domingo, 25 de octubre de 2015

VOZMEDIANO



En 1878 se publicó en “El Volante”, periódico de Madrid,
un poema que decía:
«Ruiseñor y oropéndola cantores
de la margen del Queiles cristalino,
si queréis que no muera de tristeza,
no digáis que a la falda del Moncayo
hay un pueblo remoto, envejecido,
emporio en otro tiempo de riqueza,
y esclavo ahora de letal desmayo
sin grandeza, sin nombre, oscurecido».


Vozmediano es hoy un pueblo de unos 40 habitantes
situado a los pies del Moncayo,
con un castillo que se desmorona.


***

El castillo de Vozmediano es el más oriental de Soria.
La fortaleza fue construida en el siglo XII,
cuando la zona era objeto de disputa
entre castellanos y aragoneses.


En 1119 Alfonso I el Batallador conquistó
Tudela, Tarazona, Ágreda y Soria,
y durante mucho tiempo Aragón y Castilla
se disputaron la posesión de esas tierras.


Hasta el establecimiento definitivo de los límites en 1437,
la villa fronteriza de Vomediano cambió repetidamente de manos.


En la actualidad es propiedad del Ayuntamiento
y su estado es de progresivo deterioro.


Ubicado en el casco urbano,
las piedras de la parte superior se están desprendiendo
y cayendo sobre los tejados de las viviendas adyacentes.


El Consistorio, tras pedir ayuda desde 2008 sin resultado,
e incapaz de asumir por sí mismo la inversión necesaria,
está dispuesto a ceder el castillo
a quien se haga cargo de la necesaria consolidación.


Complica las cosas el hecho de que el castillo
alberga el cementerio del pueblo.


***

En una vaguada cercana, fluye el río Queiles,
que mediante un pasadizo se comunicaba con el castillo,
para asegurar el suministro de agua.


El Queiles es el más corto de los afluentes del Ebro,
al que se une en Tudela
tras unos 44 kilómetros de recorrido.


El nacimiento del Queiles está en Vozmediano,
a poca distancia del pueblo.


Los romanos decían que el hierro del Moncayo y el agua del Queiles
eran la mezcla ideal para forjar una espada
y Plinio se hizo eco de las excepcionales propiedades
de esas aguas que brotan en el Moncayo.


El nacedero constituye, por su caudal,
el segundo mayor manantial de Europa.


Proviene de un complejo sistema subterráneo de cuevas y galerías
por las que se filtra el agua.


Hay un dicho popular que afirma:
“Moncayo traidor, que robas a Castilla y haces rico a Aragón”,
que alude a esos trasvases subterráneos
que llevan el agua desde la cuenca del Duero a la del Ebro.


Más de un poeta ha presentido en ese mundo del subsuelo

la presencia de gnomos, ondinas y otros seres maravillosos.

viernes, 23 de octubre de 2015

MONTUENGA



El hoy fantasmagórico castillo de Montuenga
formó parte en la Edad Media
de la llamada Línea Defensiva del Jalón.


Ahora el castillo es una ruina olvidada.
El pueblo es una ruina olvidada,
perdido en el centro de ninguna parte,
en el centro de una gran extensión de tierra batida por el sol.


Lejos de todo.
Casi sin vías de acceso.


En la cúspide un altozano
desde donde se contemplan kilómetros y kilómetros de nada.


Del castillo quedan muros del pasado habitados por fantasmas.
Centinelas del vacío
sacudidos por el viento y la luz,
sombras de antiguos moradores
de estas piedras en las que laten ecos
de lamentos, de gritos y de golpes.


El tiempo y el abandono van abriendo huecos

a través de los que contemplar el territorio sin fin.

jueves, 22 de octubre de 2015

CASTILLEJO DE ROBLEDO



En sus alrededores se localiza el robledal de Corpes,
donde se emplaza el episodio cidiano
conocido como “afrenta de Corpes”.


