Duero,
debilitada por el empuje de los nuevos reinos cristianos.


Así consta en el fragmento de lápida
empotrado en el muro de la ermita de San Miguel de Gormaz,
donde se dice que el califa Al-Haquem II
mandó al general Galib que reedificara la fortaleza.


Una lápida conmemorativa de la construcción, de la que queda:
«En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso.
Dios bendiga a Mahoma, el Sello de los Profetas.
Mandó el siervo de Dios,
al-Hakam, al-Mustansir bi-llah, Príncipe de los Creyentes
¡Dios alargue su permanencia!»


Es una ciudadela de 1 kilómetro de perímetro amurallado,
400 metros de longitud y 28 torres
(quizás en correlación con los 28 grados de espiritualidad
o estados del ser de la astronomía musulmana),
capaz de albergar un numeroso ejército.


Gormaz era una alcazaba fortísima, imponente y espectacular.


Es uno de los castillos más antiguos de España,
de los mayores de Europa y de los más importantes del mundo.
Fue la más grande fortaleza europea de su época.


Una edificación sin parangón
con nada que hubiese en el siglo X en el continente,
equiparable en relevancia a la mezquita de Córdoba.


Se ha dicho que el gran arco califal de su puerta
es más sólido y grandioso que los de la mezquita.


Es el mejor ejemplo de arquitectura militar del Califato de Córdoba,
la más importante fortaleza califal.


En la torre del espolón de occidente, por la parte exterior,
incrustadas en lo alto del paramento,
hay tres estelas, de factura anterior al castillo,
quizás estelas sepulcrales,
dos de origen islámico y la central romana,
que se cree pudieron ser colocadas allí como símbolos mágicos
para ahuyentar los espíritus de la noche
tras ponerse el sol por ese lado de la fortaleza.


El hexagrama fue empleado durante el Medievo
como figura  talismánica contra los poderes maléficos.
El Islam consideraba el hexagrama como Sello de Salomón,
el profeta dominador de la magia
y al que obedecían los jinns (genios benéficos y malignos)
gracias a su conocimiento de la Ciencia de las Letras,
pues en el Corán se cuenta que dijo:
“Nos ha sido enseñado el Lenguaje de los Pájaros”.


El castillo se eleva en una gran y solitaria loma junto al Duero.
Ocupa la totalidad de la superficie de la cima.


El alcor se halla aislado en medio de la extensa llanura de cereal,
los campos pardos, ocres, amarillos, verdes,
batidos por el sol...
La mota es visible a gran distancia
y también desde ella se divisa una gran extensión.
Desde el otero de Gormaz se domina la vega
y el gran llano ininterrumpido.


El Duero traza una curva mansa en torno al cerro
y actuaba como barrera natural.

Cerca, un puente de 18 ojos cruza el río.
De origen romano, fue reedificado por los árabes
y reconstruido en el siglo XIX.


El castillo se convirtió en la plaza más fuerte de la línea del Duero
y clave de la lucha en ese límite entre cordobeses y castellanos,
origen de numerosas razzias.


En los siglos X y XI el río Duero fue frontera
y se sucedieron las luchas a ambos lados.
Gormaz fue avanzadilla del Califato al norte del Duero,
el bastión de los árabes en la frontera media.


Garantizaba el paso de los vados del río.
Su situación estratégica y sus excelentes condiciones de visibilidad
permitían controlar el río y las rutas que conectaban Norte y Sur
y protegían la principal plaza del lugar, Medinaceli,
por lo que la tenencia de este baluarte se convirtió
en objetivo fundamental para el dominio del territorio.


Su posesión se hacía indispensable
para mantener los importantes enclaves de la zona;
el castillo vigilaba aquella tierra de nadie tan disputada;
Gormaz era una de las posiciones más codiciadas por ambos bandos.


Durante un siglo fue una amenaza permanente
para las repoblaciones cristianas de la zona.
Se convirtió en escenario constante de batalla
entre condes de Castilla y califas de Córdoba.


Fijó la divisoria entre cordobeses y castellanos
(éstos en las vecinas plazas de Osma y San Esteban),
encarados, observándose y hostigándose.


Cambió de manos en varias ocasiones.

En el 978 el conde Garci Fernández consigue apoderarse de Gormaz.
Almanzor lo recupera en 983.


En 978 se habían enemistado el general Galib y su yerno Almanzor
(el cual ya contaba con gran poder)
y Almanzor se hizo fuerte en Gormaz,
mientras Galib se encontraba en Medinaceli.
El general intentó recuperarlo, aliándose con castellanos y navarros,
pero no lo logró.