Poema de Mio Cid

Cantar tercero
La afrenta de Corpes


[En el segundo Cantar, el Cid continuó sus campañas y conquistó Valencia. Su esposa Jimena y sus hijas se reunieron con él en la ciudad. El rey Alfonso perdonó al Cid y propuso el matrimonio de sus hijas con los Infantes de Carrión. Al Cid no le gustó la idea pero aceptó.
Ya en el tercer Cantar, los Infantes se han casado con las hijas del Cid.
Un día, un león se escapa de su jaula.]


En Valencia estaba el Cid   y los que con él son;
con él están sus yernos,   los infantes de Carrión.
Echado en un escaño,   dormía el Campeador,
cuando algo inesperado   de pronto sucedió:
salió de la jaula   y desatóse el león.
Por toda la corte   un gran miedo corrió;
embrazan sus mantos   los del Campeador
y cercan el escaño   protegiendo a su señor.
Fernando González,   infante de Carrión,
no halló dónde ocultarse,   escondite no vio;
al fin, bajo el escaño,   temblando, se metió.
Diego González   por la puerta salió,
diciendo a grandes voces:   «¡No veré Carrión!»
Tras la viga de un lagar   se metió con gran pavor;
la túnica y el manto   todo sucios los sacó.
En esto despertó   el que en buen hora nació;
a sus buenos varones   cercando el escaño vio:
«¿Qué es esto, caballeros?   ¿Qué es lo que queréis vos?»
«¡Ay, señor honrado,   un susto nos dio el león».
Mío Cid se ha incorporado,   en pie se levantó,
el manto trae al cuello,   se fue para el león;
el león, al ver al Cid,   tanto se atemorizó
que, bajando la cabeza,   ante mío Cid se humilló.
Mío Cid don Rodrigo   del cuello lo cogió,
lo lleva por la melena,   en su jaula lo metió.
Maravillados están   todos lo que con él son;
lleno de asombro, al palacio  todo el mundo se tornó.
Mío Cid por sus yernos   preguntó y no los halló;
aunque los está llamando,   ninguno le respondió.
Cuando los encontraron   pálidos venían los dos;
del miedo de los Infantes   todo el mundo se burló.
Prohibió aquellas burlas   mío Cid el Campeador.
Quedaron avergonzados   los infantes de Carrión.
¡Grandemente les pesa   esto que les sucedió!

[El rey de Marruecos ataca Valencia. Los hombres del Cid salen victoriosos y el Cid gana otra espada, Tizona. Pero los Infantes de Carrión otra vez prueban su cobardía. Se sienten humillados y conciben un plan para vengarse del Cid. Piden permiso para llevar a sus mujeres a Carrión. El Cid se lo permite.
Llegan los Infantes al robledo de Corpes.]


En el robledo de Corpes   entraron los de Carrión,
los robles tocan las nubes,   ¡tan altas las ramas son!
Las bestias fieras   andan alrededor.
Hallaron una fuente   en un vergel en flor;
mandaron plantar la tienda   los infantes de Carrión,
allí pasaron la noche   con cuantos con ellos son;
con sus mujeres en brazos   demuéstranles amor;
¡mal amor les mostraron   en cuanto salió el sol!
Todos se habían ido,   ellos cuatro solos son,
así lo habían pensado   los infantes de Carrión:
«Aquí en estos fieros bosques,   doña Elvira y doña Sol,
«vais a ser escarnecidas,   no debéis dudarlo, no.
«Nosotros nos partiremos,   aquí quedaréis las dos;
«no tendréis parte   en tierras de Carrión.
«Llegarán las nuevas   al Cid Campeador,
«así nos vengaremos   por lo del león».
Los mantos y las pieles   les quitan los de Carrión,
con sólo las camisas   desnudas quedan las dos,
los malos traidores llevan   zapatos con espolón,
las cinchas de sus caballos   ásperas y fuertes son.
Cuando esto vieron las damas   así hablaba doña Sol:
«Don Diego y don Fernando,   os rogamos por Dios,
«dos espadas tenéis,   fuertes y afiladas son,
«el nombre de una es Colada,   a la otra dicen Tizón,
«cortadnos las cabezas,   mártires seremos nos.
« Moros y cristianos   hablarán de vuestra acción,
« dirán que no merecimos   el trato que nos dais vos.
«Esta acción tan perversa   no la hagáis con nos
«si así nos deshonráis,   os deshonraréis los dos;
«ante el tribunal del rey   os demandarán a vos».
Lo que ruegan las dueñas   de nada les sirvió.
Comienzan a golpearlas   los infantes de Carrión;
con las cinchas de cuero   las golpean sin compasión;
así el dolor es mayor, los infantes de Carrión:
de las crueles heridas   limpia la sangre brotó.
Si el cuerpo mucho les duele,   más les duele el corazón.
¡Qué ventura tan grande   si quisiera el Criador
que en este punto llegase   mio Cid el Campeador!


[Los Infantes dejan así a las hijas del Cid y se van. Féliz Muñoz las encuentra y las lleva a San Esteban de Gormaz. La noticia del abuso llega al rey y al Cid.]

Van estas noticias   a Valencia la mayor;
cuando se lo dicen   a mío Cid el Campeador,
un gran rato   pensó y meditó;
alzó al fin la mano,   la barba se tomó
«Alabado sea Cristo,   que del mundo es señor;
«ya que así me han ofendido  los infantes de Carrión,
«juro por esta barba,   que nadie me mesó,
«no lograréis deshonrarme,   infantes de Carrión;
«que a mis hijas   bien las casaré yo».

[Álvar Fáñez y muchos hombres del Cid van a recoger a doña Elvira y doña Sol. Todos vuelven a Valencia. El Cid recibe un mensaje diciéndole que están cerca.]

Al que en buen hora nació   llegaba el mensaje,
aprisa cabalga,   a recibirlos sale;
iba jugando las armas,   grandes gozos hace.
Mío Cid a sus hijas   íbalas a abrazar,
besándolas a ambas   sonriéndoles está:
«¿Venís, hijas mías?   ¡Dios os guarde de mal!
«Yo accedí a vuestras bodas,   no me pude negar.
«Quiera el Creador,   que en el cielo está,
«que os vea mejor casadas   de aquí en adelante.
«De mis yernos de Carrión,   ¡Dios me haga vengar!»
Las hijas al padre   la mano van a besar.
Jugando las armas iban,   entraron en la ciudad;
doña Jimena, su madre,   gozosa las fue a abrazar.
El que en buen hora nació   no lo quiso retardar;
de los suyos, en privado,   se quiso aconsejar:
al rey Alfonso, un mensaje   decidieron enviar.

[El Cid pide justicia al rey. Puesto que el rey asumió la responsabilidad por los casamientos de las hijas del Cid, comparte la deshonra de las acciones de los Infantes. El rey reúne a todos en Toledo para resolver la situación.]

A la puerta de fuera   el Cid descabalgó;
con los suyos entra   dignamente el Campeador:
él va en medio,   los ciento, alrededor.
Cuando lo vieron entrar   al que en buen hora nació,
levantóse en pie   el buen rey don Alfonso
y el conde don Enrique   y el conde don Ramón,
y así como ellos, sabed,   toda la corte:
con gran honra lo reciben  al que en buen llora nació.
No se quiso levantar   el Crespo de Grañón,
ni todos los del bando   de los de Carrión.
El rey a mío Cid   de las manos le tomó:
«Venid acá a sentaros   conmigo, Campeador,
«en este escaño   que me regalasteis vos;
«aunque a algunos les pese,   mejor sois que nos ».
Aunque el honor agradece,   el Cid no lo consintió:
«Seguid en vuestro escaño   como rey y señor;
«con todos estos míos   aquí me sentaré yo».
Lo que dijo el Cid   al rey le complació.
En un escaño torneado   el Campeador se sentó,
los ciento que le guardan   están alrededor.
Mirando están a Mío Cid   todos los que hay en la corte,
admiran su larga barba   cogida con el cordón;
¡en toda su persona   se muestra muy varón!
No se atreven a mirarlo   los infantes de Carrión.

[El conde don Enrique y el conde don Ramón son Enrique y Ramón de Borgoña, yernos del rey Alfonso.
“El Crespo de Grañón” es el Conde García Ordóñez.]
[El rey comienza el proceso. El Cid presenta tres demandas.]