Tras la muerte de Galib, Almanzor tomó Mecinaceli.
Desde Medinaceli y Gormaz, Almanzor
lanzó sus campañas contra los reinos cristianos
a finales del siglo X y principios del XI.


A los siete años de la muerte de Almanzor en 1002,
se desploma toda la línea fortificada del Duero.


En 1059 Fernando I consigue Gormaz definitivamente
a cambio de la ayuda prestada a los musulmanes de Córdoba
durante el período de guerras civiles (1010-1032),
en la última etapa del califato.
Esto supuso un importante avance en la Reconquista.


En 1081 fue atacado por los sarracenos,
pero El Cid les hizo frente:
La población que vivía a las faldas del castillo
fue atacada por un contingente musulmán,
lo que provocó una dura represalia del Cid
por los territorios próximos, pertenecientes a la taifa de Toledo,
por entonces aliada de Alfonso VI (hijo de Fernando I).
El Cid actuó por cuenta propia sin solicitar permiso a su rey, Alfonso.
Ello determinó el primer destierro del Cid, ese mismo año.


La provincia de Soria está muy ligada al Cantar del Mío Cid:
la toponimia, topografía y geografía local están descritas con exactitud.
Tan es así que se cree que el autor anónimo del poema
pudo ser el canónigo de Osma Per Abat, en 1207.


San Esteban de Gormaz fue señorío de Rodrigo.


Partiendo de San Esteban por Langa de Duero,
de donde fue alcaide don Rodrigo,
se llega hasta Castillejo de Robledo.


En Castillejo se emplaza la afrenta sufrida por las hijas del Cid
a manos de sus esposos, los infantes de Carrión.


Por Osma se llega a Gormaz,
de donde también fue señor don Rodrigo.


Más allá se encuentra Berlanga de Duero,
cuya alcaidía asimismo ocupó don Rodrigo
y que fue posada de sus hijas en su regreso a Valencia.


Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, fue señor de Gormaz desde 1087.
El rey Alfonso VI entregó a Mío Cid el castillo de Gormaz.


Así lo cuenta la Historia Roderici.
Ésta es la última mención de los tiempos heroicos del castillo.


Será en esta época cuando se funda el pueblo de Gormaz,
a los pies del castillo, frente a la puerta principal.


En el Cantar de Mío Cid se describe Gormaz
como “castiello tan fuort”.
«No demoran el mandato de su señor,
deprisa cabalgan, andan de día y de noche,
llegaron a Gormaz, un castillo muy fuerte,
allí se albergaron en verdad una noche».
(Versos 2841 y ss. CMC).


Rodrigo Diaz de Vivar fue señor del castillo sólo durante un año,
ya que en 1088 fue nuevamente desterrado.


Con posterioridad la importancia de Gormaz fue disminuyendo.


Tras El Cid, fueron señores de Gormaz
el obispado de Osma,
la reina de Castilla doña Berenguela en el siglo XIII,
Juan Hurtado de Mendoza, mayordomo de Enrique III, en el XIV...


Ruy Díaz de Mendoza, conde de Castro,
donó el señorío a su hijo Álvaro de Mendoza.


Los condes de Castro lo mantuvieron
hasta la eliminación de los señoríos en el siglo XIX.


En época de los Reyes Católicos Gormaz pierde su carácter militar
y es utilizado como cárcel, hasta su abandono definitivo.


En un primer momento, el pueblo se asentó en la ladera del castillo.
Se construyeron entonces iglesias y conventos:
La actual ermita de San Miguel,
que subsiste, a poca distancia del castillo,
y una serie de edificios que han desaparecido,
cuatro monasterios y dos parroquias.
En el convento franciscano de San Luis
tuvo lugar en 1494 una congregación
presidida por Francisco Jiménez de Cisneros.


Ya en tiempos de paz, y de decadencia de la fortaleza,
los vecinos, buscando espacio para crecer
y menos preocupados por su seguridad,
se trasladaron fuera de la cerca, al llano.


Gormaz llegó a ser capital
de la Comunidad de Villa y Tierra de su nombre,
Cabeza de Vicaría, de Arciprestazgo y de Partido o de Señorío,
como testimonia el rollo de piedra que aún se conserva
en el centro de la hoy moribunda villa
de viejas casas de piedra y adobe
que a finales del siglo XVIII era cabeza de nueve lugares.


La actual aldea de Gormaz es un pequeño caserío de 20 habitantes
con una modesta iglesia y un pobre cementerio.


Cerca del castillo se mantiene en pie la ermita de San Miguel,
antigua iglesia de Gormaz.