Primera demanda.
Mio Cid la mano besó al rey   y en pie se levantó:
«Mucho os lo agradezco   como a rey y a señor,
«porque estas cortes   convocasteis por mi amor.
«Esto les demando   a los infantes de Carrión:
«por dejar a mis hijas   no me alcanza deshonor,
«como vos las casasteis, rey,   vos sabréis qué hacer hoy;
«mas cuando sacaron a mis hijas   de Valencia la mayor,
«yo bien los quería   de alma y de corazón,
«les di dos espadas,   a Colada y a Tizón,
«—estas yo las gané   luchando como varón—
«para que se honrasen con ellas   y os sirviesen a vos;
«cuando dejaron mis hijas   en el robledo de Corpes,
«conmigo rompieron   y perdieron mi amor;
«que me den mis espadas   ya que mis yernós no son».
Otorgaron los jueces:   «Todo esto está en razón».

[Los de Carrión dan las espadas al Cid. El Cid, como muestra de gratitud, da la Tizona a Pero Bermúdez y la Colada a Martín Antolínez.]

Segunda demanda.
«¡Gracias al Criador   y a vos, rey mi señor!
«Ya he cobrado mis espadas   Colada y Tizón.
«Pero aún tengo otro cargo   contra los de Carrión:
«cuando sacaron a mis hijas   de Valencia la mayor,
«en oro y en plata   tres mil marcos les di yo;
«ya sabéis lo que hicieron   a cambio los de Carrión;
«denme mis dineros   pues ya mis yernos no son».

[Otra vez se decide la demanda a favor del Cid, pero los Infantes no tienen el dinero porque ya lo han gastado. En vez de dinero, le ofrecen al Cid animales y otros bienes, y piden prestado el resto.]

Tercera demanda: El reto.
«¡Merced, oh rey y señor,   por amor y caridad!
«El cargo mayor   no se me puede olvidar.
«Oigame toda la corte   y duélase de mi mal;
«a los infantes de Carrión   que me ultrajaron tan mal,
«tengo que retarlos,   no los puedo dejar».

[El Cid acusa a los Infantes de infamia y cobardía. Se levanta el conde García Ordóñez y él y el Cid intercambian palabras hostiles.]

1. Contienda entre García Ordóñez y el Cid.

El conde don García   en pie se levantaba:
«¡Merced, oh rey,   el mejor de toda España!
«Preparóse el Cid   para estas Cortes tan altas;
«se la dejó crecer   y larga trae la barba;
«unos le tienen miedo,   a otros los espanta.
«Los de Carrión   son de nobleza tan alta,
«que no debieran tomar    sus hijas por barraganas,
«cuánto menos    por esposas y veladas.
«Estaban en su derecho    cuando dejaron a ambas.
«De cuanto diga el Cid    no se nos importa nada».
Entonces el Campeador   echóse mano a la barba:
«¡Loado sea Dios,   que cielo y tierra manda!
«Por eso es larga   porque con honor fue criada.
«¿Qué tenéis, conde,   que decir de mi barba?
«Que desde que nació   con honor fue criada;
«que por hijo de mujer   nunca jamás fue mesada,
«no me la mesó   hijo de moro ni de cristiana,
«como yo os la mesé, conde,    en el castillo de Cabra.
«Cuando tomé a Cabra    y a vos también por la barba;
«no hubo entonces muchacho,   que no mesó su pulgada;
«de la que yo os mesé    aún se os nota la falta.
«¡Aquí la traigo yo    en esta bolsa alzada!»

2. Fernando González se defiende. Pero Bermúdez lo reta.

Fernando González   en pie se levantó,
con grandes voces   oiréis lo que habló:
«Dejaos ya, Cid,   de toda esta razón;
«de nuestros dineros   ya todo se os pagó.
«No crezca la disputa   entre nos y vos.
«Somos del linaje   de los condes de Carrión:
«debemos casar con hijas   de rey o emperador,
«no nos corresponden   las hijas de un infanzón.
«Porque las dejamos   bien hicimos nos,
«por ello más nos preciamos,   sabed, que menos no».
Mío Cid Ruy Díaz   a Per Bermúdez cata:
«Habla, Pero Mudo,   varón que tanto callas;
«si ellas mis hijas son,   son tus primas hermanas;
«de lo que me dice   a ti la ofensa alcanza,
«si soy yo quien responde  tú no entrarás en armas».
Pero Bermúdez   se levantó a hablar;
la lengua se le traba,   no puede comenzar,
mas cuando comienza   no le podrían parar:
«Eres hermoso   mas mal barragán,
«¡lengua sin manos!,   ¿cómo osas hablar?»

[Se recuerdan las varias muestras de cobardía de los Infantes, incluso el episodio del león. Pero Bermúdez reta al Infante.]

3. Diego González se defiende. Martín Antolínez lo reta.

Diego González   oiréis lo que dijo:
«Tenemos sangre   de los condes más limpios;
«en estos casamientos   consentir no debimos,
«ni emparentar   con mio Cid don Rodrigo!
«Por dejar a sus hijas   no nos arrepentimos;
«mientras que vivan   ya pueden hacer suspiros:
«vivirán deshonradas   por lo que les hicimos.
«Esto mantendré   ante el más atrevido:
«que porque las dejamos   honra nos ha venido».
Martín Antolínez   en pie se fue a levantar:
«Calla, traidor,   boca sin verdad!
«Lo del león   no se te debe olvidar;
«saliste por la puerta,   te entraste en el corral,
«te fuiste a esconder   tras la viga de un lagar;
«¡buenos quedaron   tu manto y tu brial!
«Yo te mantendré   que esta es la verdad:
«a las hijas del Cid   las pudisteis dejar,
«pero por eso mismo   en todo valen más.
«Al partir de la lid   por tu boca lo dirás,
«que eres traidor   y en todo mentido has».

4. Asur González insulta al Cid. Muño Gustioz reta a Asur González.

Así entre los dos   la disputa ha quedado,
cuando Asur González   entró por el palacio,
con el manto de armiño   y el brial arrastrando;
acaba de almorzar   y el rostro trae colorado.
Poco sentido hay, sabed,   en lo que ha hablado
«¡oh, varones,   quién vio nunca cosa igual,
«que ganaríamos en nobleza   con mio Cid el de Vivar!
«¡Váyase al río Ubierna   sus molinos a cuidar,
«y a cobrar maquilas   como en él es natural!
«¡Cómo se atrevió   con nos a emparentar!»
Entonces Muño Gustioz   en pie se levantó:
«¡Calla, alevoso,   malo y traidor!
«Siempre primero almuerzas   antes de ir a la oración;
«al dar el beso de paz   bien lo dice tu olor.
«No dices verdad   ni a amigo ni a señor,
«eres falso a todos   y más al Criador.
«En tu amistad   no quiero tener ración.
«¡Yo te haré confesar   que eres como digo yo!»
Dijo el rey Alfonso:    «¡Calle ya esta discusión!
«¡Los retados lidiarán,   así me salve Dios! »

He aquí que dos caballeros   entraron en la corte;
al uno dicen Ojarra,   de Navarra embajador,
al otro Iñigo Jiménez,   del infante de Aragón.
Besan las manos   al rey don Alfonso,
piden sus hijas   a mío Cid el Campeador,
para ser reinas   de Navarra y de Aragón.


[El Poema termina con la gloria del Cid. Los retos se cumplen tres a tres en tierras de Carrión. Los hombres del Cid vencen a los de Carrión. El Cid y los suyos regresan a Valencia.]

Dejémonos de pleitos   con los infantes de Carrión,
de lo acontecido   mucho les pesó.
Hablemos ahora de aquel   que en buen hora nació.
Grandes son los gozos   en Valencia la mayor,
por la honra que han tenido   los del Campeador.
Hicieron sus tratos   los de Navarra y Aragón,
tuvieron junta   con Alfonso el de León.
Hicieron sus casamientos   doña Elvira y doña Sol.
Así crece la honra   del que en buen hora nació,
cuando señoras son sus hijas   de Navarra y de Aragón.
Hoy los reyes de España   sus parientes son.

A todos alcanza honra   por el que en buena nació.